Conocimiento e ignorancia
Carlos Arturo Espadas Interián*
Las exploraciones fueron financiadas y articuladas por visiones de mundo que permitieron reconstruir el mundo en el que los seres humanos vivían, sin embargo, cada elemento generador de descubrimientos fue avance y retroceso. Avance porque permitió aventurase por rutas desconocidas para la civilización en cuestión y de retroceso porque en rutas estratégicas fueron ocultadas y encubiertas con discursos que rayaban en pensamientos mágicos y fantásticos.
En estos claros oscuros de conocimiento e ignorancia construidos a propósito en un momento histórico específico, la humanidad se debatió entre dos mundos que se trastocaban para dar por resultado mundos diferenciados entre los seres humanos que poseían el conocimiento y los que no lo tenían. El conocimiento sigue siendo una herramienta de dominio y sometimiento económico, político, pero también de conciencias.
Ese es el aspecto grave de la civilización humana, hay grandes sectores de seres humanos sumidos en la ignorancia, una ignorancia construida adrede y bajo estructuras funcionales que recuperan la ideología de los pueblos para infiltrase en las fibras más íntimas de los seres humanos y con ello arraigarse de forma tal que eliminarlos resulta una tarea titánica.
La educación debería trabajar para destruir estos discursos, sin embargo, en esos momentos históricos específicos, las estructuras de soporte parecieran tener elementos de verdad irrefutables. Al día de hoy, los principios de hace siglos, siguen siendo los mismos, hay monstruos, malos y se está combatiendo una injusticia.
¿Monstruos para quién? ¿Malos según quién o quiénes? ¿Injusticia según quién? Lo rentable es seguir la inercia de los movimientos dominantes –que por cierto se hacen pasar por minoritarios o desfavorecidos– y con ello apuntalar las mentiras y la ignorancia de los pueblos, sin embargo, en esos momentos históricos específicos, desmitificar, desvelar esas mentiras resulta peligroso e incluso sancionable social y normativamente.
Así en nuestros días, visiones de mundo que proporcionan marcos explicativos de fenómenos sociales, culturales, políticos, bélicos y demás resultan difíciles de evidenciar y eliminar por el respaldo que poseen. Lamentablemente la educación en no pocas ocasiones, se convierte en instrumento de penetración de esas ideologías y con ello autoridades educativas, profesores y distintos actores se dejan influir por las presiones internacionales que al final de cuentas se traducen en presiones económicas.
También se disfrazan de conocimiento verdadero trastocado de efectos novedosos centrados en la persona pero que no hacen otra cosa que enquistar el egoísmo con justificaciones teóricas y epistémicas que lo vuelven aceptable en los ámbitos no sólo académicos, sino también prácticos y de la vida cotidiana.
Para poder combatir esas inercias, la formación profesoral requiere fijar nuevas rutas, rutas propias que vayan más allá de los discursos aparentemente contestatarios para entrar en terrenos culturales propios desde donde se cuestionen esos parámetros válidos y financiados de referencia que al día de hoy son gérmenes de conflictos sociales, rupturas, caos y que, por cierto, contra ello, los educadores estamos haciendo muy poco.
*Profesor–investigador de la Universidad Pedagógica Nacional Unidad 113 de León, Gto. cespadas1812@gmail.com