La noche de las luciérnagas
Rubén Zatarain Mendoza*
Formar el pensamiento científico en las condiciones materiales ordinarias de la escuela secundaria no es tarea sencilla.
Las asignaturas en las que se fragmenta el proyecto formativo de los tres grados tienen pocos espacios de integración y de construcción de las nociones importantes en materia de ciencia.
La profesionalización de docentes en la didáctica de la Biología, la Física y la Química no es del todo pertinente y eficaz, es más, no existe una estrategia clara de las necesidades de actualización; se conoce poco la naturaleza de las prácticas docentes en laboratorios -donde existen- o en las aulas dónde la experimentación y práctica del método científico son excepcionales.
Es imposible desarrollar el pensamiento científico a través únicamente de los textos o de la exposición en la práctica docente tradicional.
Las nociones importantes no se construyen tampoco a través de mediaciones poderosas como los videos, los documentales o las demostraciones experimentales donde el rol del estudiante se circunscribe a ser espectador.
El acceso a medios y a ofertas educativas digitales, característica de algunas instituciones escolares, no es garante por sí mismo del desarrollo de la competencia científica deseable.
Hay mucho trabajo por hacer en los proyectos y programas escolares en materia de formación científica.
¿Cómo formar la racionalidad cuando en el entorno familiar y comunitario hay poca riqueza, y se acostumbra poco el uso de la razón y la argumentación en las actividades de la vida cotidiana?
¿Cómo formar conceptos importantes en la estructura del pensamiento científico, si en las relaciones humanas de la comunidad existen rituales y vida social alrededor del pensamiento mágico y teológico?
¿Cómo alimentar de saber comprobable esa cultura generacional dónde la creencia o las explicaciones de sentido común permean la interpretación de los fenómenos de la naturaleza?
¿Cómo impulsar la lectura de textos científicos y las prácticas de investigación?
¿Cómo formar a los sujetos para el uso del método científico como práctica de conocimiento ante los fenómenos del mundo social y natural?
El mundo reduccionista de la enseñanza de la ciencia circunscrita a su representación en láminas intergeneracionales descoloridas, muchas veces desactualizadas; los modelos tridimensionales polvosos “Prohibido tocar” en los que descansan los codos de los profesores expositores.
Las debilidades de la formación científica en el jardín de niños y las cien formas como se bloquea la curiosidad y la capacidad inquisitiva para imponer la agenda de los planes y programas de la educadora.
El lejano mundo del libro de la ciencia más allá de las ventanas de las aulas en la educación primaria. La escuela primaria donde no hay laboratorios y los docentes adolecen de espíritu científico y propuesta didáctica.
La ciencia “platicada”, mientras golpea a la puerta la lluvia, mientras el viento hace ondear las banderitas de la última fiesta patria o del Día de la Bandera Nacional.
Van y vienen las generaciones de golondrinas, caen las hojas de los escasos árboles y florecen las plantas silvestres en los jardines en los patios traseros descuidados.
Los hacedores de la gestión educativa, proclives a secuestrar el tiempo con agendas externas, la sujeción del diálogo fundante y de la profesionalización de los maestros y maestras.
La cita a interminables conversatorios y a altisonantes mesas de análisis de la “Nueva” propuesta curricular en turno; la SEP y la SEJ incapaces de dotar del mínimo instrumental, reactivos y sustancias para el trabajo serio de las asignaturas relacionadas con la ciencia en la educación básica.
En el marco de la autonomía responsable, sin que este concepto implique la omisión de la autoridad educativa en la dotación de insumos necesarios a la tarea educativa en las escuelas, surgen proyectos formativos que vuelven a documentar el optimismo.
Tal es el caso del proyecto de la “Noche de las luciérnagas” implementado en una de las escuelas secundarias públicas de la Región Costa Norte.
En un proceso gestivo de la dirección de la escuela, se consiguió la dotación de 4 telescopios y 4 microscopios por parte de una de las autoridades municipales.
Fue una fiesta su llegada y fue una fiesta su primera prueba y uso.
La noche del viernes del 18 de febrero en el marco de las actividades de amor a la ciencia se montaron los telescopios y se organizaron algunas estaciones para la experimentación científica de la Comunidad de aprendizaje en y para la Vida.
Contemplar el cielo a través de los telescopios y acercar un poco a la mirada de los adolescentes y sus padres de familia a la experiencia de observación de las estrellas como estrellas titilantes en la bóveda celeste, fue como atrapar luciérnagas y atraparlas en la imaginación.
Convivencia y conocimiento fuera de horario, dónde concurrieron de manera comunitaria los docentes, los educandos y algunos padres de familia para aprender juntos, para discernir sobre algunos conceptos básicos del mundo de la Geografía y la Química, entre otros saberes.
