La trampa de la adaptación

 en Carlos Arturo

Carlos Arturo Espadas Interián*

La adaptación implica la aceptación de las condiciones de los medios donde cada ser humano se desenvuelve. Es la capacidad para modificarse usando los recursos disponibles para responder a los cambios, por ello se acepta que los entornos son cambiantes y que cada ser humano debe responder a ellos, así como los organismos responden a los cambios del clima, por ejemplo; es decir, cambian los organismos, pero no el clima.
Un planteamiento al que difícilmente alguien se opondrá tiene que ver con reconocer que la realidad y el mundo cambian. Este argumento sirve como punta de lanza para abrir las puertas al concepto de la adaptación, con todo lo que implica. La adaptación se maneja y trabaja como la capacidad de responder a los cambios, pero también tiene aparejado otros elementos que permiten constituirse en uno de los pivotes de las concepciones de mundo que se están empujando desde el nuevo paradigma histórico-cultural.
Existe una diferencia fundamental entre la adaptación, el cambio y la transformación, aunque estos dos últimos conceptos son de naturaleza distinta y en su lugar se tendría que realizar la diferenciación entre adaptación y evolución. Para efecto de los parámetros socio-históricos, es necesario hablar de procesos de cambio y transformación.
El cambio es sustituir lo existente. La transformación es tomar lo que existe para modificarlo. De entrada, el primero implica eliminar lo existente y construir algo nuevo. El segundo implica trabajar con lo que se tiene para realizar modificaciones.
Las posibles preguntas que se pudieran realizar en el primer caso tendrán que estar remitidas al hecho: de entrada, descartar todo, implicará que, ¿no hay cosas salvables? En ese proceso, ¿se corre el riesgo de sacrificar algo valioso?
La posible pregunta en el segundo caso implicará: ¿hasta dónde recuperar algo imprimirá destino? Se debe considerar que la transformación pudiera ser mínima o radical, tal es el caso de una transformación como la metamorfosis.
Independientemente si se considera el cambio o la transformación, ambos contemplan la modificación, no del sujeto, sino de la realidad sociohistórica, cultural, económica y política.
La adaptación, en el fondo con su flexibilidad que la sustenta y la dimensión que radica en el sujeto, así como su campo de acción por naturaleza que radica en el individuo, implica que las cosas sigan igual, implica la imposibilidad de realizar transformaciones sociohistóricas.
La adaptación no rompe con el orden estructural establecido, únicamente posibilita la docilidad del individuo que debe aceptar y adecuarse para existir en un mundo que no tiene por qué cambiar.
La adaptación entonces propiciará la armonía, una armonía que favorece al grupo hegemónico y que desfavorece a quienes se encuentran en condiciones de existencia desfavorecida. Es decir, resulta funcional para la estructura de poder y representa la imposibilidad de quienes sufren y se encuentran sometidos.
Estos fundamentos y principios subyacentes que apuntalan la adaptación, serían funcionales en una sociedad y cultura ideales, sin embargo, en un mundo como el nuestro ¿hasta dónde?

*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. [email protected]

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar