“Nada me parece justo en siendo contra mi gusto”*

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz**

 

La Feria Internacional del Libro que se realiza en las fronteras de Zapopan y Guadalajara, a fines de noviembre llega ya a su trigésima séptima edición. Desde sus orígenes ha despertado críticas, en especial porque, con recursos de la universidad pública, esta empresa se manejó con una lógica patrimonialista de parte de Raúl Padilla López y lo que algunos llaman “la burocracia dorada”. Casualmente, las cuentas rara vez salen a favor de la UdeG, de donde salen los recursos para su promoción y organización. De las decenas de millones que se reciben, es frecuente que se afirme que, tras la feria-mercado las cuentas “quedaron tablas” o que la universidad salió poniendo al asunto. Que estén a punto de cumplirse cuatro décadas de esa feria quizá no es muy buena noticia para las arcas universitarias, si cada vez que se organiza el negocio resultan números rojos. Fuera del pequeño detalle “patrimonialista”, resulta que en esta edición, realizada el mismo año de la muerte de Padilla López, a quien se le adjudica la idea de crear la feria, también se incluyó un largo homenaje para recordar la vida y milagros del exlíder estudiantil y denominado “cacique” universitario, sobre todo en su carácter de “promotor cultural”.

Esta reunión anual, que por muchos años, se afirma, se ha colocado únicamente por detrás de la Feria de libros de Frankfurt junto al río Meno, afortunadamente no se realiza cuando la avenida López Mateos se convierte en un río que corre de Zapopan hacia Guadalajara. Ya sabemos que para crear un libro no bastan los escritores, sino que suele haber detrás de sus esfuerzos todo un conjunto de personas dedicadas a la edición, impresión, ilustración, traducción. Y a las que suelen acompañar cantantes, músicos con sus instrumentos, bailarines y promotores de otros espectáculos. Además, la gente necesita comer mientras festeja, así que en torno a la FIL se han establecido múltiples lugares para atender a comensales de distintos presupuestos. Habrá quien prefiera llegar temprano o permanecer en la feria varios días, lo que ha significado que los hoteles de los alrededores también se llenen, al igual que los estacionamientos, en donde se albergan coches, motos y bicicletas. Lo que deriva en aceras atestadas de peatones y calles en las que se embotellan múltiples vehículos de quienes acuden, quienes pasan y quienes ya no quieren el queso representado en los libros, sino salir de la ratonera de la Expo.

En la feria habrá siempre quien dé razones en torno a la justificación de un parecer, como afirma David Toscana (https://letraslibres.com/cultura/david-toscana-como-va-en-la-feria/). Por lo que expongo aquí algunos de esos pareceres. La edición XXXVII de la feria tapatía-zapopana tiene distintos matices:

 

