Espiritualidades
Rubén Zatarain Mendoza*
Estamos de nuevo en la antesala de la celebración de una Semana Santa más, el espíritu y el conjunto humano que reposa y pide días santos de esperanza y luz de salida.
La manifestación de la espiritualidad es un constitutivo muy humano, los próximos días son un tiempo valioso para el ejercicio afectivo emocional y el culto a los iconos y rituales característicos del cristianismo en sus distintas propuestas.
La Semana Santa y sus días. El mosaico de prácticas espirituales en esta nuestra patria, con hijos e hijas de mentalidad diferente. Lo religioso como medio de cohesión de una sociedad dinámica que ha cruzado etapas históricas conflictivas.
La rica cultura que se materializa en el culto, el pulso vital y la espiritualidad de los pueblos que congrega, la versión cristiana mexicana que excluye a quienes son diferentes, la muy particular libertad de creencias en voz de sacerdotes y pastores, en el pensamiento teológico de las masas.
En la historia de las civilizaciones humanas, de los pueblos, el hecho es la diversidad de prácticas religiosas, la concreción de las espiritualidades de manera sincrética, las características y particularidades de la feligresía ante la cruz.
Los cambios en materia religiosa son lentos, las estructuras están hechas para permanecer. Un ejemplo de ello es el cambio de la estructura de las creencias politeístas a las monoteístas, la tradición judeocristiana que marca un hito en este sentido, la reforma encabezada por Lutero y Calvino o el surgimiento mismo y expansión de la religión mahometana.
Jesucristo como revolución de mentalidades, como reorganización política y militar de la Europa medieval, la palabra sagrada, la espada y el arcabuz.
El cristianismo, a través de la conquista española se establece como paradigma de creencia en México y otros países latinoamericanos, desplaza también propuestas religiosas como la azteca y la inca, provoca el redireccionamiento de nuestra historia nacional.
Eficaz en la convocatoria de las conciencias, ha institucionalizado el particular entramado de su culto a través de cinco siglos de dominación y vigencia.
Nuestros pueblos originarios fueron ricos en la manifestación de su espiritualidad a través del culto a sus deidades, sobre todo apegados a muchos fenómenos de la naturaleza como la lluvia, el viento, la tierra, el sol, la luna.
Así como para la cultura egipcia y persa, griega y romana en su momento, el cristianismo representó una ruptura, un gozne, la historia de occidente así lo manifiesta.
En el segundo medio milenio de nuestra era, para nuestro país, desde su nacimiento como colonia española, el cristianismo, a través de diversas congregaciones religiosas representó también el gozne, el cambio y la ruptura de nuestra historia social a través de la evangelización.
Dominicos, agustinos, franciscanos y jesuitas, entre otros, fueron sembrando el evangelio en lo que hoy son las 32 entidades federativas del país y más, del centro a la periferia, de la palabra a la materialización de templos y estructura.
Mucha de nuestra identidad hunde su cimentación en esos valores que se ha encargado de formar la iglesia católica a través de una diversidad de recursos.
Así se genera la práctica social de la Semana Santa, de ahí las particularidades de la fiesta de la espiritualidad en el mosaico multicultural del país, de ahí las estaciones del martirio de Cristo icónicas en la mayoría de templos.
La Semana Santa y el sincretismo de los actuales grupos étnicos, las distintas prácticas híbridas del mexicano, que en términos religiosos se adscribe mayoritariamente a la propuesta católica.
La manera como se disfruta el ocio. Las peregrinaciones perseverantes a ver la Vírgen de Talpa, a participar en la crucifixión de Iztapalapa. El pago de mandas, el sudor, polvo, cansancio; el sacrificio que reditúa paz, catarsis, en devoción obcecada a pesar de restricciones.
La playa y la Semana Santa. El éxodo carretero de automovilistas rumbo a centros vacacionales como Acapulco, Cancún, Veracruz, Los Cabos, Mazatlán, Puerto Vallarta, a otros destinos de playa.
La temporada alta vacacional, las ganas de respirar brisas marinas, el riesgo de una nueva ola de contagios de Covid-19, la vacunación y su avance, la inminente fase de campañas electorales, la definición del proyecto de país, la necesidad de la razón sobre el espíritu.
El periodo vacacional para los niños, niñas y adolescentes usuarios de computadoras y dispositivos. Las tareas escolares esperan después de un proceso evaluativo del segundo trimestre en educación básica.
La espiritualidad como objeto de deseo del mercado de las religiones, las inequidades en la distribución de las masas entre las distintas iglesias. El canto de sirenas que toma oxígeno del Apocalipsis.
La Semana Santa como performance ritual de millones de personas, el imaginario colectivo sobre los temas de la muerte y la resurrección, sobre el calvario, la cruz sobre los hombros; los miedos, la pobreza, el desamparo, ante la ineludible finitud de la existencia humana.
El período vacacional de recogimiento, pero también de estudio para los docentes, algunos agobiados por el reto técnico de la plataforma Venus han logrado el primer paso de prerregistro y programación de cita para entrega de documentos en el esquema ahora de promoción horizontal.
La violencia simbólica de la evaluación punitiva en la reforma educativa peñista, el peligro de resurrección; la evaluación de libre albedrío y participación autónoma de la evaluación por venir en la 4T. “La cabra no anda si no ve la zanahoria”.
Las disparidades salariales y las formas distintas de hacer magisterio, el derecho legítimo a la mejora salarial, la cortina de humo confeccionada con retazos de meritocracia y de desempeño individual, la sombra de la ausencia de presupuesto, la calidad de la educación de cien falsas puertas.
La academia raptada, las iniciativas y coqueteos de cursos webinar de actualización “Patitos”, las iniciativas sindicales y oficiales simuladas, los oferentes y oportunistas particulares, los saberes necesarios de una Nueva Escuela Mexicana confusa, repetitiva, hecha con blocks del último derrumbe.
Hacer docencia con rigor científico, la necesaria transformación del perfil de la educación básica que se propone con saberes apresurados, el nuevo espíritu científico al que no podemos llegar con esos pasos siempre titubeantes de una academia manoseada por poderes poco visibles.
La espiritualidad e ideología del ganar más como obstáculos epistémicos.
Los templos olvidados de los dioses olmecas, teotihuacanos, mexicas y mayas.
Los mexicanos huérfanos de deidades que adoptan en su hambre espiritual las nuevas propuestas, el territorio de la mentalidad liberal pequeño burguesa.
Los que odian a la Malinche porque odian su propio espejo, los que se odian a sí mismos porque trocaron deidades propias y originales por deidades ajenas. El poema de León Felipe Camino “El Cristo… es el hombre”: ¿No han arrojado sobre mi todas las sombras?… Y ¿No puedo yo levantar todas las preguntas?
Mestizaje y espiritualidad, movimiento y cambio.
La espiritualidad también en cambio, el movimiento de la devoción en tiempos de pandemia.
La asignatura pendiente para materializar la cultura de la tolerancia, la riqueza de las espiritualidades en casa, la oportunidad de leer los textos fundacionales.
La difícil conquista de la libertad de creencias. La necesaria emancipación del cautiverio de las ideologías.
El reto de construir una educación laica. El desafío de formar el pensamiento científico darwinista, el pensamiento crítico y reflexivo en materia de espiritualidad y valores.
Las espiritualidades y nuestros temores omnipresentes, las fortalezas por aprender.
*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. [email protected]