Hogar y vida saludable

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Mientras el secretario de Educación Pública se pierde en el laberinto y le guiña el ojo a los empresarios de la industria alimenticia chatarra, justo a los creadores de la emergencia de salud que vive el país en materia de obesidad y diabetes, en el microespacio del hogar se tiene que suscitar el cambio desde abajo y desde dentro de la cultura de consumo y alimentación.
El nicho ecológico y la formación en la infancia de los primeros buenos y malos hábitos alimenticios se configuran en el seno del hogar.
El acceso a una alimentación adecuada es cuestión de poder adquisitivo, pero es también de cultura y transmisión intergeneracional.
Dentro de casa, casi todo el esquema pedagógico intuitivo o intercultural entre generaciones se da de manera conductista.
El premio y el castigo son las vías dominantes por las cuales se educa a los menores.
Comer saludablemente es a veces un territorio de disputa entre adultos y menores, es una guerra de guerrillas de componentes psicológicos, es un ejercicio y prueba de las líneas de autoridad.
De los intereses glósicos y el estadio sensoriomotor hasta la adquisición del lenguaje, la estimulación sensorial gustativa, olfativa, táctil, auditiva y visual gira alrededor de la hora de los alimentos.
Las temperaturas, texturas, olores y sabores son el primer acercamiento al inicialmente pequeño mundo de alrededor.
Los primeros aprendizajes y la discriminación de la cualidad de alimentos vegetales y animales están acompañados de un componente socioafectivo, principalmente de la madre.
Los dulces y los salados como primera clasificación gustativa.
La madre educadora de los gustos y hábitos saludables, en materia de alimentos, es un personaje decisivo en los procesos que ahora se intencionan escolar y socialmente.
Los días de vacaciones deberían aprovecharse para formar o fortalecer los buenos hábitos.
La alimentación sana es un imperativo dado los desfavorables indicadores de salud de la población adulta.
La concientización y el diálogo intergeneracional son medios muy valiosos para reeducar el gusto.
El consumo descontrolado de azúcares, grasas y carbohidratos, necesarios en proporción adecuada, representa el desafío.
Algunos niños, niñas y adolescentes ya leen y evitan aquellos productos con sellos restrictivos.
Hay quienes desde la infancia y adolescencia ya traen historias personales de ciertos excesos; ahora es la oportunidad de jerarquizar la salud presente y futura con un reordenamiento y clasificación de los consumibles en casa.
Madres y padres de familia deben voltear a ver su alacena y refrigerador y evaluar su canasta básica. Juntos deberían conversar y desechar aquellos productos que provocan obesidad.
La escuela, desde el 29 de marzo, está en condiciones de reordenamiento del tipo de productos que se comercializan en las tiendas internas.
El hogar debería coadyuvar en este desafío de la educación formal y revisar lo que se juega alrededor de la alimentación.
Padres e hijos juntos deberían aliarse para transformar la cultura heredada en materia gastronómica.
La colonización del gusto es de larga data y cualquier redireccionamiento representa esfuerzo agregado.
La alimentación en casa algunas veces es un campo de batalla. Juegan procesos de condicionamiento y chantaje emocional en doble vía.
No debiera suceder en un aspecto que es central y debiera convocar las mejores voluntades.
Comer bien y equilibrar los valores nutricionales no es algo que caracterice a la generalidad de las familias mexicanas.
Hay trabajo formativo por hacer y cuanto más temprano se inicie, mejor.
De manera reciente, desde la educación inicial, el sistema educativo nacional trabaja procesos y contenidos a favor de las prácticas y adquisición de hábitos alimenticios.
El hogar debiera colaborar y, en el marco de la corresponsabilidad, aprovechar los espacios y tiempos de convivencia para enriquecer el proyecto formativo de hijas e hijos.
Comer y alimentarse adecuadamente puede ser divertido.
Estrategias como la evaluación a través de una lista de cotejo de aquellos alimentos que se consumen a lo largo del día o durante la semana nos llevarían a enfocar aquellos pseudoalimentos que tendríamos que disminuir o eliminar.
Necesariamente todos los caminos conducen a las frituras, harinas refinadas y el azúcar en sus mil formas de consumo.
Tal vez en el equipo tendría que haber un acuerdo de acompañamiento y reciprocidad en la ardua tarea que es esperar al quitar los hábitos inadecuados.
Tal vez habría que contextualizar de acuerdo a las materias primas disponibles el diseño del plato del buen comer y de la jarra del buen beber.
Es bueno investigar sobre el potencial nutricional que ofrecen los alimentos del entorno.
Otro frente sobre el que habrá que hacer trabajo formativo son los alimentos de uso común y las cantidades y consumos energéticos necesarios para cada estadio de edad de los miembros de la familia.
El pronóstico de obesidad de muchos jóvenes y adultos se remonta a aquella visión de la generación de los abuelos de que entre más gordito sea el niño y entre más coma, es más saludable.
A los niños y niñas solo las raciones necesarias y en el horario adecuado.
Raciones abundantes para satisfacer necesidades adultas servidas a los menores solo provocan sobreestimulación de sentidos y aparato digestivo; solo forman al niño potencialmente en sobrepeso.
Enseñar a comer es posible desde el nacimiento mismo. La madre puede ser una excelente formadora desde que el bebé está en brazos.
La fuerza del color y de la propaganda en la promoción de la comida chatarra se aloja en los sentidos de los niños y niñas como potenciales consumidores. Es entonces en la primera infancia cuando hay que formar la percepción y moderar la manipulación de la que son objeto las voluntades de los menores.
Conversar y prevenir, comunicar y advertir de los mensajes subliminales de la propaganda falsa es posible si se dialoga en familia.
El tema de la alimentación saludable y la salud de la infancia nace en el seno familiar y el periodo vacacional de convivencia, de mayor tiempo, puede convertirse en oportunidad.
Hablemos de alimentación saludable en mesa redonda y practiquemos juntos de manera informada los buenos hábitos.

*Doctor en Educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]

Comentarios
  • Martin Linares Ramos
    Responder

    Enorme el desafío mi estimado Rubén. De igual magnitud la necesidad y urgencia de no eludirlo. Bien lo planteas: juntos, escuela y familia, enfocados en el propósito, será más factible reconstruir un esquema de alimentación saludable.

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