Infraestructura

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

 

Ahí está, por debajo de todo lo demás. Sirve de sustento para todo lo que haya que añadirle encima: sean personas, objetos, actividades, planes, historias, anécdotas, proyectos, interpretaciones. Sobre eso ponemos los pies, aunque a veces también la cabeza y sus ideas. El concepto de infraestructura ha sido base de otros conceptos, al igual que la realidad que denota este concepto lo es para construir, analizar, destruir y rehabilitar (https://concepto.de/infraestructura/). Se relaciona con lo concreto, pero también con el maderamen, algunas fibras y con múltiples productos que servirán para fundamentar muchas otras actividades.

Suele asociarse este término con las calles, los edificios, las banquetas, los puentes, las antenas y otros equipamientos de las construcciones. Además, con profesiones y oficios comunes a los que se dedican especialistas y generalistas en determinadas áreas. Así como hay profesiones de las que se han acuñado términos despectivos por aquellas ocasiones en que no cumplen adecuadamente las responsabilidades del oficio (“psicólocos”, “abogángsters”, “matasanos”), para los especialistas diversos encargados de diseñar, construir y dar mantenimiento a las infraestructuras urbanas y escolares se han utilizado denominaciones como “arquineptos”, “engañiles”, “ingeniebrios”. En muchas ocasiones nos hemos enterado de las fallas en las infraestructuras que no deberían suceder y éstas suelen darse porque los coordinadores de las obras desconocen que hay especialistas en infraestructura a los que no contratan; o simplemente hacen, como hacemos muchos al autorecetarnos, o al intentar reparar nosotros mismos determinados problemas de nuestras casas o coches, que algún especialista de otro campo lo resuelva. Quien inicia una obra e ignora que existen especialistas del paisaje se topará con que la construcción puede ser muy bonita por dentro, pero resulta un esperpento al verla dentro de un conjunto de construcciones o en un determinado paisaje. Quien ignora que existen especialistas en calcular las resistencias de determinados materiales y en evaluar las condiciones de los suelos, probablemente tendrá menos éxito en sus construcciones o sus obras tendrán mayor decadencia o definitivamente caerán, en comparación con quienes se aseguran de contrato en el equipo constructivo a quien conoce y ha manejado determinados detalles.

En nuestra vida escolar utilizamos calles, banquetas, plazas, patios, aulas, techumbres, rejas, protecciones, barandales, ventanas y ventanales, ingresos, pasillos, rutas, que han sido diseñadas teniendo en cuenta las condiciones del terreno, la iluminación, los climas, las estaciones del año, las especies vegetales regionales, los usos, el aforo, el peso de las personas, los equipos y la construcción, la duración estimada de las infraestructura, las necesidades y materiales necesarios para su mantenimiento, el mobiliario que apoyará las actividades a realizarse en cada espacio del plantel. O quizá no hubo quien diseñara todo eso y simplemente se establece una escuela en un espacio que no fue diseñado originalmente como escuela, o que lo fue, en condiciones presupuestales o demográficas diferentes. Lo hemos visto en las escuelas, aunque también en los hospitales o en las casas habitación o en diversos establecimientos comerciales o de servicios: en determinados momentos esas infraestructuras fueron pensadas y construidas con determinados usos en mente, aunque luego se adaptaron, relativamente, a los usos de las escuelas. Así, hemos sabido de espacios que alguna vez fueron pensados para viviendas y que se comenzaron a utilizar con fines pedagógicos. Así como existen muchas cocheras de casas que se convierten en loncherías, papelerías, tiendas de ropa u otros cachivaches, talleres para la reparación o fabricación de diversos objetos, comestibles o portables, así también hemos observado que hay construcciones que se adaptan, más que remodelarse, para albergar escuelas. Lo que incide también en el paisaje del barrio y en las rutas y horarios de salida y entrada a las actividades laborales y escolares de determinadas zonas.

Nos hemos enterado quizá, de zonas en las que se concentran varias escuelas. Como bien señalaba mi amigo Jorge cuando estableció un local comercial frente a un templo, para aprovechar la clientela del credo espiritual para venderles consuelos materiales a sus necesidades, a veces las instituciones de educación se concentran en espacios contiguos. Aun cuando no sean de una misma organización o nivel de gobierno, es frecuente que, una vez establecida una escuela primaria en un barrio, pronto se establezca un jardín de niños y una secundaria, para añadir después una preparatoria y hasta algunas carreras a nivel licenciatura y posgrado. Las escuelas atraerán otras escuelas, además de múltiples negocios asociados: papelerías con copiadoras e impresoras, establecimientos de comida preparada y empacada para meter a la escuela o para llevar después de la salida de clase, o para que los adultos de la familia elaboren la comida mientras los chamacos se esfuerzan en sus aprendizajes y socialización, o para la venta de ropa, calzado y uniformes, entre otras diversas opciones que acabarán por dar vida y a la vez complicar el tránsito por la zona en determinadas horas del determinados días de la semana.

Sabemos que las escuelas atraen a mucha gente a pie, en coches, en bicicletas y hasta en motocicletas. En algunos casos, quienes diseñaron los planteles dedicaron espacios para acomodar carreolas, andaderas, pañaleras, mochilas, para cambios de pañales o para personas con necesidades especiales de desplazamiento. Hay escuelas con estanterías y hay escuelas en las que la gente en algún momento se tropezará con mochilas, cuadernos y hasta con los estudiantes que trabajan esparcidos por los espacios escolares, sea con sillas, mesas, mesabancos, cojines, sillones, tapetes, cartones o sin ellos.