  1. Es tendenciosa, dicen unos. La Feria del Libro de Guadalajara siempre es una especie de cónclave de derecha, afirma el presidente de la República Mexicana (https://lopezdoriga.com/nacional/fil-guadalajara-conclave-derecha-amlo-lopez-obrador/) y en video (https://www.youtube.com/watch?v=AqalS4wxthQ). Aun cuando el actual director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II sea un asistente habitual y hasta se invite a autores de otras tendencias más allá del neoconservadurismo, el veteroconservadurismo o el neoliberalismo, AMLO afirma que no asiste a la FIL por constituir ese cónclave de personas a las que considera adversarios y a quienes les da por conservar y promover la tradición de la lectura;
  2. Es un negocio, afirman otros. Tras casi cuatro décadas, se puede pensar que es razonable rentar un espacio por una semana, en vez de tener una librería funcionando todo el año. ¿Será quizá un ahorro de cincuenta veces lo que costaría tener su propio local en una ciudad a lo largo del año? Quienes quisiéramos muchos libros por poco dinero no podemos sino reconocer que los editores y libreros también tienen que comer y hacer otros gastos, para los que hemos de contribuir al comprar los ansiados productos que ofrecen a los bibliófilos;
  3. Es obsoleta, señalan quienes prefieren obtener información de fuentes no impresas. Mientras que los libros ya son menos frecuentes, por otra parte, pedirlos puede ser mucho más rápido que antes, si es que no están en el local al que acudimos a buscarlos. Así que hay quien prefiere utilizar internet para hacer sus búsquedas en vez de caminar entre librerías, multitudes, exposiciones y el ruido que suscitan los diálogos, los encuentros, los festejos y las múltiples actividades en torno a esos productos impresos del intelecto humano. Para otros, habría que resaltar que tenemos pantallas que nos permiten leer y marcar los textos, sin representar un espacio en un librero doméstico;
  4. Es imposible leer tanto, dicen otros. Umberto Eco (1932-2016) señalaba, al hablar de la biblioteca personal (https://lapiedradesisifo.com/2016/02/18/la-antibiblioteca-para-que-sirve-acumular-en-nuestra-biblioteca-libros-que-no-vamos-a-leer/) que buena parte de los libros que acumulamos no alcanzaremos a leerlos, aunque probablemente sí podremos consultarlos en porciones específicas. Alejandro Gasero (2016) enfatiza: “Hay que tener en cuenta que si una persona lee una media de un libro a la semana durante setenta años de vida al morir habrá completado la birriosa cantidad de 3.120 libros. Y, sin embargo, hay gente que acumula varias veces esa cantidad sin inmutarse siquiera ante la imposibilidad de leerlos todos(…) incluso existe un nombre, tsundoku, para la supuesta enfermedad de acaparar libros como si no hubiera mañana, incluso a sabiendas de que no se van a leer”;
  5. Es inútil para muchos de quienes asisten, repelan otras personas. Muchos estudiantes estorbosos, que nada más están ahí sin saber a qué fueron, me comentó recientemente una amiga. Nada más los llevan y se la pasan platicando o sentados. No sé si la queja estará justificada porque los estudiantes no siempre tienen el dinero o los conocimientos para ir a buscar un carretón de libros y transportarlos luego a sus hogares;
  6. Es vergonzosa, según resulta para algunos. “Antes de que me pregunten”, dicen que dijo Samuel García algo así como: “los cuatro evangelistas eran tres: Juan y Mateo”. En su intento de burlarse de Peña Nieto, en realidad el “junior” golfista y casado con una “influencia” de origen neoleonés se equivocó de título y autores de un solo libro, no de tres, como le pidieron a Peña Nieto que enumerara (https://tribunadelabahia.com.mx/samuel-garcia-pena-nieto-fil/). Ante tanta ignorancia, vale preguntarse si, dejados en manos de los políticos (de derecha, de izquierda o de centro del librero) seguirán existiendo los libros. Por una parte, a los políticos les da por pagar para que alguien los escriba y firme con su nombre, o les da por quemar los libros ajenos, o les da, simplemente, por no ir a buscarlos a librerías o ferias;
  7. Es confusa y apabullante, señalan algunos. Ciertamente hay mucho ruido, hay muchos libros malos, hay muchos más que tienen mentiras o información falsa, o promesas de proyectos que no se lograrán. Hay mucha gente, muchos olores, se genera mucha basura, se talan muchos árboles para imprimir información que promueve productos que no existen en la vida concreta: medicinas, salvación eterna, poesía, utopías, historias ficticias, biografías incompletas; hay contradicciones entre unos libros y otros; los hay de diferentes tamaños y no caben en las mismas estanterías; los hay de idiomas que no comprendemos y los hay en idiomas que la gente maneja distinto a como nos los enseñaron en casa y en la escuela. Además, en la FIL se da una enorme oferta de coloquios, conferencias, presentaciones, diálogos. Van autores que nos son conocidos y muchos a los que desconocemos;
  8. Es pretexto para acciones no asociadas a la producción y consumo de libros. Espacio de manifestaciones políticas y de desfile de candidatos y aspirantes a lectores y escritores, espacio y ocasión para encontrarse amigos y enemigos, rivales y aliados, para que nos roben la cartera, el celular o el corazón. Además de las muchas negociaciones entre profesionales de la escritura, la traducción y la edición, libreros e impresores, se manifiestan diversas acciones que no gustan a todos los asistentes: habrá quien se ufane de sus nuevos libros, habrá quien llore por no encontrar los títulos o las ediciones por las que esperó todo el año; habrá quien sólo vaya de mirón y no compre libro alguno; habrá quien sólo vaya a vender libros u otros artículos pero no tenga intención de leer ni uno solo de los libros que con tanto entusiasmo fueron transportados a la feria;
  9. Es posibilidad de iniciarse en los laberintos de la bibliofilia. Empezando por las imágenes de los libros y de las letras, continuando por el olor del libro recién impreso, terminando con las otras emociones de asistir con alguien a quien queremos, o de haber ido sin esa persona que hubiéramos querido que estuviera con nosotros para compartir lecturas, presentaciones, conferencias, risas, simpatías y antipatías. Lástima por los FILófobos y bibliófilos que se quedarán, quejándose, de las grandes desventajas de estas confusas y complejas actividades librescas.

 

En pocas palabras, es una feria, un mercado, un festival, un festejo, un cónclave, un aquelarre, una confusión, además de un lamento por no haber en ella lo que buscamos o por no haber en nuestros bolsillos el dinero suficiente para comprar más libros y en nuestros hogares e instituciones más espacios para ubicarlos. Quizá, también, ocasión para embarcarse en la posibilidad de trascender, con la lectura, las fronteras de nuestros limitados mundos cotidianos.

 

*Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño, 1635).

 

**Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología. Universidad de Guadalajara. [email protected]

Comentarios
  • Alicia González Romero

    Interesante espacio, organizado, como lo hacen otros grupos, para, escuchar y presentar ideas en pro de un mundo sustentable.
    Buen tema y artículo, como siempre! Felicidades!

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