Qué necesidad

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Alguna vez mi padre me contó que uno de sus pacientes, poseedor de múltiples hectáreas en un pueblo cercano, le dijo que lo apreciaba tanto que le regalaría “un terrenito”, para que construyera una casa de descanso en aquel pueblo. En su narración, mi padre contó que su respuesta inmediata fue de sorpresa y a la vez de rechazo: “¡¿Qué crees que soy tu menso?! Claro que no acepto ese regalo. Yo prefiero que me sigas invitando a tu casa a comer y charlar y que ahí me atiendas el rato que pueda visitarte. Si me regalas un terreno voy a tener que pagar impuestos, comprar materiales de construcción, tendré la obligación de supervisar cómo va la obra. Ya que esté terminada tendré que visitar el lugar, limpiar, asegurar que el camino funcione y todos los servicios: pagar agua, electricidad, alguien que limpie y cuide, poner plantas, planear mis viajes y qué llevaré. No, gracias. Mejor sigamos tan amigos como siempre”, narró que fue su reacción.

Así que la amistad entre el médico y el paciente siguió como era antes de la ocurrencia. Seguramente el rechazar el regalo les ahorró muchos dineros, conflictos, dolores de espalda y de cabeza. Además de tiempo de trámites en las oficinas de notarios, agrimensores, arquitectos, burocracias, tiendas de materiales para construcción, mueblerías, mercados, surtidoras de instrumentos y líquidos para limpieza. Y siguieron su conversación muy quitados de esas penas que se cernían sobre sus cabezas llenas de canas. Aunque quizá mi padre no citaría la canción del divo de Juárez, la estrofa de tanta fama se aplica a ése y a otros muchos casos.

Los humanos tenemos la tendencia a meternos constantemente en problemas y aporías; es decir, algunas situaciones que tienen solución y otras que parecen resolubles pero que son imposibles. No siempre aprendemos la diferencia entre esos dos tipos de situaciones y nos esforzamos por resolver desafíos y enredos en los que no teníamos necesidad de involucrarnos. Nos metemos en espinosos berenjenales con escaso beneficio posible para nosotros. Y rara vez logramos calcular, tanteando el agua a los camotes con nuestros ojos de supuestos buenos cuberos, si en verdad los costos serán adecuados para los beneficios que obtendremos de meternos a resolver un problema generando unas cuantas docenas más. La verdad es que mi padre no tenía problema de dónde o con quién dialogar y pudo identificar que ser dueño de un “pedacito de planeta”, como dice mi amigo Francisco Pamplona, en realidad no es la solución para el problema de las interacciones dialógicas con sus amigos, sus pacientes o sus parientes. Los pedacitos de planeta en que interactuaba con las personas le resolvían bastante bien los problemas de la auscultación, de la historia clínica y de la exploración social.

En muchas de las situaciones de la vida cotidiana encontramos a humanos que enfrentan problemas generando otras dificultades. Así, es muy común el planteamiento del problema: “no es bueno que la gente esté sola. Resuelve el problema y consigue compañía. Y si tienes dinero y empleo, será mejor”. De tal modo, la interacción social y económica se convierte en una cadena de problemas y desafíos a los que no toda la gente quisiera enfrentarse, al menos no durante largas décadas. Un ejemplo: hay quien consigue un trabajo para tener ingresos y mantener a su familia. Para darles vivienda compra casa y coche y para ello pide préstamos de dinero, dado que tiene un empleo que garantiza que seguirá recibiendo ingresos. Así que tiene deudas que le preocupan. Y no puede dejar de trabajar porque tiene que pagar coche que lo lleva al trabajo con un costo y pagar casa para descansar del trabajo y dar vivienda a la familia y las múltiples mascotas que piden los miembros de su familia para sentirse acompañados mientras los adultos trabajan para mantener a los hijos, los gastos de la vivienda, la alimentación, el coche y las mascotas. ¿Qué necesidad?, podrían plantearse las personas que viven en la soltería, pero en cambio el modelo se convierte en una aspiración para muchos que aprenden que la vida social y sexoafectiva requiere de muchas horas de trabajo y horas de traslado. Así que quien quiere azul celeste, que se acueste y que le cueste.

Hay otras alternativas para plantear el problema del terreno y sus servicios. Mi amigo Édgar me contó que un sacerdote en un determinado pueblo declaró su amor por sus habitantes y que había decidido avecindarse para esperar y despedir desde ahí sus últimos días de vida. Un alma caritativa le regaló un terreno muy céntrico y así el sacerdote pudo retirarse literalmente DEL pueblo en vez de EN EL pueblo, al venderlo con un gran beneficio y trasladarse a tener problemas de nostalgia y de impuestos prediales en otra parte del mundo. El problema del desprestigio suele ser de poca monta cuando se cuenta con dinero para comprar cera suficiente para hacer oídos sordos a los resentidos de aquel pueblo del que pronto olvidó el nombre.

