Ansiedad, angustia y desesperación
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
No es de extrañar que nuestros deseos se vean teñidos de preocupaciones. Sean penas de amor, familiares, económicas o laborales, estas preocupaciones ocupan una buena porción de nuestras vidas y de nuestros días. Acompañan a la inevitabilidad de las contribuciones a los recursos públicos y a la exhalación final de los que habla el famoso dicho que algunos atribuyen a Daniel Defoe y otros a Benjamín Franklin (https://www.enriquedans.com/2016/04/la-muerte-y-los-impuestos.html).
Mientras que la angustia suele definirse como un temor a algo futuro y la ansiedad como un temor a algo más actual, la desesperación se asocia con la pérdida de la esperanza. Nuestras vidas en el siglo nos exponen a estos temores y a esta carencia. Así, sufrimos la angustia por los maltratos de burócratas a quienes no les gusta su trabajo, o que se refocilan en complicar los trámites de estudiantes o de pobladores de alguna demarcación. No sabemos cuándo exactamente, pero en algún momento iremos a tramitar algún requisito de las burocracias para continuar con nuestras vidas con relativa calma: un certificado, un pago anual, una constancia que será requisito para trámites posteriores. Nos ataca la ansiedad por terminar los requisitos y porque terminen las horas de espera en las filas o por recibir los dictámenes de aprobación de recursos, plazas, de acceso al siguiente semestre lectivo o a la siguiente etapa de un proceso. En muchas ocasiones caemos en la desesperación por no lograr culminar algún proceso ante tantos obstáculos, requisitos, recopilación de documentos o de dineros.
De ahí que, al menos en español, existan tantas canciones y expresiones que mencionan estas emociones. Nos pasamos toda una vida (al menos la institucional) en el estrés de cumplir con actividades y recopilación de constancias que podrían darnos acceso a dineros o a otras certificaciones (https://youtu.be/pwqeUmyLZh4?si=9We8IpxwHuJLoco9). Sufrimos la angustia de no tener la plaza, la beca, el nombramiento o el nivel (https://youtu.be/EC-m-w3RvtQ?si=YPlpylEXFxyMPHeY). Además de la ansiedad de tener en nuestras manos los documentos que nos servirán para acreditar nuestro amor a la profesión o que servirán para que mostremos nuestra verdadera vocación (https://youtu.be/zGY_zdoCCyk?si=LvqOqrvM4HB38Y1M). Transitamos por la vida con la desesperación de no contar con todo el bagaje documental (https://youtu.be/ku8qcNcrIx4?si=-FTLsYFmjWY8ef62).
A estas preocupaciones, las burocracias que se dedican a generar requisitos suelen añadir algunas otras, como la presión de aprender francés para no ser expulsados de Francia (https://youtu.be/7yApV_-wflo?si=bdelBuaDRzWz25fa). Como señalan Saronne y DiLucca (2001) en Le fiabe nel mondo della migrazione moderna, el idioma se convierte en un desafío y a la vez en un recurso para los inmigrantes, por lo que es importante que aprendan a expresarse en la cultura local y también que los habitantes de ese lugar de llegada conozcan acerca de la cultura de quienes inmigran. Cabe mencionar que muchos quizá no podríamos ser considerados “ciudadanos” por no saber las lenguas aborígenes del país en el que vivimos. ¿Podemos siquiera armar una frase en el idioma indígena del lugar en el que residimos o en el que nacimos? ¿De los lugares de origen de nuestros ancestros? Muchos, si se aplicara un examen similar al mencionado arriba, no podríamos serlo, ni siquiera en español, que ha sido la lengua obligada en las escuelas, pero de la que rara vez se conoce la ortografía, la gramática o las raíces y significados de los vocablos que utilizamos.
En nuestros días sufrimos, directa o indirectamente, otras pérdidas de la esperanza (muy al estilo del lema que Dante Alighieri apunta que se ubica sobre el umbral del portón del infierno) y nos convertimos en víctimas de la ansiedad y de la angustia. Así, observamos los casos, derivados de las recientes políticas del 47º presidente, de los deportados venezolanos a El Salvador (https://youtu.be/_QmW99SqBuw?si=aikC9rqAPodLeEiN). A las angustias de no tener dinero para comer, para la vejez, aunadas a las incertidumbres de la vida contemporánea, se añaden las originadas por las medidas de gobiernos y desgobiernos diseminados por el planeta. Así como se ha declarado que esos migrantes acusados, sin fundamento, de ser miembros de un grupo terrorista no serán devueltos a Estados Unidos ni repatriados a su país de origen, en México nos encontramos con las incertidumbres de décadas de desapariciones de personas. La angustia de los desaparecidos y la desesperación por la ineficiencia de las autoridades en varios ámbitos han marcado a nuestra sociedad y, también, a nuestros contextos institucionales más cercanos, desaparecidos de la UdeG (https://www.ntrguadalajara.com/post.php?id_nota=228479). Por ello, no extraña que la incidencia de ansiedad en el planeta (2024) alcance niveles que, por decir lo menos, nos pongan angustiados y ansiosos (https://www.singlecare.com/es/recursos/estadisticas-de-ansiedad). Algunas personas, ante estas situaciones, optan por quitarse la vida (https://observatorio.tec.mx/estrategias-para-prevenir-el-suicidio/) y otras, en la incertidumbre de si son peras o son manzanas, al menos retiran su dinero para disponer de él en efectivo (https://www.elfinanciero.com.mx/mundo/2025/04/10/ocurrira-en-mexico-migrantes-centroamericanos-se-apuran-a-sacar-sus-dolares-de-eu-antes-de-ser-deportados/).
A los investigadores, docentes y estudiantes les preocupa recibir recursos para su vida cotidiana, pero también para continuar con sus labores académicas, por lo que el retiro del dinero federal en Estados Unidos a universidades como Harvard representa una más de las incertidumbres respecto al futuro de la investigación en nuestros días (https://www.eleconomista.com.mx/internacionales/donald-trump-congela-2-200-millones-dolares-harvard-rechazar-exigencias-20250414-754986.html). Las fuentes de las tensiones emocionales dentro y fuera de nuestros países, nuestras ciudades, nuestras familias, nuestros hogares tienden a diversificarse y sus impactos sistémicos a multiplicarse. Habrá quien busque las causas, habrá quien procure soluciones, o quien genere salidas contraproducentes, mientras que habrá quien logre analizar, con los datos históricos y emocionales a la mano, las consecuencias de nuestro irritable entorno.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]
Buena descripción de la ansiedad, Dr. Rodolfo. Lo peor de todo es que en muchas ocasiones no nos permite razonar.