El mapa y el territorio

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Una de las grandes ausencias en la reciente evaluación del transporte público en mi pueblito zapopano-tapatío (área que solemos creer metrópoli) fue la señaléctica. Resulta que los usuarios potenciales no cuentan con información, dentro o fuera de los autobuses, respecto a horarios de servicio, ruta a seguir, paradas formales o suprimidas, conexiones con otras rutas posibles. No existen mapas de las rutas de la zona metropolitana ni en las calles por las que circulan los autobuses, ni dentro de ellos. Un experto ha definido la manera en que luciría un mapa de esas rutas, si llegara a existir: “como un plato de spaghetti”, en contraste con los mapas del transporte público de líneas más rectas y coloridas de otras ciudades del mundo. Tampoco hay información acerca de los criterios por los cuales las unidades que transitan por una ruta puedan cobrar determinadas tarifas. Como sabemos por otros medios de transporte en otras latitudes, es posible anunciar, visual y auditivamente, la siguiente parada, aunque en este pueblo no se estila hacerlo.
La ausencia de mapas, paradas formales, señalamientos dentro y fuera de los autobuses, regularidad y eficiencia, se antoja una manera de evitar que lleguen más turistas a nuestra metrópoli. Como si ya nos sobraran almas en esta ciudad caótica y llena de embotellamientos viales. La señal es, incluso, que los habitantes habituales también sobramos y no somos dignos de utilizar el servicio si no conocemos de memoria la ciudad y los trayectos para ir de un punto a otro de ella. Esa ausencia va de la mano con la ausencia de información en las calles. Si no eres un habitante habitual de esa colonia, o usuario cotidiano de determinadas calles y avenidas, es muy probable que no puedas saber en dónde te ubicas.
De modo que la gente recurre a automóviles particulares ante la ausencia de un transporte eficiente que además carece de la mínima información para facilitar su uso. Quienes cuentan con un teléfono móvil recurren a la “ubicación” que les ofrece ese aparato, pues no es posible encontrar información en los lugares mismos.
En los centros universitarios y en muchas instituciones educativas de la metrópoli, con notables excepciones, como el Iteso, la señaléctica tampoco ha resultado una prioridad de sus administradores. Los locales y los visitantes se rascan la cabeza, preguntan, caminan de ida y vuelta, suben y bajan por las escaleras o por los elevadores (y descensores), y algunos, eventualmente, se van decepcionados por no haber encontrado el punto de la geografía del campus que querían alcanzar. Algunos otros, gracias a la buena voluntad de alguna persona que los guía adecuadamente, logran llegar al aula, oficina o intersección que buscaban. Muchos, hacen uso de sus celulares para llamar a la persona que buscan para que ésta les sirva de lazarillo en los laberintos del espacio construido.
Parecería que los administradores y funcionarios se refocilan en jugar a las escondidas y pretenden que docentes y estudiantes se solacen en ese juego al menos en las primeras sesiones de cada curso. Así que por eso se aseguran de que no haya mapas, ni flechas que apunten a destinos importantes (por ejemplo, las dependencias universitarias, la poco ecológica y escasamente saludable cafetería), para que quienes van a alguna conferencia (ya sea a impartirla o a escucharla) o a participar en un seminario, aprendan la lección y la próxima ocasión tomen providencias para pasar largos minutos en los dominios del Minotauro universitario antes de llegar a donde querían llegar. Si ya tenemos el territorio, razonan esos administradores, ¿para qué necesitamos un mapa, quimérica representación de algo mucho más concreto? De paso, se ahorran unos morlacos que redundarán en que sean otros quienes pierdan unos cuantos minutos de su tiempo en la sana actividad física de buscar a diestra y siniestra, arriba y abajo, y por todos los puntos cardinales. Igual que en nuestra metrópoli y sus misteriosas rutas de autobús.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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