Avances
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Además de su facilidad para reír, su simpatía, su claridad y fácil charla, tanto en alemán como en español, recuerdo con frecuencia a Anne Marie Meier por un momento específico en uno de los cursos de alemán que tuve el placer de tomar con ella: una tarde, una compañera llegó a mitad de la sesión y, muy apenada, pidió perdón; Anne Marie le respondió que no se preocupara y aclaró “tú eres responsable de tu propio aprendizaje”. Aunque ciertamente esta maestra de origen suizo convertida en importante referencia cultural tapatía era bastante didáctica y paciente en su estilo de enseñanza, esa anécdota me parece valiosa para recordar que, como docentes, tenemos la responsabilidad de estimular el aprendizaje y que, además, debemos recordar que los estudiantes aprenden a diferentes ritmos y prestan atención a diferentes puntos y temas de los cursos. Aún así, parte de nuestro actuar en los cursos remite a la necesidad de que los estudiantes desarrollen determinados intereses asociados a nuestras asignaturas, disciplinas, profesiones.
Por otra parte, en mis cursos (que son parte de la línea de apoyo para el aprendizaje de la investigación social) suelo recordar a mi padre como médico internista. Según entiendo, el papel del médico internista y de los llamados “médicos familiares” en la consulta frente al paciente, su cuerpo y sus dolencias, consiste en diagnosticar el padecimiento para orientar la solución y el tratamiento a seguir. Por eso es importante la auscultación, percutir el abdomen, escuchar las cuitas y las historias del paciente y comprender en qué consiste la razón de su “grima” para saber qué tratamiento habrá de seguirse y (en su caso) con qué especialistas remitir a quien llega en su rol de enfermo. De ahí que, en los cursos de investigación, propongo a los estudiantes observar su entorno para encontrar preguntas respecto a una realidad compleja que suele presentársenos confusa, ambigua y con indicios contradictorios. Saber en dónde viven o trabajan, por dónde pasan, con quién interactúan y qué procesos o interacciones les inquietan o los dejan pensando es uno de los primeros pasos para comenzar a diseñar posibles procesos de investigación. Cuando esos estudiantes deciden en qué espacios, contextos o instituciones observarán, asumo ese papel clínico de sugerir algunas lecturas, clásicas o no tanto, en torno a lo que otros han realizado en esos espacios, con la advertencia de que no he leído “todo” sobre nuestra disciplina, aunque con la ventaja de haber tenido contacto por más tiempo con los textos y con los autores y académicos especialistas de algunas de esas cuestiones. A medida que los estudiantes avanzan en acotar o ampliar sus espacios de observación y de lectura, sugiero algunos académicos dentro y fuera de mi propia universidad para que se convierta en su interlocutor. Con la advertencia de que aún los académicos muy reconocidos pueden mostrar interés por guiar a los investigadores novatos. En más de una ocasión, las instituciones de adscripción de esos académicos, además de ofrecer su asesoría, consiguen becas o un contexto para realizar prácticas profesionales o servicio social. En buena medida, el que los estudiantes muestren un interés por una determinada área de conocimiento sirve para orientarlos respecto a qué especialistas podrán orientar su proceso de formación, qué lecturas de textos escritos por otras personas que hayan pasado por esos contextos pueden serles útiles.
Algunas de las preguntas que nos planteamos los docentes se construyen a partir de las historias de vida de quienes asisten a las sesiones de nuestros cursos.
¿Cómo construyen conocimiento los estudiantes en su proceso de tránsito por la licenciatura? ¿Cómo distintas asignaturas, cursos, y actividades contribuyen a generar un producto final con el que se demuestra que se es digno de recibir una licencia para ejercer una disciplina profesional? ¿De qué manera sus lugares de trabajo pueden convertirse en contextos dignos para observar procesos sociales más amplios? ¿Qué interacciones visibles sirven de indicios para explorar otros procesos que no son accesibles a la vista pública? ¿Cómo las inquietudes generadas en sus vidas familiares o afectivas los motivan a explorar, analizar y leer determinadas áreas de actuación de las personas? ¿De qué modo las emociones que experimentan en sus vidas cotidianas y en sus horas de presencia en la escuela se convierten en puntos de empatía con las emociones de otras personas con las que interactúan en sus trabajos y en su proceso de aprendizaje y de investigación?
