Carrera Magisterial: estímulos económicos versus formación docente

 en Benita Camacho Buenrostro

Benita Camacho Buenrostro*

Una de las estrategias que ha utilizado la mayoría de los países a fin de favorecer el desempeño profesional de los docentes ha sido la creación de programas de estímulos económicos. La Reforma Educativa de 1992 en México proponía la Revaloración Social de la Función Magisterial, que consideraba como asunto medular la mejora salarial, pero ya no sería un incremento homogéneo, sino que se trataba de generar un programa que estimulara el mérito docente individual. En función de ello, se creó el Programa Nacional de Carrera Magisterial que de acuerdo con sus lineamientos se define como: un sistema de estímulos de promoción horizontal que responde a la exigencia de elevar la calidad de la educación y pretende desarrollar la cultura de la evaluación, fomentar la formación continua de los docentes y reconocer los mejores desempeños profesionales en función del aprovechamiento escolar de los alumnos.
Si bien, el propósito fundamental del programa pretendía estimular el trabajo profesional docente asociándolo a mejores procesos de formación, las cosas no ocurrieron como se esperaba. Los programas de formación continua que nacieron a partir de la citada reforma fueron amplios y variados, tanto en su forma como en su contenido, pero, desafortunadamente poco a poco debieron subordinarse a los lineamientos administrativos de carrera magisterial que apenas se relacionaban con las necesidades reales de los profesores, así, en breve tiempo los requisitos de participación se alejaron de la intención original de promover una formación significativa para fortalecer el trabajo en el aula.
Los cursos de formación continua se convirtieron en el proceso de formación por excelencia, dando lugar a un esquema prescriptivo y rígido que condicionaba la participación de los maestros, y solía ser ritual de tránsito obligado para aspirar a la mejora salarial. En los procesos anuales de inscripción y desarrollo de los cursos, era común que los docentes expresaran sentimientos de frustración, molestia o inconformidad, no sólo por lo que ellos han considerado la inequidad y falta de transparencia en la distribución de los recursos económicos, sino por verse precisados a participar en procesos formativos alejados de su interés y necesidad profesional.
No obstante, la mayoría de los inscritos logró obtener el beneficio de alguno de los cinco niveles que ofrece el programa; la participación en el mismo contribuyó a desarrollar en los maestros, a lo largo de estos 23 años de vigencia, una concepción equivocada del sentido y el valor de la formación, reduciéndola a un proceso rutinario y carente de sentido.
De acuerdo con lo establecido en la Ley del Servicio Profesional Docente, en 2015 el programa de Carrera Magisterial deberá ser sustituido por un nuevo esquema, que de acuerdo con lo anterior, debería contribuir a la construcción de un modelo de formación que propicie una nueva cultura profesional docente.

*Profesora-investigadora del Sistema Virtual de la Universidad de Guadalajara. bcamacho@cencar.udg.mx

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