Libros y libos para disfrutar
Jaime Navarro Saras*
Inició en 1987 y seguimos aquí, en una edición más de la Feria Internacional del Libro Guadalajara; son los 9 días en que la ciudad se convulsiona por los ríos de personas y, por supuesto, el caos automovilístico en el cruce de las avenidas Mariano Otero y de Las Rosas se torna fatal.
Pero más allá de ello, son los 9 días que quienes tenemos una relación con los libros los esperamos tal como los niños esperan la Navidad, el Día de Reyes o su cumpleaños. Ya que una vez al año podemos ver juntos a cientos de escritores y a la mayoría de editoriales que publican libros en español.
También porque se presentan libros y debates acerca de la cultura y de las coyunturas que la sociedad va generando. Son, en síntesis, los días más importantes en que el libro recibe loas, reconocimientos y se revalora todo lo que ha hecho, hace y puede hacer por la sociedad.
El libro es muchas cosas, pero la más importante es ser un medio para que las personas sean más humanas, sabias y que obtengan en los libros elementos para que no las engañen y les cuenten un mundo lleno de ficciones y mentiras.
Sabemos que hay políticas e iniciativas para que las personas se acerquen a los libros, sobre todo en las escuelas, en las casas de cultura y en los hogares; por cierto, las familias son quienes hacen la diferencia para tener buenos lectores y, más ahora en que los medios electrónicos les han quitado espacios importantes a los libros en físico.
Formar lectores es simple, pero muy complejo a la vez. De entrada, se requieren libros y mediadores que hagan posible su acercamiento; si eso sucede en la infancia, de seguro habrá muchas posibilidades de que los libros formen parte de los momentos de ocio de las personas y que éstos se tornen en medios incondicionales para su formación humana y profesional.
Digo esto porque hace poco más de un mes conseguí unos paquetes en un puesto de periódicos sobre los animales del zoológico. En estos viene un libro y un animalito de plástico; los llevé a casa para la nieta Luisita, una niña que cumplía un año y tres meses. Por supuesto que el gancho fue el animalito y la descripción del mismo en el libro, entre otras cosas, de cómo se llama, qué come, con quién se relaciona, dónde vive y cosas por el estilo. De una o de otra manera se lo mostró la abuela de la manera más lúdica; gracias a ello aprendió a hacer los ruidos del animal y se le dijo que es un libro. Ese día y los siguientes se incorporó a su lenguaje una nueva palabra: LIBO, además de otra más: ABE, lo cual significa ABRE EL LIBRO para que se lo puedas contar, y no solo una, sino muchas veces, y en cada ocasión su mirada de asombro se torna diferente.
Ahora trae los libros por toda la casa; ya deshojó uno, pero se divierte viéndolos y goza las infinitas veces que se los cuentan. ¿Qué pasará más adelante en su relación con los libros? Francamente, no sé, pero de seguro sabrá que de estos se desprenden historias donde aprende cosas, las cuales resultan muy significativas para entretenerse, divertirse y que mejoran su desarrollo cognitivo.
La FIL tiene esa otra faceta, la de incorporar a los niños de una manera lúdica a los libros, lo cual es una manera muy eficiente, como el caso de Luisita con sus caritas y sonidos para imitar a los animales que va conociendo.
Sigamos, pues, disfrutando de las sorpresas que trae la FIL, como los libros que acabo de conseguir de la editorial LuaBooks, los cuales son interactivos a través de una aplicación y donde las imágenes de los libros cobran vida gracias a la Realidad Aumentada que nos ha traído la inteligencia artificial.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]