Festejos de mayo y las historias paralelas de los maestros, el inicio…

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

Estamos a unos días del 15 de mayo y, se quiera o no, se asoman los recuerdos en la mayoría de maestros, mi caso no es la excepción, escribo este artículo como preámbulo a lo que serán los festejos desde Educ@rnos, primero al igual que año con año publicaremos un masivo de editoriales de la mayoría de colaboradores y, por esta ocasión y en lo sucesivo, editaremos un libro en formato digital con textos del equipo editorial, de otros invitados y de maestros que enviaron contribuciones a raíz de una convocatoria abierta, el tema: Gracias maestros, gracias maestras.
Ahora que el gobierno federal propone una nueva reforma, o un intento de reforma, pero sin los elementos que tanto daño hicieron al magisterio en el pasado reciente, principalmente lo relacionado con el tema de la evaluación punitiva y la campaña orquestada en su contra, en la cual fue denostado, vilipendiado y la promoción de su imagen negativa ante los medios y la sociedad fue llevada al extremo más vergonzoso por unas autoridades que se valieron de ello para eliminar derechos ganados y lo peor, con la complacencia de un SNTE sin memoria.
Ante esto, es preciso señalar que los protagonistas de la educación tienen su origen y parten de historias similares, la mayoría, sino el total, no provienen necesariamente de las clases privilegiadas, más bien son hijos e hijas de campesinos, obreros y empleados (a pesar de que algunos se olvidan y reniegan de ello), en ese sentido les comparto una historia en primera persona.
Mi incursión al magisterio llegó allá por enero o febrero de 1979, no recuerdo la fecha exacta, era una docencia por “coperacha” en una escuela primaria llamada República Mexicana y ubicada en la cabecera municipal de Zapopan, Jalisco.
Sí, así fue, íbamos a dicha escuela un grupo de estudiantes de artes plásticas, danza, teatro y música, organizábamos talleres vivenciales de educación artística con los alumnos, éstos iniciaban desde que entraban hasta la hora de recreo y por el turno matutino, la “coperacha” era de un peso por niño y al final nos repartíamos las ganancias, nos tocaban alrededor de los 40 pesos a cada uno (el camión costaba un peso para estudiantes y 2 pesos tarifa normal, sólo para que dimensionen el valor de una clase de dos horas en esa época), dinero muy necesario que nos alcanzaba para muchas cosas, principalmente el transporte y un refresco de vez en cuando.
También participé con talleres de educación artística en la preparatoria de Ciudad Guzmán, Jalisco, era los días sábados en una réplica a lo que se hacía con los preparatorianos de la zona metropolitana de Guadalajara cuando asistían a Los Belenes a ese tipo de actividades, por supuesto que el pago era por amor a la patria y por solidarizarnos con nuestro maestro, Miguel Ángel López Medina (pintor jalisciense y responsable de ese proyecto) que, a cambio, nos daba por exentos en sus materias y nos pagaba el transporte, la comida y una que otra “chela”, eran tiempos de la Revolución Sandinista y también la principal plática en las reuniones posteriores a las actividades en la preparatoria.
Después anduve picando piedra en colegios, academias de comercio, secundarias abiertas y una que otra escuela Normal particular, también trabajé para el gobierno del estado de Jalisco en el Departamento de Bellas Artes como instructor de arte y orientador foráneo en el municipio de Jalostotitlán, después llegaron las vacas gordas cuando obtuve mi primera plaza gracias a la bien recordada Trinidad Martínez Yáñez, justo en el naciente impulso a la educación preescolar, años después en educación secundaria y finalmente en educación superior.
Ha sido pues, un trajín parecido al que hemos caminado la mayoría de profesores de educación pública, experimentando aquí, allá y más allá, hasta que logramos la calma y la estabilidad laboral, unos persiguiendo objetivos que los llevaron a lograr plazas de tiempo completo, segunda plaza, subdirección, dirección, supervisión y jefaturas de sector mediante los canales y las vías institucionales (llámese escalafón, examen de oposición o cercanía a los grupos de poder tanto de la SEP, la SEJ como del SNTE), los menos se quedan como docentes hasta la jubilación. A otros más les dio por hacer carrera en las huestes sindicales y los partidos políticos, éstos son una casta aparte, principalmente porque su ascenso a puestos directivos y de supervisión, así como lograr el tiempo completo con las máximas categorías se hizo de forma meteórica, además porque de cuando en cuando ocupan y ocuparon puestos de dirección o comisiones en las estructuras administrativas de la Secretaría de Educación.
En todo este tiempo no recuerdo que el magisterio haya tenido un lugar preferencial en la sociedad, posiblemente sí pudo haber sucedido en las comunidades alejadas de las áreas metropolitanas, de hecho yo sentí un trato bastante diferente cuando trabajé en Juanacatlán y el Salto que cuando lo hice en Guadalajara, Tonalá y Zapopan (que junto con Tlaquepaque conformaban en ese entonces la zona metropolitana), fuera de allí no pasó nada, quizás porque me integré al magisterio en medio de una crisis económica y cuando el único dinero que llegaba al bolsillo era el que me daban mis padres (que sólo era para lo básico), justo cuando empezaba el gobierno de Miguel de la Madrid, que como referencia y en términos económicos, una plaza de educación primaria ganaba el equivalente a un salario mínimo y medio, eran tiempos difíciles y aún así, los que llegamos en ese entonces nos quedamos hasta la jubilación.
Cuando llegó el primer pago, 3 meses de salario por junto, de octubre a diciembre incluido el aguinaldo: una fortuna, algo así como 5 mil pesos, lo primero que hice fue irme al centro de la ciudad a cambiar los cheques (en aquel tiempo se podían cambiar en todos los bancos, incluso algunas tiendas departamentales los aceptaban como efectivo), después, directamente a la mítica librería de la calle Galeana “Jardín de los Senderos” (que tanto añoramos los amantes del libro y entonces dirigida por el bien recordado Silvestre Macías, QEPD) y salí con dos bolsas llenas de libros, por cierto es una de tantas librerías que desaparecieron de esa parte de la ciudad.
Lo que sucedió después es historia, igual o un poco diferente de los demás maestros una vez que se hacen de una plaza y van acumulando años en el servicio, y como dijera un viejo amigo: cada quien vive el magisterio como quiere, desde una forma de vida hasta un empleo como todos, en mi caso y hasta la fecha ha sido una forma de vida.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

Escriba su búsqueda y presione ENTER para buscar