El paradigma transexenal o la receta para racionalizar la catástrofe
José Moisés Aguayo Álvarez*
En medio de un sentimiento de aflicción y ante las convulsiones de los acontecimientos recientes en el estado de Jalisco; me permitiré partir en esta breve editorial, desde una breve digresión académica, a fin de proponer una reflexión que permita al lector, establecer cómo la disrupción de las masas, en medio del letargo socioeconómico y político-sanitario en el escenario local, representan no sólo una válvula de escape en el flujo natural de los acontecimientos; sino también un tamiz relevante para pulsar críticamente el verdadero talante de las decisiones venideras en los próximos meses, desde el ejecutivo estatal; y a la vez, un espacio de construcción de sentido para una gobernabilidad Ad Hoc, con el tiempo y la realidad social que vivimos los jaliscienses.
La noción de paradigma no sólo es rollo. El concepto de paradigma en la ciencia, está aparejado ya por tradición al tratamiento dado por Thomas Kuhn, quien, en La estructura de las revoluciones científicas, denomina paradigma a determinadas realizaciones científicas que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica, y explica cómo esos modelos ejercen una influencia profunda y duradera sobre la mentalidad científica; en virtud de que la comunidad científica “practicante” del paradigma en cuestión, encuentra en el propio paradigma, tanto el criterio para seleccionar sus problemas, como la asunción de que dichas soluciones son asequibles a partir del fundamento en las premisas que el propio paradigma propone. Para Kuhn; la disrupción del pensamiento científico, en relación con el paradigma, implica la consideración de que la preceptiva, el canon o la trama de planteamientos subordinados a una explicación más amplia (una tesis general), han perdido vigencia, ya no abarcan con suficiencia las nociones necesarias para la exploración de un aspecto de la naturaleza, o resultan notoriamente incompletas las explicaciones para el comportamiento de las entidades del fenómeno. Eso, en la ciencia. Pero los paradigmas no sólo están acendrados en las ciencias.
El paradigma en la racionalización política mexicana. En la historia reciente de la vida pública de nuestro país, el paradigma vigente, preserva prácticas, preceptos, e incluso muchos personajes aún, pues forma parte de la herencia histórica de los tecnócratas —a su vez, con matices del presidencialismo más aplastante, y coextensivamente del caudillismo postrevolucionario—: el ejercicio del poder público radica en fundar y fondear una campaña continua, abierta y velada; en la luz pública de las declaraciones, y en la oscuridad de los arreglos y las decisiones “difíciles”.
Esto viene a colación, a propósito de la desafortunada declaración del gobernador Enrique Alfaro, en la que responsabiliza a las autoridades federales, de aprovechar la crispación social, para tundir a su gestión, generando un caos, cuyo corolario, ayer 4 de junio, tuvo su expresión en las pintas en Palacio de Gobierno; la quema de patrullas y ataques a oficiales de policía. Si bien, es cierto, en fechas recientes, se derivó al virreinato de occidente, a Yeidckol Polevnsky para meter orden en las filas de MORENA en el estado; la asunción de que los cuadrantes de la manifestación del desacuerdo ciudadano —con las desapariciones, el multimillonario endeudamiento exprés, la contención de la dinámica comercial y de servicios, el autoritarismo y la casi inminente suspensión de garantías civiles, anunciados estos últimos, a voz en cuello por el ejecutivo estatal—, dependen de unos hilos simples cuyo extremo radica en el centro del país, y cuya única lógica previsible se le antoja a Movimiento Ciudadano, mafiosa, politiquera, electorera… es un paradigma; y ello no puede menos que causarnos estupor: es la confirmación de que a nuestro estado no ha llegado aún, un mandatario a la altura de las circunstancias. Ya casi parece que escuchamos en las siguientes declaraciones, los ecos ahogadizos con las expresiones de: “nos ningunean”, “es un golpeteo político”, “están en contra de nuestro proyecto”, “los patrocina la federación”…
En este orden de ideas, que el mandatario estatal asuma, la mano negra del centro, como el eje y el manejador de los entretelones de la manifestación, no sólo implicaría per se el deber moral y ético de denunciarlo penalmente, comprobarlo debidamente y señalarlo públicamente; sino que constituye una afrenta, un intento de subirse al ring, como soñando en igualar los títulos, con el presidente de la república; empero, más allá de esos divertimentos burdos de la clase política; constituye una grosería contra la conciencia civil, contra la capacidad de movilización de la ciudadanía, y contra la manifestación espontánea del hartazgo y la sensación del exceso autoritario y represor del poder público. ¿Qué no es natural que una buena cantidad de gente salga a las calles a señalar a las figuras públicas que protestan proteger a la ciudadanía, guardar y hacer valer las leyes; pero que se crispan cuando “la nación” se los demanda?¿Qué no lo vieron venir?
