Ámbitos complicados
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
Hay una escena en la película “Seis días y siete noches” en donde el personaje de Harrison Ford (actor al que conocimos en Star Wars y como Indiana Jones, nacido en 1942) hace explícito su enamoramiento por el personaje encarnado por Anne Heche (1969-2022; a la que asociamos con el chisme de haber sido pareja de Ellen de Generes y por su trágica muerte en un incendio en su coche). “Estoy dispuesto a complicarme la vida. Mucho”, afirma. La historia que se narra en ese film de 1998 pretende ser cómica con un poco de aventura en una isla desierta. Aunque no es la historia más recomendable. A mi entender, esa breve escena sintetiza un sentimiento que muchos hemos experimentado en el momento en que tomamos conciencia de que estamos dispuestos a asumir las complicaciones de un compromiso.
Como afirma Esther Perel en una entrevista con Lewis Howes, buena parte del significado de nuestras vidas está asociado con los ámbitos del afecto y del trabajo (https://youtu.be/VXMTG8prP7s?si=f6I-Bi5V-41SJKX2). Hay reglas y obligaciones en esos ámbitos, afirma la psicoterapeuta belga nacida en 1958, lo que afecta las relaciones que establecemos dentro de ellos. Habría que añadir que también en el ámbito de la educación existen una serie de constreñimientos normativos que nos obligan a ajustarlo o a realizar grandes esfuerzos para modificar el estado en que los encontramos. No es que las relaciones nuevas que establecemos con una pareja ya tengan reglas, sino que existe un “modelo” (por ejemplo, el del amor romántico; el del trabajo eficiente o el del estudio efectivo) al que nos vemos obligados a ajustarnos. Así, en las parejas y en las familias, en los trabajos y en las escuelas, esa complicación de la vida se realiza dentro de un marco previamente establecido respecto a los roles que han de asumir las personas con las que establecemos las relaciones y que incluyen un rol correspondiente. Es claro que lo se espera de las relaciones entre “pares” (o iguales) en cada uno de los ámbitos, no se define únicamente por quienes participan en esas relaciones, sino que se enmarcan en una serie de requerimientos contractuales preexistentes. Incluso la pregunta “tú y yo, ¿qué somos?” que suelen plantear algunas personas cuando sienten la necesidad de etiquetarse, definirse, considerarse o comportarse en relación con otros, es un síntoma de que esa etiqueta, además de la respuesta de “humanos”, ayudará a definir los límites de lo posible en determinados ámbitos.
En el ámbito del amor hay varios papeles posibles: de pareja/cónyuges, de madre/padre, de hija/hijo, de nieta/nieto, de abuela/abuelo o de una gran variedad de parentescos en distintos grados y cercanías o frecuencia de trato. Igualmente, en el ámbito laboral tenemos que asumir una posición frente a otras personas que actúan en ese ámbito: jefe frente a subordinado, compañero frente a parte del mismo ámbito pero con relaciones estrechas o laxas. Finalmente, en el ámbito de la educación, además de constituir un ámbito laboral, se establece una relación pedagógica que puede ser de compañeros, colegas, docentes frente a estudiantes, además de pasantes, graduados, exmaestros o exalumnos. Del mismo modo en que en el ámbito afectivo es imposible cambiar la relación entre abuelos o progenitores con su descendencia, aun cuando cambien las edades y crezca la autoridad de los hijos y nietos, o se sigue considerando expareja a alguien con quien se tuvo una relación más activa, en los ámbitos laboral y educativo suele perpetuarse una relación que parecería definir que si alguien fue nuestra jefa, conservará cierta autoridad sobre nosotros aun cuando se extinga o se invierta la relación o si alguien fue nuestra profesora, siempre lo veremos como un modelo a seguir, aun cuando en determinado momento sea ya un colega, de la misma manera que los nietos e hijos logran convertirse en adultos y definir sus propias trayectorias vitales.
