¿Para qué sirve la investigación científica?

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

La semana pasada se realizó una conferencia de prensa por parte de un equipo de investigadores y estudiantes de la Maestría en Ciencias de la Salud Ambiental del Cucba de la UdeG para informar acerca del análisis de algunos alimentos que se consumen y producen en el Sur de Jalisco, principalmente en los municipios de Ciudad Guzmán y San Andrés Ixtlán, los resultados presentados generaron conmoción e inquietud entre la población que participó en la investigación (padres de familia, docentes y estudiantes), así como en quienes tuvieron acceso a la transmisión o revisaron el informe presentado y la tesis base (“Riesgo dietético de neonicotinoides y otros plaguicidas en alimentos habituales de niños preescolares de San Andrés Ixtlán, Jalisco”), qué decir de los políticos y empresarios (presidentes municipales, funcionarios de las localidades, de la propia universidad y los productores de alimentos).
Este trabajo científico, como cualquier otro que sigue formalmente los protocolos de la investigación, tiene, al menos, cinco fases a realizar, 1) el interés por el tema, 2) diagnóstico del mismo, 3) recabar datos, 4) analizarlos, 5) generar conclusiones y, 6) la posible intervención o denuncia de la problemática, si es que la hay.
Hay trabajos de investigación que no logran trascender más allá de los repositorios o las bibliotecas donde se deposita el informe, algunos otros tienen un impacto y son referenciados en otras investigaciones o sirven de base para desarrollar proyectos y, hay unos más (los menos) como este trabajo del Cucba que dan cuenta de una realidad que se vive todos los días, donde se sabe de la problemática por parte de los productores, empresarios y gobernantes y, lamentablemente, hacen mutis y silencio del mismo justificando todo el proceso productivo en la generación de empleos o la dinamización de la economía.
La explotación de la tierra en México no tiene un control ni una base de cuidado de los suelos, el agua y el aire, debido, por una parte, a la voracidad económica y falta conciencia del cuidado del medio ambiente por parte de empresarios y productores, así como la falta de supervisión de gobernantes que autorizan o se hacen ciegos y sordos ante cualquier queja presentada por propios o extraños.
El informe de este equipo de investigadores es contundente, encontraron en los alimentos analizados (verduras, frutas, legumbres y tubérculos que se ofertan en tianguis, mercados y huertas de ambas localidades), entre otras cosas, la presencia de neonicotinoides, los cuales son utilizados como plaguicidas y, cuya alta toxicidad está demostrada, debido a ello, se encuentran prohibidos o restringidos en la Unión Europea y, en menor medida, en el país vecino del Norte (EEUU).
En México, en cambio, no hay restricción alguna de ello y el resultado de ello se puede ver en los alimentos que se producen en los municipios señalados del Sur de Jalisco, los cuales fueron analizados por la Universidad de Guelph, en Ontario, Canadá, y éstos arrojaron que, de las 33 muestras de 18 alimentos enviados, el 61% contiene nicotinoides, el 26% otros plagicidas y un 13% sin plagicidas, el informe señala que estos plagicidas no sólo se adhieren al vegetal, al aire, agua y suelo; también al cuerpo humano, y una vez en éste provoca daños, no de manera automática, pero si a la larga debido a la bioacumulación de sustancias, entre otras manifestaciones a las personas están:

• Neurotoxicidad, hepatotoxicidad, inmunotoxicidad, genotoxicidad y alteraciones del sistema reproductivo.
• Inflamación del sistema nervioso central.
• Efectos en el desarrollo del cerebro, similares a los causados por la nicotina.
• Posibles efectos cancerígenos.
• Temblor postural en los dedos, pérdida de memoria reciente, dolor de cabeza, fatiga general, síntomas torácicos, abdominales y musculares.

Y, a decir del estudio, no basta con lavar, desinfectar o hervir los productos para eliminar las sustancias del plaguicida, ya que son de naturaleza persistente, en definitiva, se requiere el retiro del producto a la voz de ¡YA!, y pensar una estrategia para descontaminar las tierras y optar por sistemas de cultivo más amigables al medio ambiente y que no generen alimentos con daños secundarios para los consumidores.
Por otra parte, y si es de llamar la atención, el día de ayer en uno de los noticieros locales se dio cuenta del tema y bastó que uno de los presidentes municipales manifestara que en los sistemas de cultivo de la localidad no se utilizaban los plaguicidas señalados (por supuesto, sin presentar pruebas más allá que su declaración y de la moralidad que arrastran los políticos) y asunto terminado, se dijera en el argot popular: DISCURSO DE POLÍTICO MATA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, sobre todo cuando el centro de todo es el dinero.
De igual manera, Cofepris (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios) hace mutis a su responsabilidad y, en cambio, en el mismo noticiero y como nota continua, un representante de CoprisJal (su homólogo en la localidad), aparece confiscando productos mágicos en el Mercado de San Juan de Dios que curan desde la gripe más simple hasta el cáncer más letal, bien por esto último y mal por la nota en que se centra el texto, no menos importante, felicidades a la Doctora Silvia Lizette Ramos de Robles y al equipo de estudiantes de la Maestría en Ciencias de la Salud Ambiental, Irma Aidé García Villegas y Ana Bárbara Alatorre Rodríguez, por atreverse a hacer este tipo de investigaciones que develan realidades con que vivimos día a día, independientemente de quien se moleste, incomode o ponga en riesgo su espacio de trabajo por no hacer lo correcto, al final del día nos damos cuenta que, por lo menos en México, la ciencia no tiene tanto poder como la voz de un político y qué decir de un empresario que explota el campo, dicho así, entonces: ¿PARA QUÉ DEMONIOS ESTÁ LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA QUE SE REALIZA EN LAS INSTITUCIONES DE EDUCACIÓN SUPERIOR POR LA QUE TANTO PAGA EL CONACYT Y, ADEMÁS, ESTÁ ESTABLECIDO COMO PRIORIDAD NACIONAL EN LAS POLÍTICAS PÚBLICAS?

*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]

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