Ante este razonamiento, cabe aclarar que no se trata aquí de expresar un exabrupto, o de hacer un deslinde de cualquier tipo de intromisión central en la (límpida, pura, casta y, a cómo vamos, a un pelo de ser mística), soberanía del estado de Jalisco; tampoco se trata de defender los daños al patrimonio ni la violencia innecesaria contra las personas, ni servidores públicos ni manifestantes; no: se trata de oponer al maniqueísmo, una reivindicación de la cultura civil jalisciense en plenitud del 2020.
Podrán Enrique Alfaro y su equipo de asesores, en conjunto con la última mayoría emecista en la historia del Congreso del Estado; seguir racionalizando los hechos, y podrán seguir apostando a reaccionar ex post facto, y racionalizando: que si Giovanni estaba drogado y alterando el orden, que si tenía vínculos con la delincuencia organizada, que si detrás de todo está López Obrador, que si hay una conspiración para que el estado de Jalisco colapse, y con él, se vaya al traste un acariciado proyecto de nación: el quinto sol, la quinta té, la re-refundación de Tenochtitlán… lo cierto es que deberán prepararse para un periodo de cuestionamientos continuos, de movilizaciones, del virus de la inconformidad, que les cundirá en las regiones y en los sectores productivos; claro, eso es natural, y es deber de todo estadista de medio pelo hacia arriba, que haya cursado la primaria y leído algún libro de historia de México. No le hago al Nostradamus, eso es lo que sigue, y deberían verlo venir. Por supuesto, después vendrán las traiciones entre los emecés que querrán subirse al candelero, luego la inexorable disolución del partido, la decepción final en el año de Hidalgo, y luego, nuestro olvido. En fin. Por lo pronto no me resta sino aportar algunos enunciados interrogativos que llegaron solitos, mientras escuchaba atónito y con pena ajena, la declaración del gobernador de mi estado, que no se ha percatado de la necesidad de refundar un nuevo paradigma para la dirección de la vida pública.
¿Considerará acaso, el gobierno del estado que no se ha difundido con la suficiente amplitud, la causa de Giovanni, en México y el mundo?¿Considerarán acaso, que esta réplica a la mexicana, del caso Floyd, tendría que pasar desapercibida o disipada como las fosas clandestinas, o que podría ser silenciada con los doscientos mil pesos que le ofrecieron a la familia de Giovanni?¿Se habrán dado cuenta que en los principales trascendidos de la discusión pública en el estado, resaltan las groseras inversiones en publicidad, las megadeudas contraídas por el Congreso local y las continuas manifestaciones de inconformidad por el manejo de la contingencia sanitaria?¿Habrá pasado por sus lúcidas mentes la posibilidad de que no cabe sacar la bravuconería y el amago contra los que deben salir a buscar la chuleta, el mismo día en que explota en las redes sociales el caso en Ixtlahuacán de los Membrillos?¿Pues qué esperaban, un diploma?
*Doctor en Educación. Supervisor de Educación Primaria. [email protected]
Gracias por las reflexiones, estimula a pensar
Excelente artículo, se ha atacado a las consecuencias, llenas de sentimientos en contra del Gobierno Federal, la perpetuidad en el poder. De presidente de la República nuestro querido Gobernador, le declararía la guerra a aquel país que no estuviera de acuerdo con él. Yo creo que tiene que atender las causas de todo, con un buen razonamiento, aunque no ganara una presidencia, seria alguien ejemplar. Está lo del dengue, sus causas, lo de los maestros, sus causas, las muertes de las personas, sus causas, no endeudarte, sus causas. Excelente artículo, gracias por compartir
Durante mucho tiempo estuve orgulloso de ser jalisciense, hoy me avergüenza el serlo. No sé si aún quepa el gentilicio, porque en los últimos treinta o cuarenta años cambió lo que en mi imaginario operaba como identidad de los hombres jaliscienses: el cumplir con la palabra empeñada, la honestidad, la valentía, el compromiso con los otros.
En los 80s con la migración hacia Jalisco de hermanos de otras partes del país, se logró conjuntar lo peor que teníamos los nativos con lo peor que traían los migrantes, no sé cómo ni por qué, llegando asi a este momento de neojaliscienses sin palabra, sin compromiso con los otros, cobardes, serviles con el régimen en turno, torpes en la maniobra política, construímos el peor de los mundos posibles.
La Universidad tampoco escapó a esta dinámica, en los 90s nos dimos cuenta que fuimo engañados con aquello de la universidad socialista, por Natura nos vendió algo imposible de ser: dejamos de creer en sus bondades.
Y así llegamos a este momento crítico para los jaliscienses. Sin propuesta viable nos hemos embarcado en una aventura mezquina, en la que el talante criminal de los gobernantes se asoma a cada momento, talante que es aplaudido por no pocos “neojaliscienses”
El abuso, la mentira, el fraude, el uso de la fuerza, la violencia, es valorada de manera extraña por estos nuevos jaliscienses, incapaces de pensar y actuar en relación con las necesidades del otro.
El futuro, aunque incierto, no presagia algo bueno para los que aquí vivimos.