La luciérnaga como metáfora del destello de luz donde aún se mueve el pilar de la educación de calidad.
Fortalecer la capacidad de observación, hacer uso y compartir las herramientas con el cuidado del protocolo sanitario.
Caminar entre las estaciones y jugar un poco con los experimentos científicos, observar las obras de arte en cartulina con elementos básicos del color, practicar la expresión literaria.
El corazón palpita en los niños, niñas y adolescentes, la noche de las luciérnagas que ya ilumina el universo emocional de quienes merecen una buena educación integral y racionalista.
La alegría de aprender ciencia, el movimiento, la música, la luz del sol, luna y las estrellas distantes.
Las tres horas de una feria de una comunidad de aprendizaje, un poco de fiesta de aprendizaje con el ropaje oscuro de la noche, las tantas cosas que ignoramos, las tantas cosas por saber; las mediaciones de manos propias para estimular el placer de aprender y de hacer preguntas sobre el universo, sobre nuestro planeta y sus satélites, sobre nosotros mismos; sobre el mapa genético que somos, representación de vida y síntesis de polvo de estrellas.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]
Dr. Rubén Zataráin Mendoza:
La presente pretende evocar A Paulo Freire y el documento: “Cartas para quien pretende enseñar”, para posicionar este espacio dialógico que nos convoca con el presente artículo.
Agradecer la donación de su palabra a través de compartir la maravillosa experiencia educativa “La noche de las luciérnagas” propiciadas a través de la iniciativa escolar del nivel de Secundarias que Usted tiene a bien liderar en su zona escolar, así como expresar mi reconocimiento a la labor de innovación y reinvención del hacer comunidad educativa en la Escuela Secundaria sumada al proyecto de fomentar el pensamiento científico de las y los alumnos.
Interesante planteamiento del cómo desarrollar el pensamiento científico en los alumn@s desde prácticas innovadoras que evidencian el espíritu creativo y la recreación de la práctica educativa por parte de los docentes, quienes desarrollan esfuerzos colectivos por generar la voluntad de aprender desde otras perspectivas y estrategias de aprendizaje.
Al respecto, coloco la mirada de esta humilde aprendiz de educadora quien se hace preguntas sobre la práctica educativa como las siguientes:
¿Cómo lograr respetar los procesos del pensamiento científico de los alumnos sin imponer control sobre el mismo?, ¿Cómo generar ambientes de aprendizaje para que los alumnos cuenten con oportunidades de aprender desde los diferentes estilos de aprendizaje?
Como Educadora observo en los niños preescolares la vocación científica como parte natural de su forma de aprender, ya que los mueve la curiosidad y la gran capacidad de asombro que muestran cuando descubren retos cognitivos que los conducen a crear, imaginar, expresar, observar, sentir, explorar, descubrir. Asistir al momento preciso en que a sus ojos asoma el asombro como surgimiento del insight, es una de las experiencias más plenas que como Educadora se experimenta.
Por tanto me pregunto, si los niños preescolares tienen vocación científica como lo manifiestan cuando: preguntan, investigan, elaboran hipótesis, prueban sus ideas, analizan los datos y resultados que obtuvieron para comunicar con sus pares lo encontrado y lo comparan con sus compañer@s, ¿Cómo formar al docente para que sea capaz de acompañar estos procesos?, ¿Qué tipo de docente se requiere formar para que genere en él pensamiento científico en su práctica educativa?, ¿Cómo hacer de la escuela un ambiente de aprendizaje en el que los procesos del pensamiento científico de los alumnos no se cuarte y por el contrario, se propicien?, ¿Qué tendremos que intervenir desde la escuela, desde nosotros?
Me atrevo a afirmar como docente que la racionalidad es innata en el ser humano al nacer, que son los procesos de formación, del tipo de escuela “bancaria” retomando a Freire, la que coarta el pensamiento científico, analítico de los alumnos y los “domesticamos” por pretender “normalizar” sus propias formas de aprender. Me recuerda la canción de Serrat titulada: “Esos locos bajitos” en la que en verso se describe: …”a los que por su bien, hay que domesticar” … ¿Qué tendremos que cambiar desde el modelo curricular?, ¿Desde nuestro estar siendo docentes?, ¿De qué nos hacemos cargo?, ¿En qué momento de la vida escolarizada coartamos el pensamiento científico de nuestros alumnos?
La experiencia educativa que nos comparte, es sin duda una muestra del esfuerzo de una comunidad educativa por aprender de sí misma, muchas gracias por compartir y permitir repensar nuestras prácticas educativas y un llamado a generar ambientes de aprendizaje plenos de cientificidad, en concreto, recuperar nuestras esencia y recordar que el calcio que habita en nuestros huesos, es una prueba del polvo de estrellas.