2019: un año más de retos y esperanzas
Alma Dzib-Goodin*
Cada ciclo que se abre o se cierra crea la falsa ilusión de cambio. Las cosas no siempre fluyen al ritmo o en la dirección que esperamos, pero nuestra actitud hace parecer como si lo nuevo es bueno y lo viejo deja de ser importante. Es así como, con la llegada de cada año, hacemos propósitos pensando que está vez vamos a lograr lo que deseamos, pero apenas avanzamos algunas semanas, y es fácil caer en los viejos hábitos y comenzamos a perder la actitud de cambio que sentimos el primer día del año.
Esto se puede observar en la educación, las cosas no cambian a pesar de los años que vengan, terminen o regresen. Seguimos centrados en los planes y programas educativos, no en los aprendizajes que en teoría son lo que se evalúan y con lo cual se tortura a los estudiantes. No se ha perdido esa desarticulación malsana de creer que educación es igual a aprendizaje, por ende, seguimos renovando casi obsesivamente la creencia de que ir a la escuela es suficiente para aprender, o la única fuente de aprendizaje. Lo único que se agregan son paradigmas y propuestas como la neuroeducación que carece de fundamente en el campo, o la idea de que las nuevas tecnologías mejoran el aprendizaje, al final, el proceso de aprendizaje se lleva a cabo en cada estudiante, y no necesariamente se adapta a las propuestas pedagógicas, porque cada cerebro construye y analiza la información de modo diferente, como María Montessori lo propuso hace mucho tiempo.
Bajo esta idea, sin afán de molestar, no creo que este año los niños sean capaces de disfrutar de la lectura y dejar de leer en monótono sin entender lo que leen. Aun cuando es un proceso complejo a nivel cerebral, en realidad sólo necesita moldeamiento, que no encuentran los niños ni en casa ni en la escuela, tal vez porque debemos aceptar que no somos una sociedad de lectores, y si alargamos la queja, tampoco de escritores, de ahí que los alumnos no sean capaces de combinar más de una idea bañada de faltas de ortografía.
Tampoco se destaca en ciencia, o tecnología, por lo que debemos aceptar que los países latinoamericanos simplemente no están interesados en ello, y que tal vez requieran una actitud distinta al reto que la OCDE propone. Tal vez sea tiempo de aceptar que cada país, igual que cada niño tiene un talento distinto. Por ejemplo, los hindúes son excelentes médicos y saben mucho de tecnología, los americanos son geniales para la innovación y el reconocimiento del talento. Los holandeses son excelentes lectores y los franceses escritores maravillosos. Tal vez hemos insistido tanto en lo que no somos buenos que hemos olvidado nuestro verdadero talento, pensando que debemos ser igual que los demás.
No, estimado lector, no estoy deprimida, pero está es mi forma de intentar despertar el día de hoy y proponer algo que realmente mueva a los modelos educativos que han probado tantas veces su incapacidad para enseñar los saberes más nobles y que crean tanto gozo cuando se les comprende, como la lectura, la escritura o la enseñanza de un idioma, pues abren las puertas al universo entero de conocimiento, leer no debería ser una tortura para nadie y sin embargo, las evaluaciones a veces crean terror en los niños, ¡tengo que leer frente a la clase!, debo entender lo que dice, ¿cómo entender si no se disfruta lo que se lee?
Ante esto, tengo la esperanza de que el año que comienza, mueva las fibras de la lógica de la investigación, cambie el esquema tan viejo de la educación y abra la oportunidad para proponer modelos nuevos, basados en análisis de necesidades, por grupos sociales y comiencen a crear ideas que cambien y no sólo propuestas vacías que hacen como que hacen, pero no llegan a ninguna parte.
Al mismo tiempo, deseo se deje de culpar a los maestros del rotundo fracaso del modelo educativo, y se cuelgue a los diseñadores curriculares que son burócratas de escritorio que obviamente no tienen idea de que es un aula, la interacción-maestro alumno o el aprendizaje. Conocer el micro y macro ambiente de un aula de clase, es importante para reconocer el proceso de los alumnos, si los maestros pudieran proponer lo que hace falta en un aula, sin duda las cosas serían distintas. Sin embargo, sólo se les imponen miles de cursos baratos que no pueden aprovechar en el aula, porque como en todo, hay una desarticulación entre lo que se hace y se dice, por lo que al final los diseñadores curriculares atan de manos y pies a los maestros siendo los ellos las grandes decisiones dentro de las aulas, a pesar de que no las conozcan, como un maestro lo hace.
Ahora le toca a usted estimado lector, ¿cuáles son sus ideas para la educación en este 2019?, ¿tendremos un cambio que nos haga sentir orgullosos?, ¿será sólo un calendario más?
Para concluir, sólo me resta desear a todos un año lleno de retos, proyectos y mucha salud y que los niños encuentren las razones para aprender y disfrutar de lo que aprenden.
*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. [email protected]