Por más que parezca a partir de los reportes escritos de investigación, que las pesquisas se realizan de manera directa y simple, los cursos para discutir las investigaciones de los estudiantes muestran que en realidad en el proceso de construir conocimiento hay momentos de entusiasmo, de decepción, de titubeo, de frustración, de animadversión al tema o a las personas con las que hay que interactuar y que no se trata de un proceso en el que haya avance uniforme. Tampoco los estudiantes serán capaces de progresar al mismo ritmo ni de decidir si es ésa la pregunta exacta que refleja la inquietud en ese campo temático o disciplinar. Como señala Ricardo Sánchez Puentes (2014), en Enseñar a investigar. Una didáctica nueva de la investigación en ciencias sociales y humanas. UNAM. “…la investigación [es] un proceso complejo en el que concurren numerosas operaciones relacionadas con lo que se enseña al enseñar a investigar, además de desarrollar formas diferentes de enseñar este oficio”. Según este autor, “cada campo científico particular tiene su manera específica de problematizar, de construir sus observables; de imaginar y construir teorías y marcos de fundamentación conceptual, así como de comprobar hipótesis”. Para Sánchez Puentes, defender “una supuesta visión lógico-formal del quehacer científico, no es otra cosa que desvirtuar la generación de conocimiento y pretender presentar de una manera ‘aséptica’ y ‘sin punto de vista’ lo que en realidad sí está situado y sí tiene una perspectiva social y humana”. De tal manera que los procesos de enseñanza de la investigación se asocian con procesos de construcción y recopilación de información en torno a un problema de investigación, y cada estudiante tendrá que diseñar varios de los procesos por los cuales recopilará la información que considere pertinente y cómo podrá analizarla dada su preparación previa (y todo lo que ha sido capaz de aprender y recordar desde el inicio de sus aprendizajes formales e informales). Entre los retos que deben superar los estudiantes que comienzan a investigar se encuentra el de comprender y manejar los procesos de comunicación y de redacción de los reportes para presentar en coloquios, seminarios, sesiones de clase, sesiones de asesoría con los directores de trabajo de titulación, exámenes profesionales. En muchos casos, las convenciones del lenguaje y de estructura de los reportes ayudan a guiar las miradas y las formas de comunicar la información recopilada. La necesidad de estructura, claridad y de hacer explícitas las referencias suelen asociarse a la pertinencia de la información recabada y presentada en cada sesión de las asignaturas, pero también sirven para orientar la escritura de las secciones de los reportes.
En las decisiones de qué y cómo analizar, los estudiantes suelen mostrar manejo de los procesos respecto a qué y con quién recopilar. Muestran su imaginación y su creatividad para diseñar las estrategias para dialogar y observar los procesos que les interesa conocer y comunicar.
El largo camino a la titulación rara vez hace explícito que para culminar un informe final de investigación asociado con un fenómeno empírico o con una reflexión conceptual requiere de varios momentos de exploración, diálogo, retroalimentación. En varias de las sesiones insisto en que el hecho de que trabajemos en “taller” o “seminario” implica que expongan sus trabajos, reflexiones, dudas, inquietudes, no sólo ante los docentes de los cursos, sino que consideren que están ante un grupo de profesionales en formación que también tienen experiencia en esos mismos campos disciplinares, aun cuando no necesariamente estén en el proceso de redactar un informe de investigación sobre el mismo problema o pregunta de investigación. En buena medida, la dinámica de interacción y de cooperación entre los estudiantes que presentan sus avances de una sesión a otra, muestra que hay quien se frustra ante determinada propuesta y decide cambiar de espacio de observación, o de perspectiva, o de referencia teórica, o de autores en los cuales enfatizar su (modesta) contribución al conocimiento.
En sus observaciones y en sus diálogos, algunas estudiantes han mostrado su inquietud de que su reporte parece simplemente la narración de “chismes” de barrio, de pareja o de familia. Parte del reto consiste en señalar cómo “organizar el chisme”, afirman algunos antropólogos, como me comunica mi amigo Enrique Martínez que cita a Gustavo López Castro cuando señala: “nuestra chamba es ordenar el chisme colectivo del pueblo, los chismes personales…”, analizar lo anecdótico es parte del rol de las ciencias sociales: ¿esta instancia es un caso de qué concepto? ¿En qué medida esa anécdota de algo que le sucede o que narra determinada persona es parte de procesos sociales más amplios y reiterados? ¿Cómo la discusión entre los miembros de una pareja refleja normas, expectativas, prescripciones, historias, proyectos y modelos de actuar difundidos más ampliamente en ese entorno, en ese contexto, en esa sociedad y en esa época? ¿Cómo las interacciones entre diferentes personas están regidas por reglas implícitas en las organizaciones, los grupos de edad y las instituciones?
En gran medida, los avances en los informes escritos de investigación reflejan también avances en el manejo de las emociones y del tiempo de los estudiantes, en su administración de los elementos que los distraen de registrar observaciones, en reconocer que algunos sucesos que podrían parecer baladíes son también parte de los elementos de una realidad compleja que requiere de esos pequeños componentes para ayudar a explicar o a comprender determinados procesos de la realidad.
Algunos estudiantes comienzan los cursos expresando algunas inquietudes de investigación muy claras. Algunos señalan que no tienen ni idea de qué pregunta de investigación podría servir como base para un argumento y reporte de investigación con el que demuestren ser profesionales de la ciencia social. Lo que sucederá es que los ritmos de avance no lograrán ser iguales de una sesión a la siguiente, ni siquiera para cada estudiante en comparación consigo mismo. Habrá momentos de estancamiento y habrá momentos en que los flujos de acontecimientos y de información serán tan cuantiosos que convertirlos en reportes escritos implicará un mayor esfuerzo; habrá otros momentos en que parecerá que la información y los entrevistados o los procesos se les ocultan, hasta que diseñan una manera de detectar procesos que no les eran tan accesibles en otros momentos. Los procesos pueden ser fluidos o tardar varios meses en cuajar. Ricardo Piglia, en un comentario a la obra de un artista plástico, cita una historia de Italo Calvino: “Entre muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. Necesito otros cinco años, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurrieron diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto” (https://www.arteuna.com/PLASTICA/eguipren.htm).
En otras palabras, cada estudiante es responsable de su propio aprendizaje. Y cada estudiante aprenderá, avanzará y producirá a su ritmo. En buena medida, nuestro papel como docentes es ayudar a que los estudiantes encuentren sus propios caminos. Por mi parte, yo disfruto las presentaciones y los diálogos a través de las cuales los estudiantes muestran en cada sesión y en cada versión de sus textos cómo se construye paso a paso y detalle a detalle el conocimiento en las ciencias sociales.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com