Habrá quién se los crea

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Al inicio de la cuaresma de 2022, una amiga, miembro de una familia evangélica, me envió un meme en el que aparece un filete de carne de res con forma de pescado. Para simular las órbitas de los ojos había trozos de aceituna. La imagen estaba acompañada de una breve leyenda: “espero que diosito no se dé cuenta”. Este tipo de autoengaños con la intención de que haya otros que caigan en ellos nos habla de las maneras en que quisiéramos conservar nuestra creencia en determinadas realidades, mientras hacemos lo posible por negarlas. Esta práctica de comer pescado en vez de carne, para no consumir simbólicamente la carne del cristo, sancionada por la definición de cuaresma del Concilio de Nicea (realizado en el año 325 D.C, en la actual ciudad de Íznik, Turquía) es una práctica que conservan los creyentes en que alguna vez hubo un semidios llamado Jesús que vivió en territorios que fueron parte de los dominios del imperio romano. Supuestamente, dejan de comer carne de res por su propia voluntad, no porque teman algún castigo de parte de los poderes divinos. Por lo que la simulación de res disfrazada de pescado puede resultar no solo absurda sino sorprendente. Creyentes que creen en la omnisciencia divina pero también creen que pueden escapar a la mirada de poderes divinos a los que aluden cariñosamente en diminutivo y en singular.
Me permito añadir una historia que cobrará sentido unas líneas más adelante. Los texanos, muy orgullosos de la vida del esclavista, soldado y político Samuel Houston (1793-1863), nativo de Virginia, quisieron alguna vez ponerle su nombre al mayor instituto científico tejano. Para reconocer a este presidente de la República de Texas, quien luego fue gobernador una vez que ese territorio fue anexado por Estados Unidos, propusieron crear el Sam Houston Institute of Technology. Cuando cayeron en la cuenta de las iniciales de la posible institución hubieron de desistir de su propuesta.
Estos antecedentes me permiten referir rápidamente a un texto de José Woldenberg intitulado “invitación al plagio”, en donde se remite al dictamen para desechar la acusación de plagio en contra del primer policía del país (Alejandro Gertz Manero) y se le ratifica como miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sin paga, mientras siga en el puesto de procurador, me informan mis colegas). El argumento para desechar el cargo de plagio es que los autores de los textos supuestamente plagiados no han hecho reclamo alguno. Woldenberg remata su artículo diciendo que, con esa lógica, cualquiera podría someter textos de gran sofistificación y sustituir los nombres de quienes los hubieran escrito por el nombre de la persona aspirante y así convertirse en miembro del mencionado Sistema Nacional de Investigadores. El artículo apareció en El Universal el 15 de marzo de 2022.
Efectivamente, me informa un estudiante de sociología que previamente se tituló como abogado, el plagio se persigue por querella y no por oficio. Así que si quienes escribieron los textos no reclaman, no hay delito que perseguir. En otras palabras, es trampa, pero si no hay quien la señale, el consejo nacional de ciencia y tecnología puede hacerse de la vista gorda. El trámite de la demanda por plagio de textos, según comentó otra colega, puede costar varios miles de pesos y durar varios meses. Por lo que la lógica de simplemente cambiar el nombre de algún autor de nuestra preferencia por el nuestro resulta lógica para esa junta que Woldenberg rebautiza como junta de deshonor. A raíz de esa publicación y del dictamen, que circuló en las conversaciones de académicos en los días cercanos, varios colegas académicos rebautizaron también al consejo nacional de ciencia y tecnología como el equivalente (por sus siglas, sin que aludan o refieran a Houston) al Consejo Nacional del Sam Houston Institute of Technology, sustituyendo la parte de “ciencia y tecnología”.
Lo sintomático del caso es que algunas personas expresaron su indignación con el mensajero y señalaron los errores en la vida profesional y como funcionario de José Woldenberg, en vez de reconocer que el plagio es trampa, aunque lo cometa un policía. Así, esta falacia de “tu quoque” (tú también eres un pillo, completaría yo para hacer explícito el razonamiento) serviría para “justificar” que Gertz Manero entre con trampas en un gremio al que, me informan, ha intentado entrar desde al menos 2015. Habrá quien se crea ésas y otras falacias que intentan enderezar las decisiones torciendo los razonamientos. Habrá quien proponga que se admita al primer policía del país por misericordia, pues ha sufrido mucho en sus intentos por ser parte del SNI, o quien considere méritos académicos suficientes que se vote a mano alzada a favor de su ingreso.
Mi opinión es que este tipo de “gaslighting” es más un síntoma de que la gente quiere pasarse de inteligente y comer res simulando que es pescado, dar credenciales de académico a un policía o hacernos creer que porque nos identificamos tanto con nuestras autoras favoritas, podemos poner nuestro nombre a sus ideas escritas. Con o sin aceituna junto a la nueva firma.

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

Comentarios
  • Rubén González de la Mora

    Qué vergüenza tratar de justificar con argumentos legaloides lo que es no ético.

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