Neoliberalismo y luchas sociales

 en Víctor Ponce, Víctor Ponce

Víctor Manuel Ponce Grima*

Deseo expresar mi preocupación acerca de los sufrimientos por las y los desaparecidos, el secuestro y los asesinatos; el aumento de la desesperanza de las adolescencias y juventudes, muchos de los cuales se ven forzados a enrolase en el crimen o en las drogas, por tanto, en la reducción de sus esperanzas de vida; la disminución de las capacidades educativas, de las nuevas conformaciones familiares que fallan en la dotación del afecto e identidad en la niñez y adolescencia; el aumento del estrés, agotamiento docente, y la depresión por parte de sectores amplios de la población.
Ésos y otros síntomas de sufrimiento y muerte, son producto del modelo neoliberal legal e ilegal (industria del narco) y la corrupción, que han beneficiado a las élites financieras y políticas globales y nacionales. Como decían las teorías clásicas de las élites: los pocos ilustrados y asociados dominan a las masas desorganizadas.
Me recordé que hace meses, en medio de la pandemia, ocurrió un debate en torno a que esta crisis sanitaria había puesto al desnudo los efectos perversos del neoliberalismo globalizado. El filosofo Slavok Zizek advirtió que el virus vencería al capitalismo. Por el contrario, Byung-Chul Han respondió que no veía esos síntomas, sino por el contrario, afirma, persisten las inercias del capitalismo: la ganancia económica como objetivo de las corporaciones globales, por un lado, y el individualismo, en donde habita el cansancio, la autoexplotación y el autoengaño digital. Sin embargo, conviene recodar su declaración en marzo de este año: “Somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.”
La catástrofe civilizatoria se agravó en la de pandemia. Sus efectos ahondan más las brechas entre países y personas ricas y pobres, aumentó la pobreza y el desempleo para millones de persona. La pandemia permitió no sólo a hacer más visible, sino además acrecentó la enorme injusticia que se empodera de las mayorías.
Esta crisis sanitaria ha golpeado con mayor crudeza a los más pobres del mundo por diversas razones; no sólo por el debilitamiento de los sistemas sanitarios, sino además por la consolidación de las reglas legales en favor de las corporaciones globales y nacionales, que aseguran mayores tasas de capital, contra la disminución de las tasas salariales (Pikety); la alianza entre las élites financieras, políticas, judiciales, militares y políticas que con el apoyo de las élites culturales (intelectuales orgánicos) aseguran el control de las masas.
La acumulación crecente del capital es rapaz. No toma en cuenta que los recursos humanos y naturales son limitados. Cuando a las “masas” se les pone contra la pared, se manifiestan de múltiples maneras. Las manifestaciones populares y juveniles de Colombia puede ser un ejemplo. Aunque como sabemos las élites políticas, judiciales y militares, con el apoyo de la prensa nacional e internacional, reaccionaron asesinando, encarcelando y reduciendo la condición humana de sus oponentes. Este enjuiciamiento emprendido por la prensa: son revoltosos, ladrones, indígenas, comunistas, narco-guerrilleros, etcétera; busca una desvalorización del otro, a quien se le niegan sus cualidades humanas, para disponerlos y justificar su persecución, encarcelamiento o su muerte.
El mundo se va a acabar, es indubitable. Sea por las condiciones externas a la humanidad, pero más precisamente debido a que las condiciones en que está organizada la humanidad, en las que los sistemas económicos y políticos internacionales favorecen a muy pocos y condenan a la pobreza, al desamparo, a la mayoría. En este “orden” mundial las decisiones que toman muy pocos, afectan la destrucción de la naturaleza y condenan a la población mundial a la pobreza y al desahucio. Las élites neoliberales globales se acompañan de las élites militares, políticas, judiciales y culturales para continuar sosteniendo la creciente acumulación de capitales, a costa de la vida humana y de los recursos naturales.
En medio de la polifonía de los graves problemas de nuestro entorno, nacionales y mundiales sobresalen múltiples de gritos de dolor y muchas risas esperanzadoras. El grito de dolor, por la muerte y la injusticia que ronda en nuestras vidas. La risa de alegría porque a pesar de todo, otros mundos son posibles, en esta catástrofe civilizatoria.
Necesitamos de nuevas capacidades para pensar, soñar, construir y educar, aunque la eficacia puede ser casi nula, frente a la voracidad y el poder de muy pocos. No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Debemos apostar por el despertar colectivo, por la suma de esfuerzos, para abrir nuevos surcos a la vida. Frente a la frustración, la emocionalidad colectiva. Aun así, a pesar de todo, la esperanza fluye, como las gotas de lluvia que siguen embelleciendo nuestra mirada en el mundo. La suma de los datos es abrumadora, es cierto, pero gota a gota se forma una suave llovizna, como lo decía la maestra Josefa Castro, a quien le envío un caluroso abrazo. Con la esperanza de que pronto llueva y nos traiga algo más que sosiego.

*Doctor en Educación. Académico del ISIDM y del CUCSH. [email protected]

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