La paz flagelada
Rubén Zatarain Mendoza*
El 24 de octubre se prevé una celebración más del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), institución cuyo ideal es garantizar la paz, la coexistencia pacífica y la convivencia entre las naciones.
La ONU, como instrumento institucional de voluntades, ahora en su marco de celebración complicado, ante una prueba más de su operatividad y vigencia…
La humanidad es un solo grito que clama y se moviliza de maneras creativas a favor de la paz.
La ONU como garante de la paz ante fuerzas restrictivas.
La cultura de la paz para formar a las nuevas generaciones contra la violencia en todas sus formas y manifestaciones, las páginas de la historia universal sembradas de conflictos bélicos que ilustran la inoperancia del conflicto para construir civilización y comunidad internacional.
Los intereses obtusos de poderes hegemónicos que vulneran su capacidad y eficiencia, y que son negadores de las lecciones aprendidas de la historia universal con su colección de saldos trágicos de la guerra entre las naciones, imponen perspectivas genocidas y de oídos sordos al clamor de millones de personas desarmadas.
Celebrar y hacer la paz es el sentido existencial de la humanidad misma, la necesaria búsqueda de soluciones.
En estos días de fractura del tejido social constitutivo de la paz, se extrañan voces críticas de vocación pacifista como las del norteamericano Noam Chomsky o en el ámbito filosófico la relectura de aportaciones como las de Albert Camus o Jean Paul Sartre, entre otros.
Después de 1945, en el tramo subsecuente de casi 80 años, en estos días, es necesario hacer un inventario de los conflictos y los momentos difíciles que han vivido las naciones en lo individual, en bloques y en conjunto.
El conflicto que se intensificó hace ya más de un año entre israelíes y palestinos en el área de Gaza y que se ha extendido al Líbano, Siria e Irán, amenaza seriamente la viabilidad y cumplimiento del sueño de un mundo en paz.
La guerra entre Rusia y Ucrania como otro punto geográfico del conflicto. Los países de la OTAN, y la siempre dinámica geopolítica a la par de la economía de la guerra entre Brics, euros y dólares, materializada en el incesante flujo de armamento y la lucha manifiesta por materias primas como el petróleo.
El mundo entero está atento a los acontecimientos, y en algunas ciudades europeas, estadounidenses y latinoamericanas, la organización de manifestaciones donde el centro de la demanda colectiva es el alto al llamado “genocidio” del pueblo palestino.
El caso de la guerra entre rusos y dirigentes de Ucrania, el debate internacional sobre el nuevo orden mundial y el reacomodo geopolítico.
La mirada y actitud vigilante de los países pobres y desarmados, los ajenos, los vecinos, los distantes.
El caso Ucrania también ha generado un debate internacional y una manifestación permanente de grupos sociales preocupados por la paz.
El clamor generalizado en contra de la guerra como mecanismo para resolver divergencias poco ha servido para disuadir a los agresores y atenuar la beligerancia de los agredidos.
La guerra como camino equivocado y el lento proceso de aprendizaje, los riesgos y el flagelo de la muerte y destrucción, las guerras mundiales primera y segunda, los largos años de la guerra fría, la carrera armamentista y las tecnologías bélicas en su desarrollo constante, las instituciones desde aquella sociedad de las naciones hasta la ONU como esfuerzos insuficientes para garantizar la paz.
La guerra y sus resultados, los ganadores y vencedores, la redistribución de los centros de hegemonía, las razones y sinrazones que arrastran las tranquilas aguas de la diplomacia y el diálogo constructivo.
La Pedagogía del mal ejemplo, los afanes hegemónicos y de dominación, el perfil neocolonialista en el que deviene la historia reciente, la sociedad líquida en la que resbala la capacidad dialógica y la imposibilidad de empatía.
Las fronteras nacionales y la soberanía como trinchera y justificación para la carrera armamentista, para asumir al país vecino como amenazante.
El círculo vicioso de los desplantes militares y el frágil rol disuasivo de las armas nucleares. El arma letal de última generación y el entrenamiento militar sustentado en obediencia, ceguera paradigmática y magnificación del enemigo.
El odio real y creado entre los pueblos y las naciones, la guerra como recurso al que se le dedican presupuestos millonarios, disparan la ciencia y la tecnología para la demostración de letalidad.
Israel contra Palestina, el discurso del primer ministro Benjamin Netanyahu en el seno de la ONU, y la salida como protesta de algunas delegaciones árabes y simpatizantes de la causa Palestina.
Los oídos que no escuchan, la maquinaria bélica que no se detiene, las municiones y pertrechos que no dejan de fluir, la lucha antiterrorista como justificación, la sobrevivencia de un Estado judío que cuenta con el respaldo incondicional de Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros.
Las imágenes de destrucción que se acumulan en el imaginario colectivo, el lado oscuro de los hacedores de la guerra, la sequía de la solidaridad, los hombres y mujeres sacrificados que yacen ya sin odio, sin falso amor nacionalista y sin bandera.
La búsqueda de sentido de los poderosos en la industria armamentista, los drones, los misiles, los láseres, la inteligencia artificial al servicio de la guerra convencional y de la guerra y dominación del miedo del enemigo.
Los niños y las niñas caídos, las esperanzas y existencias irrecuperables. Las escuelas en escombros, la inteligencia raptada y el presente trágico que quita viabilidad al futuro de Medio Oriente.
La paloma blanca de la paz herida.
¿Puede haber una víctima de guerra más inocente que un niño o niña? La negación del canto, la música y la poesía, las mil y una noches del terror bajo los rechinidos de los tanques o hecha estruendo de bomba y de misil.
Las cartas y las composiciones a favor de la paz de los estudiantes de primaria y secundaria, las redes sociales que ilustran realidades bifrontes, preocupación universal.
La paz lejana conforme pasan los días, los hombres y mujeres que se manifiestan como la activista sueca Greta Thinberg, los oídos cerrados, las voluntades obcecadas, la ONU impotente.
La paz como utopía, las palabras necesarias y el espíritu inspirador de personajes históricos como Mahatma Gandhi, de científicos como Marie Curie o Albert Einstein.
La encrucijada de la humanidad entre guerra y paz, la sociedad ideal imposible, la compleja coexistencia pacífica entre personas, pueblos, religiones y naciones.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]