Para leer al mundo
Carlos Arturo Espadas Interián*
Cuando miramos… ¿Qué vemos? Como Paulo Freire decía, palabras más, palabras menos: el mundo se lee y al leer el mundo lo interpretamos. Ahora, agreguemos algunos elementos: esa interpretación se realiza con ojos humanos, parámetros de referencia que se articulan teniendo por cuerpo elementos culturales, históricos e ideológicos; en general: vivenciales que han sido incorporados por aquel que mira.
Una mirada acaricia el mundo para trastocarlo en mundo nuestro, en mundo individualizado desde lo colectivo civilizatorio humano. Se engarzan épocas distintas a partir de lo que pudiera ser o no desde la posibilidad de acceso de quien se las apropia y esa apropiación se realiza desde sus parámetros referenciadores.
Al interpretar, se hace desde lo apropiado y decodificado, que al propio tiempo genera estructuras de pensamiento y contenidos de referencia; así, la recuperación de aportes de épocas distintas a la que vive el sujeto es una mezcla de temporalidades enlazadas artificialmente en continuidad lógica del argumento.
Las recuperaciones de aportes se realizan desde el aislamiento aparente de épocas históricas, pero desde un elemento común: lo humano. Ese elemento humano se concreta en los aspectos antropológicos que permanecen constantes, por ejemplo, a qué está llamado el ser humano. Se pueden construir respuestas desde distintos campos del conocimiento humano, incluyéndose los no científicos y los no “reconocidos”. Sin embargo, existen elementos articuladores permanentes a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, cuando se habla de la grandeza humana, se concibe como elemento intrínseco al mismo, pero que no exclusivamente tiene que ver con él, puesto que la aspiración es de trascendencia, es decir, lo material, concreto, tangible, implica finitud y cuando se visualiza la trascendencia, existe únicamente desde lo infinito.
Así, cuando se interpreta al mundo, no puede hacerse exclusivamente desde lo concreto tangible. Existen elementos que le hacen ser lo que es y que se inscribe en la profundidad que lo alimenta y dimensiona. Kant, cuando habla de Fenómeno y Noumeno, reconoce que hay un componente del mundo que se escapa a los seres humanos y de lo cual se pueden construir aproximaciones.
Es decir, leer el mundo implica lo finito y lo infinito, lo concreto y lo abstracto-concreto, esto último en sus diversas formas y posibilidades; así la lectura implica decodificar elementos que no necesariamente se perciben inmediata y claramente; sí producto de esa percepción son aspectos del mundo, pero faltan otros y para percibirlos, se requiere al menos saber que existen y es ahí donde la educación debería trabajar.
Al trabajar la existencia de otros componentes más allá de la percepción primera, la educación se redimensiona y posibilita no sólo el trabajo desde lo axiológico-moral, sino también desde lo político-cultural.
*Profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 113 de León, Gto. [email protected]
Leer el mundo sería buscar otros ‘alfabetos´, construir nuevos códigos de interpretación, sociales, personales?