Y tú, ¿qué pitos tocas?

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

La frase solía aplicarse para confrontar a quien andaba de metiche en asuntos que, en apariencia, no correspondía arreglar a la persona interpelada. La frase está en desuso desde que las chirimías, tambores y pitos han disminuido su presencia en los espacios públicos, sean festivos o laborales. Empero, en el contexto estadounidense ha cobrado vigencia nuevamente la expresión de quien “sopla un silbato” (whistleblower) para advertir de peligro inminente y en meses recientes se ha utilizado repetidamente para llamar la atención acerca de denuncias de temas de interés público en la arena política.
En Estados Unidos, la ley de protección a funcionarios federales que denuncian actos gubernamentales que violan las leyes o implican peligro para la salud pública, de 1985, pretende asegurar que las instancias de gobierno no tomen revancha contra aquellos que, debiendo guardar secretos, los revelan por el peligro que implicaría no hacerlo. Por poner un caso, cuando determinados fondos federales se recortan sin que se dé aviso público de las cantidades y de las actividades afectadas.
En varias instituciones de nuestro país hemos sabido de casos en que determinados funcionarios dan aviso de malos manejos en las instituciones en las que trabajan. Y que acaban despedidos o señalados por avisar de posibles peligros derivados del mal uso de los fondos públicos. Y también hemos sabido de casos en que determinados trabajadores señalan que la dependencia en donde laboran no cumple con las tareas que se especifican en los documentos de su creación y función. “¿Qué te impulsa a señalar que existen lineamientos legales para cumplir cabalmente las funciones de determinada institución?”, se preguntan quienes se benefician de la falta de transparencia en el uso de los recursos de la organización. En otras palabras, plantean airados el cuestionamiento de “¿qué pitos tocas? Métete en tus propios asuntos (personales) en vez de señalar los manejos indebidos o los procedimientos a seguir dentro de determinada organización. Deja en paz a los corruptos para hacer de las suyas”.
Algunos de los “metiches” suelen diagnosticar la posibilidad de que, dentro de los marcos legales, las instituciones educativas cumplan mejor determinadas funciones, sin desperdiciar recursos, o con un mejor aprovechamiento de los acervos y cuadros profesionales. En algunos casos, esos metiches señalan caminos de mayor eficacia y transparencia, en contraste con quienes se benefician de las formas “tradicionales” y “secretas” en el uso de los recursos. Mientras los metiches sugieren otros cursos de acción, los que ya están enquistados en los desvíos se oponen a que cambien las cosas, pues ello suele implicar la reducción de determinadas prácticas corporativistas, que requieren poner a “leales” de grupos o líderes en determinados puestos para cuando haya que justificar gastos o procedimientos que simulen cumplir con la legalidad.
De tal modo, la eficiencia en algunas instituciones se ve con sospecha por algunos grupos enquistados en la ordeña de recursos, porque podría reducir el número de leales, que irían a cubrir funciones más apremiantes, o porque podría darse uso a recursos en nuevos programas y funciones que no benefician directamente a determinados grupos o generaciones. Los “metiches” que sugieren otros procedimientos y quienes además denuncian los manejos “en los obscurito” suelen verse con malos ojos por quienes prefieren que las simulaciones, los desvíos de recursos en las instituciones académicas y el desperdicio de posibilidades de desarrollo lleguen a cristalizar. Ciertamente, quienes hacen uso de los silbatos para recordar las acciones legítimas en determinados juegos no suelen ser figuras populares, como bien lo hemos observado en las dinámicas de los partidos de futbol sobre distintas superficies en el mundo.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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