Verdad y docencia
Carlos Arturo Espadas Interián*
La labor docente está ligada con la verdad. Componente esencial de contenidos, sobre todo los formativos de humanidad. Irremediablemente, los productos culturales de la civilización son materia prima para el trabajo cotidiano cuando se realiza la mediación cultural para facilitar, que no condicionar, el acceso de los estudiantes.
La verdad, desde la fórmula idealista de certeza ante lo que existe, puesto que todo ha sido generado por una conciencia universal de la cual formamos parte, hasta la existencia independiente de las cosas postulada por el materialismo, ante las cuales se realiza el ejercicio de indagación para conocerlas y comprenderlas, forman el escenario crítico del debate académico.
Lamentablemente, es un debate que, paulatina pero de forma constante, abandona las aulas de los centros escolares, sobre todo de Básica, que no de forma exclusiva, puesto que su ausencia se vive in crescendo en Media Superior y Superior.
Lo que se trabaja en aulas se considera vox Dei, fortaleciendo con ello la ficción de que saberes y conocimientos que figuran en los componentes curriculares de apoyo (libros, materiales, instalaciones y demás, por llamarlos así) son incuestionables.
Se vive, en la práctica, la sensación de falsa seguridad, que da certeza al trabajo, ahorra energía y permite “avanzar” a pasos agigantados, pero que fortalece el dogmatismo radical y puro –nada que ver con el dogma de fe, por ejemplo– que, de forma involuntaria, se consolida en el espíritu de los estudiantes.
El trabajo de docencia implica la recuperación de la verdad desde conceptos que se encuentran enraizados desde el mundo helénico clásico, tales como el Absoluto y el Primer Motor Aristotélico, hasta la congruencia de la proposición filosófica, que escudriña la verdad, entre el pensamiento y la existencia concreta-tangible del objeto de estudio.
Esta congruencia, fácil de enunciar, difícil de lograr, implica actualmente estructuras de distorsión intencionada de uno de sus componentes: la existencia concreta-tangible, donde la alucinación pareciera ser el común denominador de los elementos necesarios usados para construir, reconstruir, deconstruir, crear y recrear el mundo material y espiritual que resultan los ámbitos esenciales de toda práctica docente.
La NEM no permitirá superar esta distorsión del mundo. Ante su imposibilidad de dotar a los centros escolares y al magisterio de las condiciones mínimas de operación que se encuentran reducidas a lo básico operativo, ante un mundo que se reconstruye en entornos digitales y de grandes desarrollos tecnológicos, es decir, se sigue pensando que con salón, mobiliario y profesores, la tarea educativa es realizable.
Y lo es por principio, pero hoy no es suficiente. Además de condenar al estudiantado a la marginación tecnológica, los seguimos condenando a la ignorancia cuando no cuestionamos el aspecto fundamental, sin el cual no hay posibilidad de construcción humana: la Verdad.
Es allí donde radica la razón de ser docente y no en las acciones inerciales financiadas y soportadas desde estructuras añejamente diseñadas, cuajadas en complicidad de autoridades y con ayuda de diversos marcos normativos y mecanismos culturales, que hoy se han vuelto colectivamente represivos.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 113 de León, Gto. [email protected]