El entorno donde nos transportamos: un indicador para analizar el bienestar

 en S. Lizette Ramos de Robles

S. Lizette Ramos de Robles*

Abordar el estudio del bienestar humano implica, entre otras cosas, analizar la calidad de los entornos donde desarrollamos la mayor parte de nuestras actividades y, en consecuencia, donde pasamos más tiempo. Un entorno tiene elementos básicos, tales como: a) espacio físico definido, b) grupo de personas con roles específicos, y c) una estructura organizacional. Los entornos más representativos y más analizados son: viviendas, escuelas, lugares de trabajo, hospitales, parques, centros comerciales y medios de transporte. De todos estos, los medios de transporte han cobrado especial interés dado que cada vez son más utilizados y pasamos gran parte de nuestro tiempo en ellos.
Hemos llegado a un punto donde más de la mitad de la población mundial vivimos en las ciudades, en las cuales prácticamente resulta obligado utilizar medios de transporte para el desarrollo de nuestras actividades cotidianas. Dada la gran carga vehicular, la recomendación es el uso del transporte público. Pero, ¿qué calidad tiene dicho transporte como para que resulte una alternativa viable y segura? Para poder responder, es necesario considerar varios factores, tanto cualitativos como cuantitativos, por ejemplo: cohesión social y territorial, seguridad, eficiencia económica, impacto ambiental, tarifa, forma de manejo, tiempo que pasa el usuario en el autobús, forma de pago, distancia de caminata, estado físico del autobús, tiempo de espera, identificación visual del autobús, respeto de las paradas establecidas, trato al usuario y apariencia del conductor, servicio a una hora establecida, asientos disponibles e información de las rutas en las paradas.
A partir de este listado de factores podemos empezar a cuestionarnos: ¿realmente el transporte público de nuestra ciudad sirve para fortalecer la cohesión social y territorial?, ¿son entornos seguros?, ¿su uso garantiza un beneficio económico?, ¿la tarifa es adecuada en función del servicio?, ¿las condiciones físicas garantizan mi bienestar durante mi traslado?, ¿los tiempos de espera y traslado son adecuados?, ¿las distancias a las paradas del autobus son cercanas?, ¿se respetan las paradas establecidas y los horarios?, ¿el trato al usuario es digno?, ¿existe información de las rutas en las paradas?, en fin.
Quizá más de alguno pudo recordar experiencias en las cuales lejos de asociarlas al bienestar nos acercan a situaciones de inseguridad, asaltos, maltrato, riesgos y hasta accidentes graves. Quienes hemos usado tranporte público sabemos que: puede pasar en cualquier momento o no pasar, puede dejarnos con la mano extendida solicitando la parada, puede decirnos groserías si entregamos un transvale o varias monedas, podemos ir en condiciones de calor o frío extremo, que podemos ir totalmente hacinados, que en cualquier momento pueden robar nuestras pertenencias, que debemos hacer ejercicios de fuerza y equilibrio para no caernos cada que el conductor acelera o frena y, que incluso tenemos una alta probabilidad de sufrir un accidente.
Finalmente considero que, si en verdad, los gobiernos federal, estatal y municipal siguen con su discurso del bienestar para todos, podrían comenzar por tranformar dicho discurso en acciones y atender uno de los principales entornos que influyen en nuestra calidad de vida: el transporte público. Que realmente nos muestren que su uso es una alternativa digna, segura y, porque no, hasta disfrutable (a pesar del 380 y su paraíso terrenal).

*Profesora-investigadora del CUCBA de la UdeG. [email protected]

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