Todo son historias
Yolanda Feria Cuevas*
Todos contamos historias, cuando platicamos con amigos, cuando damos una clase, cuando escribimos un artículo, un libro o damos una conferencia. De igual manera, todo el tiempo oímos historias, y es que éstas nos ayudan a entender conceptos, situaciones y actitudes ¿quién no recuerda una historia o un cuento con agrado? ¿O alguna que nos provocó miedo o tristeza?
Por lo general, las historias tienen características funcionales y conductuales que benefician la estructura mental que necesitamos para generar un ambiente afectocognitivo, mismo que favorece las interacciones sociales. Leer y escribir historias, coadyuvan a nuestra capacidad de reírnos, de reflexionar, de comunicarnos y de cooperar con nuestros semejantes. Poseemos un sistema simbólico complejo mediante el cual podemos transmitir experiencias y estados anímicos, éste es una poderosa herramienta que si utilizamos con regularidad, no sólo estaremos favoreciendo la imaginación sino que estaremos desarrollando el gusto y el deseo de empatía con nuestros congéneres.
Hablemos en particular de las historias fantásticas, ese género repleto de adjetivos y de descripciones que salen de la lógica aceptada por la mayoría. Este tipo de literatura es más leída por niños que por adultos ¿cuál es la razón? Cada quien tendrá una explicación, a mí me parece que es la capacidad que tienen, misma que se va perdiendo con la edad, de crear y creer en los paisajes, personajes y situaciones que se van planteando, pero cuando esa capacidad se va substituyendo por la incredulidad el hechizo se rompe y entrar a ese submundo de fantasía se vuelve complicado.
Tenemos la capacidad de imaginar, de vez en cuando leamos historias fantásticas subyugando la incredulidad y dando paso a la concepción de imágenes poco lógicas. Démonos la oportunidad de imaginar cosas que no sólo no están presentes sino que con seguridad no vamos a encontrar en “el mundo real”. Crear una realidad alterna de personajes fantásticos no sólo es cosa de niños, sin embargo, con la edad se va requiriendo de un mayor esfuerzo e intelecto ya que algunos consideran la fantasía como la manifestación más elevada del arte, concebido en su representación más pura, y requiere de perderse en un mundo secundario olvidándose de lo conocido, lo seguro y lo posible.
*Profesora-investigadora del Cucba de la UdeG. [email protected]