Todo tiene su chiste
Luis Rodolfo Morán Quiroz*
El pasado fin de semana recordé esa frase que tanto repetía María Eugenia, la mejor y más constante amiga de mi madre, cuando escuché a una persona en la glorieta Chapalita que afirmaba que: “cualquiera que tenga el equipo es capaz de hacer algunas de esas obras artesanales”. Seguí mi camino y no inquirí más acerca del equipo de referencia, que podría serme útil si acaso contemplaba yo la posibilidad de diversificar mis actividades. Sin embargo, pensándolo un rato más, concluí que no cualquiera puede hacer lo que parecería humanamente posible.
Me inclino más a pensar que la sensata amiga materna tendría más experiencia para señalar que, incluso las tareas más sencillas, no lo son tanto cuando queremos emular a nuestros antecesores. Que algo parezca simple, no significa que lo sea. Para muchos de los logros y actividades que hemos podido presenciar, en realidad parte del secreto es hacer parecer que no cuesta trabajo. Así, pararse frente a un grupo de estudiantes y comenzar a dar una clase, puede verse como una empresa de escasa inversión. Bastaría con tener una idea y comenzar a desarrollarla, pensando en voz alta, frente a los ingenuos aprendices.
Ahora que mi hijo ha dedicado varias de las salidas en bicicleta a lograr el reto de pedalear sin agarrar el manubrio, ha avanzado, literalmente, una mayor cantidad de metros de una sesión a la siguiente. Veo a muchos otros jóvenes que bailan y tamborilean sin agarrar el manubrio mientras pedalean veloces y no por eso podría yo suponer que el control de la bicicleta con piernas y músculos abdominales sea cosa sin chiste. Lo mismo sucede con muchas otras actividades que solemos despreciar. ¿Hacer y vender tacos? No se trata simplemente de poner la carne en una tortilla, sino de ser capaz de tener esos ingredientes adecuadamente preparados. Lo que puede implicar todo un equipo de cocineros o toda una rutina de trabajo que, paso a paso, como levantarse, comprar, cocinar, sazonar, servir, podría parecer “sin chiste” pero que implica un esfuerzo tenaz y especializado.
Algunos de los estudiantes de sociología se enorgullecen, al mismo tiempo que lo expresan como una queja, de la capacidad adquirida en la carrera de cuestionar todo. ¿Qué así deben ser las relaciones de pareja, en las escuelas, en el espacio público, con las autoridades? ¿Quién dijo, desde cuándo, cuál es la regla y cuál es la sanción? ¿Qué esto es natural, obvio, lógico, deseable? Alguna de ellas ha expresado incluso que estudiar esa disciplina ha significado que pierda amigos y, ciertamente, muchos de los familiares llegan a ver esos cuestionamientos de sus parientes estudiantes de sociología como aprendizajes para fregar a los demás. A lo largo de los semestres, ese constante cuestionamiento y la reflexión en torno a detalles que no parecerían vinculados con procesos sociales, se van afinando y apuntan a relaciones entre procesos que para los legos parecen desvinculados. Lo que acaba teniendo un “chiste”: mostrar que algunas de las situaciones que podrían parecer irresolubles, o inevitables, tienen sus raíces y sus soluciones en prácticas sociales alternas.
Utilizo ese ejemplo de la sociología por estar yo cercano en el tiempo y el espacio a la formación de esos aprendices que declaran que, para ellos mismos, es una carga tener esa visión que puede hacerlos impopulares con sus conocidos y hasta con los desconocidos. En realidad, en los demás oficios, disciplinas y actividades, habrá siempre quien demuestre que las cosas tienen su chiste. Podar un árbol (¿con qué, a qué altura, cuándo?), arreglar problemas mecánicos de un coche, una máquina de coser, entre muchas otras actividades, requieren de preguntas adecuadas y de alternativas posibles de solución. Ni es “enchílame otra”, ni se nace sabiendo cómo resolver la infinidad de situaciones a las que nos enfrentamos los humanos cotidianamente. A veces es en la escuela, pero muchas otras ocasiones, es fuera de las aulas en donde la gente aprende a resolver problemas de manera que otros reconocen la excelencia en el desempeño. Como lo vemos con frecuencia, hasta contar chistes tiene su chiste.
*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor-investigador en el Departamento de Sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]