El terror en las escuelas

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Pasa el tiempo y no dejamos de sorprendernos de todas las cosas y hechos indeseables en las escuelas, en donde los maestros son señalados como culpables de ello y posteriormente viene el escándalo, y no tanto por lo relacionado con los procesos de enseñanza y aprendizaje, el fomento de los valores, el amor a la Patria y la convivencia con sus semejantes, entre otras cosas, sino todo lo contrario, en las últimas décadas llegaron a las escuelas los fenómenos lamentables del bullying, el secuestro, los tiroteos y otros más propios de las oleadas de la inseguridad y la descomposición social de nuestro país.
Como una muestra de todo ello, en lo que va del 2020, primero fue el tema del Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila el 10 de enero, donde el niño José Ángel “N” (nunca se dijo el nombre completo) de 11 años disparó en contra de maestros y alumnos, matando a una profesora y después se suicidó; después, hace una semana, el caso de la niña Fátima (Fátima Cecilia Aldrighett Antón) de 7 años, desaparecida el pasado 11 de febrero y cuyo cuerpo fue encontrado sin vida 4 días después, en ambos casos el tratamiento por parte de las autoridades ha sido diferenciado, el caso de Torreón los nombres de las víctimas (salvo el de la maestra) fueron protegidos y ningún trabajador de la escuela fue inculpado, sólo el abuelo de José Ángel, en cambio, no ha sido así en el caso de la niña Fátima de la Escuela Enrique Rébsamen de Tulyehualco, Xochimilco, mientras las autoridades siguen indagando el director de la misma, Telésforo Flores de la Rosa, fue separado del cargo y se esperan que caigan más responsables por la supuesta omisión señalada en el protocolo de seguridad de las escuelas.
Los hechos de violencia en las escuelas son de esas cosas que por una u otra razón suceden (actualmente con mayor frecuencia), ya no nos sorprenden gracias a la normalización del fenómeno entre la población, lo cual ha sido propiciado por una desmedida promoción y difusión de los hechos a través de los medios de comunicación, en un principio esas cosas nos llenaban de coraje, rabia y a la vez impotencia porque el fenómeno rebasaba las fuerzas y alcance de las personas, no ha habido una respuesta integral de las autoridades, ya que, sin más y sin aprender de las lecciones que se nos presentan de cuando en cuando, pacientemente y como si fuera una película o serie televisiva hemos visto cómo llegó el fenómeno de la violencia a las escuelas sin que los maestros y autoridades educativas puedan realizar acciones efectivas para detenerlo.
Quien no recuerda el caso lamentable del niño Christopher Raymundo Márquez Mora de 6 años, él fue secuestrado, asesinado y enterrado por un grupo de 5 adolescentes entre 12 y 15 años en la ciudad de Chihuahua el 14 de mayo de 2015; o el Caso Wallace (Walberto García Hernández) estudiante de 13 años en la Escuela Secundaria Técnica núm. 92 de Guadalajara, quien fue golpeado de manera agresiva el 5 de diciembre de 2017 al grado de dejarlo en estado de coma por más de un mes.
Lamentablemente los hechos de terror siguen y seguirán sucediendo mientras la sociedad en su conjunto no resuelvan los elementos básicos del respeto y la convivencia pensando en el bien común, para agravar las cosas tenemos unas autoridades que solo responden en el contexto del hecho, prometen que nunca más va a suceder y, para su desgracia, vuelve a pasar. Es cierto que existen protocolos de seguridad, los cuales (al margen de que se hicieron para señalar culpables y más desde el punto de vista judicial que pedagógico) no se aplican de manera correcta por diversas razones, entre otras por desconocimiento, negligencia, incapacidad y por una deficiente supervisión para que se lleve a cabo. Por desgracia y acostumbrados a vivir de las historias de héroes y villanos, para la autoridad, los medios de comunicación y la sociedad en su conjunto es más fácil señalar uno o varios culpables que tomar las cosas en serio donde se realicen acciones conjuntas para que cada quien asuma su responsabilidad, desde padres de familia, maestros, autoridades y la sociedad en general.
De quién o quiénes depende disminuir o erradicar las estadísticas en un país donde asesinan a 8 menores de edad al día (según datos del INEGI entre el año 2000 y 2017). Si un suceso de esa naturaleza sucede en la calle, la familia o cualquier otro punto de la población pasa desapercibido, pero si sucede en la escuela o en el resguardo de los maestros como uno de los dos casos arriba señalados, esto cobra otra dimensión, por una u otra razón se destapan las heridas que dejó la reforma educativa peñista y los maestros vuelven a ser presas del odio, coraje y desprecio que propiciaron las autoridades educativas comandadas por Chuayffet y Nuño el sexenio pasado.
Ya es tiempo que el fenómeno de la violencia y la inseguridad en las escuelas llegue a su fin, sobre todo porque son espacios más concurridos y de mayor vigilancia por la autoridad, ya basta de que las autoridades actúen una vez que se ahoga el niño, como ha sido hasta ahora, estas autoridades son tan ocurrentes que si el día de mañana llegara un Ovni a secuestrar niños en una escuela, seguramente pasado mañana tendríamos un protocolo para que si sucede otra vez ya saben los maestros como actuar, no sin antes haber separado del servicio a la autoridad inmediata porque no siguió un protocolo que (a la fecha) ha dejado mucho que desear y que solo ha servido para atemorizar a los maestros con la pérdida del empleo por no seguir o ignorar las recomendaciones propuestas.

*Editor de la Revista Educ@rnos. [email protected]

Comentarios
  • Marco Romo

    Al final de todo el gremio más dañado es el MAGISTERIO por el MAGISTERIO…

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