Las razones de la democracia

Rubén Zatarain Mendoza*

Pasada la noche del 15 de septiembre y sus gritos de izquierdas y derechas, pasados los desfiles militares de las juventudes y las infancias el 16 de septiembre y antes de que los iconos de los héroes que nos dieron patria bajen de los adornos en edificios públicos y caigan de los periódicos murales escolares, es de buen mexicano mantener vivo el homenaje, concretar la independencia nacional y por siempre refrendar nuestra gratitud.
Gracias a don Miguel Hidalgo y Costilla por conspirar contra las autoridades españolas, liderar un grupo de inconformes y organizar e iniciar el proceso de independencia, que daría nacimiento a los Estados Unidos Mexicanos con todo el conjunto de valores identitarios y con todos los desafíos que como sociedad mexicana compartimos.
En la memoria colectiva importa poco aquel tropezón con olor a pólvora y anticipada derrota en Puente de Calderón, acontecido en latitudes jaliscienses. De hecho por estos lares de aires neogallegos que no se disipan en materia de mentalidades, entrado el sigo XXI, cobra vida estos días en la plaza de la Liberación la estatua de un Hidalgo irredento y fuerte que esgrime las cadenas rotas de la esclavitud y el Hidalgo mural que grita a través de los trazos magistrales de José Clemente Orozco mientras inspira y revive al paso, engalana las escaleras por donde suben y bajan los actores políticos por el palacio de gobierno de Guadalajara, aún los que tuercen el significado central de los conceptos de federalismo y soberanía de los estados y aún los que a grito abierto y sin estructura lógica de contenido lanzan vivas a la independencia de poderes a contracorriente, en una coyuntura donde el país celebró en El Zócalo de la CDMX la publicación en el Diario Oficial de la Federación, la anhelada por muchos sectores mayoritarios reforma del poder judicial.
La patria vive en nuestra memoria colectiva como constructores de una nación, a pesar de que a nivel local se izó la bandera de Jalisco, inexistente en septiembre de 1810, y mientras el lábaro patrio, símbolo de la mexicanidad y de la unión, pasó a segundo término en esa obsesión de otra edición más del defendamos Jalisco o yo amo a Jalisco, qué tan rentables han sido como consignas políticas antifederalistas.
El proceso de la elección a gobernador el 2 de junio sólo está definido en el Instituto Electoral de Participación Ciudadana de Jalisco y en espera de ratificación en la instancia de tribunales electorales de orden federal, donde una de las partes inconformes ha exhibido pruebas sobre supuestas irregularidades que ponen en duda el proceso y el resultado. El análisis continúa.
Por el bien de la gobernabilidad de Jalisco, por el bien de la unidad nacional y de honra a la democracia que está exigida de convencer siempre, el fallo tiene que ser transparente y con hechos y argumentos muy claros.
El Congreso de Jalisco y sus propios cauces contra la propuesta del Partido Movimiento Regeneración Nacional de hacer y transformar la historia en el horizonte de las mayorías y su voto en contra de la reforma judicial aprobada en las cámaras baja y alta del Congreso de la Unión.
Jalisco y su propia historia en las cúpulas del poder; Jalisco y la historia y vida cotidiana de su gente que labora y espera certidumbre de sus instituciones.
Gracias, José María Morelos, por mantener viva la llama y los sentimientos de la nación de la esperanza cuando la confianza en el movimiento independentista estaba plagada de incertidumbres.
Gracias, Vicente Guerrero, caudillo del Sur, por conducir al ejército insurgente y sumar huestes al ejército trigarante en la fase de la consumación.
Gracias, porque en la esencia de las instituciones democráticas que hoy gozamos está el espíritu de aquellos procesos que en días de fiesta patria recordamos, aun cuando las masas en algunas localidades y pueblos celebran de manera catártica y evasiva sin comprender del todo la importancia de aquel hecho histórico.
La patria que vivió el último grito de Andrés Manuel López Obrador, su corazón al lado de su pueblo en El Zócalo, Jalisco que vivió el último grito de Enrique Alfaro Ramírez en Palacio de Gobierno en Guadalajara y las continuidades de un proyecto de gobierno claro de qué lado está en cada uno de los niveles de gobierno.
Los seis años de cada uno que juzgará la historia y el pueblo sabio y honesto, ávido de justicia social.
El grito de independencia como manifiesto político, el pueblo abajo en escucha activa, los oradores que pulen las palabras y tañen las campanas, las mil fotos, las mil lecturas.
El sincretismo de nuestra memoria histórica y las lecturas por encimita de héroes y obras, de causas y consecuencias.
El ritual del festejo en esa fase de la historia nacional: pueblo de pólvora y cohetes, de verbena y caballos, de tequila y espíritu de banda sinaloense y mariachi jalisciense.
La pelea del Canelo y su triunfo por decisión; el errorcillo de interpretación del himno nacional mexicano por una de las Fernández. Los jaliscienses dicen presente en el espectáculo.
Aquel imperio español de 1810, los doce gritos de dos sexenios y las arengas de Felipe Calderón Hinojoza y Enrique Peña Nieto, hoy habitantes felices de España.
Jalisco, publicación del manifiesto de respeto y adherencia a los resultados del 2 de junio, según el veredicto del IEPC por parte de universidades con perfil conservador.
Jalisco marcha de grupos políticos de currículum vitae de chapulineo político y fracaso como el manifiesto de respeto a los resultados de la elección, también en la perspectiva del IEPC de firmantes como el hijo del ex gobernador Guillermo Cosío Vidaurri.
Entre pendones tricolores y gloriosas notas del himno nacional, la atención de la sociedad jalisciense al veredicto en tribunales, las presiones adjuntas de los manifiestos y panfletos, de las giras de inauguraciones de obra pública, los discursos locales en eventos como la noche del pasado 15 de septiembre, y el nerviosismo que habrá de pasar con las definiciones.
Las causas y consecuencias del movimiento de independencia nacional, las razones individuales, de grupos desplazados y de grupos triunfadores, las razones de la democracia en otra de sus fases.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com