Veranos memorables
Jaime Navarro Saras*
Hablar de las vacaciones de verano (en los viejos calendarios escolares) implica rememorar hechos significativos, sobre todo de aquellos docentes que rebasamos los 50 años de edad, en tanto, en esos tiempos, terminar un ciclo escolar era sinónimo de abrir espacios para la mejora laboral, económica, recreativa y de posibilidades para hacer otras cosas ligadas o ajenas al trabajo magisterial.
Las escuelas Normales, la Universidad Pedagógica, los CAM (antaño el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio), los cursos de verano de la SEP y demás, fueron en esos tiempos las ofertas educativas para la mejora pedagógica de los maestros, al margen de que los estudios no eran de alto costo, a los docentes les correspondía pagarlo de su bolsillo durante los 4 o 6 veranos que invertían para obtener una licenciatura, lo cual servía para tener la esperanza de hacerse de otra plaza, de un tiempo completo o acceder a un puesto directivo o de supervisión gracias al viejo escalafón (hoy inexistente).
Otra parte del magisterio (principalmente los maestros rurales) migraban a EEUU a trabajar los dos meses en labores del campo y con los recursos obtenidos mejoraban de manera radical su condición económica, muchos de ellos lograron con el tiempo la residencia permanente y posteriormente la ciudadanía, hoy en día esos maestros cobran dos pensiones: la del magisterio y la de EEUU.
La vida magisterial del siglo XX estuvo llena de hechos memorables, la energía y la motivación de los maestros de esa época era inagotable más allá de los salarios, que de por sí nunca han sido suficientes para llevar una vida relajada y, sin embargo, la labor magisterial tenía y aun tiene un dejo de sacrificio y apostolado.
Qué decir de los estudiantes, para ellos el verano era sinónimo de libertad y aprendizaje en el tiempo libre, un tanto por los días lluviosos y lo que implicaba no asistir a las escuelas, son añorables esos días cuando las calles y los parque se llenaban de niños, niñas y adolescentes para replicar juegos tradicionales y otros inventados, ¡qué tiempos aquellos sin celulares, tablets y demás medios electrónicos, los cuales le han robado muchas posibilidades a las actividades físicas y recreativas de la infancia y la juventud!
Son tiempos que no volverán y lo sabemos todos, sobre todo por estos calendarios “chambistas” que a toda costa quieren tener a estudiantes y docentes la mayor parte del tiempo dentro de las aulas, la muestra más clara de ello la vimos durante las tres últimas semanas del calendario escolar en las que, los maestros asistieron a las escuelas a hacer lo mínimo, en una buena cantidad de escuelas, sobre todo en las secundarias, la asistencia tenía que ver con cubrir físicamente la carga horaria sin una actividad educativa definida más allá de estar en las escuelas “haciendo guardias”.
Vaya pues una mirada a lo que hacían los maestros en pleno siglo XX y cuyos veranos eran memorables para quieres hacían su labor en las escuelas públicas, un tanto por lo mucho que entregaban a la profesión y otro tanto porque son tiempos que no volverán más allá de las narrativas que escuchamos sobre lo que significaban estos dos meses lejos de las escuelas, pero muy cerca de la profesión para quienes optaban por la superación académica y la vida más cercana con la familia y los amigos.
Sigamos pues descansando de aquí hasta el 21 de agosto, fecha marcada para participar en el Taller Intensivo de Formación Continua para Docentes (a distancia en el caso de Jalisco) y posteriormente iniciar el ciclo escolar una semana después (el día 28) para culminar el calendario escolar un martes del 16 de julio de 2024 con otro presidente en México y otro gobernador en Jalisco y saber si seguimos con esta política educativa vigente o le damos vuelta a la tuerca con otras formas de hacer y pensar la educación.
*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]