Hace algunos años, el autor Dante Medina (nacido en 1954), afirmó que su relación con la Universidad de Guadalajara había durado más años que cualquier relación de pareja, expresión que bien puede complementar la disposición a complicarse (mucho) la vida del personaje de Ford citado arriba. Buena parte de nuestras vidas la pasamos dentro de un círculo de relativo afecto familiar en distintos roles, por más disfuncional que consideremos la familia en la que estemos insertos. De manera paralela, pasamos muchos años de preparación formal en el ámbito educativo: para integrarnos en una sociedad debemos practicar una serie de habilidades a las que se obliga a todos los miembros de esa clase social, familia, sociedad, barrio, nacionalidad, género, idioma. Además de las habilidades más especializadas a las que nos comprometemos con la esperanza de integrarnos o ascender en el ámbito educativo, con vistas a mejorar en el ámbito laboral. Ciertamente, nuestros años en las aulas pueden durar mucho más que las relaciones estrechas con nuestras familias o con nuestras parejas (por ejemplo: (https://www.lasexta.com/tecnologia-tecnoxplora/ciencia/segun-ciencia-esto-que-dura-promedio-relacion-amorosa_2023082464e737b85df8e30001e2ee1a.html#:~:text=CUATRO%20ETAPAS-,Según%20la%20ciencia%2C%20esto%20es%20lo%20que%20dura%20de%20promedio,hemos%20atravesado%20una%20de%20ellas). Donde se afirma que cuatro años es el promedio de duración de una relación de pareja, a menos que se logre resolver las crisis que la acompañan. Igualmente, las relaciones con la descendencia suelen modificarse radicalmente cuando ésta llega a la edad adulta y, es deseable, a la emancipación. A menos que haya que sacarlos con ayuda de los jueces, como se informó en un sonado caso en Pavía, Italia, en donde una mujer de 75 años demandó a sus hijos adultos para que al fin desalojen la casa materna y poner fin a su conducta parasitaria (https://www.adn40.mx/internacional/juicio-hijos-40-anos-mujer-gana-demanda-para-desalojarlos-casa). En el ámbito laboral, en algunos países se considera deseable permanecer en el mismo trabajo durante la mayor parte de la vida. Por ejemplo, Navarro Corpas analiza (en español; 2021) la cultura empresarial japonesa y la estrecha vinculación del ámbito laboral con las organizaciones en las que participan los aprendices (https://idus.us.es/bitstream/handle/11441/131934/NAVARRO%20CORPAS%2C%20ROCÍO.pdf?sequence=1&isAllowed=y).
Esta vinculación entre la educación y el trabajo no es de extrañar, en especial para quienes hemos seguido en la escuela como ámbito laboral. Pero la relación directa con otras instituciones, por ejemplo, las iglesias, es una práctica constante en la historia del aprendizaje y la formación para la vida. Aun cuando las iglesias cristianas suelen enfatizar el proceso de divulgar la buena nueva (evangelizar) como parte esencial de las enseñanzas de la Iglesia, para formar creyentes en el cristianismo y especificar los límites de lo deseable y lo no adecuado para el comportamiento moral de los creyentes en la divinidad de Jesús, es claro que distintas iglesias cristianas han tenido un papel especialmente enérgico en el establecimiento de escuelas en todo el mundo. En otras tradiciones como la musulmana, se enfatiza la herencia de distintas fuentes y se hacen esfuerzos por conservar la lengua árabe en paralelo con las enseñanzas del Islam (por ejemplo: https://leyderecho.org/educacion-islamica/).
En un texto especialmente detallado, Maristela Botticini y Zvi Eckstein (2012), The Chose Few. How Education Shaped Jewish History, 70-1492 muestran cómo la mayor alfabetización y escolaridad del pueblo judío fue resultado de una reforma religiosa y educativa que enfatizaba la necesidad de escribir y de leer para ser parte de una comunidad que se retiró pronto de los trabajos agrícolas para dedicarse a actividades urbanas, bancarias, empresariales en las que lograrse integrarse gracias a la exigencia de educación. No sólo para ser capaces de leer la Torah, sino para ampliar su manejo del mundo natural y social. En buena parte, la complejidad de los ámbitos del amor y del trabajo suele comprenderse y manejarse mejor gracias a que el ámbito educativo nos ha dado habilidades para comprender fenómenos multicausados y a la vez inciertos en sus resultados. El ámbito educativo, dentro de su complejidad, nos ayuda a conocer las regularidades que han detectado las diferentes disciplinas. En el ámbito complicado de la educación nos proponemos ayudar a que las complicaciones de las relaciones humanas (afectivas, laborales) sean más manejables, legislables, identificables.
Por otra parte, muchos oficios y trabajos profesionales incluyen dar o recibir capacitación –explícita o implícita– para integrar a los nuevos trabajadores en la dinámica de lo que se produce en esos oficios. No es sorpresa tampoco que estos ámbitos complicados estén en constante relación: aprendemos en la escuela, explícita e implícitamente, a relacionarnos con otras personas, además de aprender habilidades útiles en nuestro desempeño laboral. Y en nuestros trabajos enseñamos a otros los trucos y habilidades del oficio que desempeñamos, ya sea simplemente como modelos, o como incitadores para que quienes colaboran con nosotros aprendan más sobre los afectos, las actividades económicas y productivas o sobre la docencia misma.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología. Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com
Establecer normas, ante la diversidad de paradigmas, es sano, porque evita los conflictos sociales. Pero el darnos la oportunidad de romperlas, nos evitará actos de violencia innecesarios. A veces, aunque el desconocimiento de la normas no te eximen del castigo, El beneficio de la duda generará relaciones más humana.