Además de las afectaciones que implica la existencia de escuelas en determinados espacios del pueblo o la ciudad, por el tráfico o por los vehículos estacionados, por los ciclopuertos o los espacios para motocicletas y otros adminículos, quienes diseñan los planteles deben tomar en cuenta las edades de quienes harán uso de esas instalaciones. ¿Podrán llegar caminando? ¿Están en posibilidades de subir escaleras y rampas, de sentarse en el mobiliario provisto? ¿Se generarán condiciones seguras en relación a barandales, protecciones, entradas y salidas? ¿Hay iluminación y ventilación suficientes?

En muchas ocasiones hemos observado que las escuelas u otros establecimientos se ubican en lugares demasiado ruidosos. A veces porque pasa cerca una vía muy transitada por vehículos ruidosos, ya sea un ferrocarril, una serie de camiones, motocicletas, vendedores de diversos productos o servicios que anuncian con altavoz. No siempre quienes diseñan los planteles toman en cuenta esos factores y, en especial si acudieron poco a las aulas de la escuela de la que egresaron, probablemente ni se les ocurra que son elementos a tomar en cuenta en el momento de diseñar, construir y dar mantenimiento a los edificios e instalaciones.

Así como en cada peregrinación de carácter espiritual existen quienes la siguen (o se instalan a su vera, como muestra la investigación de Dan Hael Nava de 2015: “Vivir de milagro. La peregrinación a la virgen de Talpa como espacio de desarrollo social” https://riudg.udg.mx/visor/pdfjs/viewer.jsp?in=j&pdf=20.500.12104/82990/1/MCUCSH10291FT.pdf) para vender paletas, lonches, agua, sombreros, agujetas y otros adminículos, a las escuelas acuden múltiples vendedores que construyen sus sinergias empresariales a partir de la existencia de una clientela “cautiva” dentro de una infraestructura y que es liberada a las calles en determinados momentos del día. A veces esos establecimientos no resultan tan bien establecidos y los vendedores realizan sus ventas sobre las banquetas o sobre las calles, estorbando el paso fluido de peatones o de vehículos. No es excepcional que ocurran algunos percances y molestias para los transeúntes y ocupantes de vehículos, pues habrá otras personas que se detengan a comprar o a negociar entregas posteriores con los comerciantes asociados a las escuelas.

Por otra parte, como ya señalaba la máxima de Ignacio Díaz Morales, tallada en la escuela de arquitectura del iteso (sitio en el municipio de Tlaquepaque), del “acto humano perfecto” que debe propiciar la construcción de infraestructuras, habrá que considerar que el diseño de los planteles no se limita a los edificios. Sino que hay que pensar en quién los usará, qué actividades se desarrollarán, qué equipos se requerirán, qué flujos serán necesarios (de dinero, de electricidad, de aguas potables o de drenajes, de aire, de sonidos) y qué flujos queremos evitar dentro de ellos (de alcohol, de drogas, de agresiones, de balas, de ruidos molestos, de personas ajenas a las actividades centrales). ¿Se han tomado en cuenta las actividades, las condiciones, las estaturas y las edades de los usuarios, el tipo de aislamiento y de ventilación necesarios y pertinentes en determinadas horas y en la estaciones del año en que se utilizarán los planteles? ¿Son los planteles de tu ciudad o de tu barrio esperpentos, estorbos, fuentes de contaminación auditiva o de basura? ¿O son, en cambio, agradables a la vista, invitan a una estancia apacible, al estudio, a la comunicación sin sobresaltos? ¿Están siquiera bien diseñadas las veredas, las zonas de socialización, de comida, de cuidado? ¿Son accesibles y seguras las entradas y salidas en los horarios en que funciona el plantel? ¿Hay servicios de transporte adecuados o manera de acceder con seguridad y oportunidad? ¿Existen los contactos suficientes para la toma de electricidad y para conectar los equipos en los puntos en los que puedan ser más útiles y menos estorbosos para las actividades de la enseñanza y el aprendizaje? ¿Hay servicios sanitarios? En México solemos mentir constantemente al señalar que en las escuelas hay “baños”, pero es bien sabido que en esas instalaciones es rarísimo que haya duchas para bañarse y que, en algunas de ellas ni siquiera hay coladeras para que fluya el agua en caso de bañarse “a jicarazos” con agua de los lavabos. Hay salones “de usos múltiples” que suelen permanecer cerrados para no estorbar otras actividades, o hay actividades que son incompatibles en determinados espacios, aun cuando hayan sido designados -pero no diseñados- para unas y otras y acaban siendo alternativas excluyentes entre sí. ¿Cómo vives los espacios de la escuela en la que trabajas o estudias? ¿Cómo han sido las escuelas de tu infancia y de tu preparación posterior? ¿Hay algo que debería existir y es notable? ¿Algunos ruidos u obstáculos que no deberían estar en la vecindad de las aulas y del plantel?

 

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Cristina Rodríguez Velasco
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    Gracias por compartir sus conocimientos

  • Margarita Teyna
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    Muy interesante para la reflexión, el texto me llevó a pensar en las remodelaciones de las escuelas, particularmente las públicas, donde se pierde el diseño y la planificación original y se vuelven espacios que parecen a veces centros de encierro. Gracias por compartir. .

  • Maria Catalina González Pérez
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    Creo que es un factor para la motivación de ir a la escuela. “¿Qué les cuesta diseñar edificios confortables y agradables?” He visitado escuelas en las que hay un gran esfuerzo por parte de las familias, docentes y directivos para contar con un espacio grato. Ahora con la desaparición de la instancia que se encargaba de la infraestructura, a nivel local ¿quién se va a hacer responsable? Aunque tampoco había mucho apoyo.

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