Es muy frecuente que la gente aspire a ganarse “¡un auto!” que seguramente conlleva un olor a nuevo y mucho brillo en sus metales durante los primeros momentos. Pero ganarse un objeto de esos suele ser lo mismo que ganarse el tigre de la rifa: es cosa bonita, costosa, peligrosa y encandiladora. En México recordamos con un cierto humor negro las dificultades que pasó el pejidente saliente para deshacerse de un avión que de tan bonito nadie quería ni comprado ni rifado y que acabó en un exilio que costó a los contribuyentes de este país para ya no tener que pagar los gastos de conservarlo en tierra o en aire patrios. Al igual que el auto o el tigre de la rifa, el problema fue menor para conseguirlo y descomunal para deshacerse de él.

Hay muchos problemas que también logran fama, aunque sea para los especialistas en determinados ámbitos. Hay algunos problemas matemáticos que son populares entre la tropa de calculadores y que se retuercen la tripa tratando de resolverlos (https://www.menshealth.com/es/tecnologia/a42240703/los-10-problemas-matematicos-mas-dificiles/). Al menos en ese talante, habremos de reconocer que los números primos y también nuestros primos están involucrados en numerosos problemas de difícil o imposible solución. Ya no se trata de simples mecanizaciones que aprendimos en la primaria. Por cierto, los problemas mecánicos en diversas máquinas son de más fama que los de los números abstractos y los que más fama adquieren son precisamente las dificultades de los coches, que los tienen por montones en sus sistemas motrices o sus artilugios para transmisión, además de los posibles de oxidación, electricidad y otros objetos que implican riesgos o deterioros.

En términos de educación, es frecuente que en nuestras escuelas se nos enseñen procedimientos para identificar, plantear y resolver problemas en nuestras especialidades, aunque no siempre somos capaces de plantear y solucionar problemas o siquiera imaginarlos, en otros ámbitos. ¿Cuáles son y cómo resuelven sus problemas las personas indigentes? ¿Cómo analizan las situaciones y relaciones sociales las personas que no saben leer o que tienen escasas habilidades sociales en cuanto al manejo del lenguaje, las sutilezas de los tonos de voz o del lenguaje corporal? ¿Cómo resuelven y plantean desafíos los especialistas de otras disciplinas que no conocemos de cerca? Ni siquiera somos conscientes de las diferencia entre los problemas y las aporías en cuanto “gemelas malvadas” o isómeros (https://www.euston96.com/isomeros/) que tienen elementos muy similares pero que tienen consecuencias diferentes. Así, a veces nos topamos con aporías que creemos que serán resolubles, pero que en realidad sólo lo parecen (o viceversa, creemos que es imposible, pero sí es soluble: (Aporía – Wikipedia, la enciclopedia libre).

En nuestros contextos institucionales solemos encontrarnos con algunos protocolos para la toma de decisiones a partir de problemas que ya han sido definidos desde la lógica de determinadas disciplinas. Sin embargo, no siempre somos conscientes de si hay necesidad (o posibilidad) de resolver determinados problemas. A veces nos topamos con promesas de resolución de parte de tecnologías, aproximaciones y metodologías, que en realidad nos llevarán a callejones sin salida. En otros casos, es sólo nuestra miopía la que nos impide plantear qué problemas estaremos adquiriendo al conseguir determinadas soluciones a otros problemas. ¿Qué problemas hay, cómo se resuelven en tu institución y en tu entorno? ¿Son necesarios? ¿Son resolubles?

Como en la canción que dice “Sin necesidad, tú prometiste muchas cosas… pero mintieron tus promesas”, las soluciones a determinados problemas a veces ignoran que solucionar determinado problema generará otro. Como ya señalé arriba, la solución al “problema de la soledad” puede conllevar la generación de otros problemas que nos complicarán la vida. Y pues ¿para qué tanto problema? Ciertamente, “problemas” tenemos todos y en eso se nos irá la vida; lo que debemos decidir es si deseamos enfrentarlos como una forma de fortalecer y ejercitar nuestros músculos y neuronas y hacernos los especialistas en resolver ese TIPO de problemas para nosotros y para los otros. Así, habrá quien vea el “problema” de la corrupción como aporía, y otros más, como el de la retención de la información y evitar el deterioro de nuestras habilidades motoras y cognitivas, pero habrá quienes consideren esos problemas (aparentes aporías) como dignas de resolución creativa. De tal modo, vale la pena que al emprender procesos asociados con estudio, matrimonio, negocio, viaje, mascota, coche, zapatos, bici, empleo, reconozcamos cómo derivan en complicarse la vida y que también habrá quién haya encontrado, con éxito, el ánimo para asumir y resolver retos que para otros son innecesarios o demasiado riesgosos.

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Alicia Glez.
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    El precio de estar vivo, consiste en resolver problemas. En ocasiones, cuando aparentemente nos libramos de ellos, nos generamos otros simultáneamente. Tal sería el caso de aquel que por evitar engorrosos trámites y pagos de una casa propia, está destinado a pagar renta de por vida.

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