Y si no puedes, ni modo

 en Luis Rodolfo Morán

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Nuestro sistema social en general, suele estimular la competencia. Promover que los débiles muerdan el polvo. Restregarles sus derrotas. Descalificar a la persona entera por su desempeño en un determinado papel. Así, se sabe de personas que rechazan a sus parejas porque no son suficientemente buenas para las actividades amatorias o de provisión, aunque sean perfectas como progenitoras o amistades. Igualmente, en nuestra sociedad competitiva se descalifica a los estudiantes que no quieren o no pueden ajustarse a determinadas exigencias escolares. Quien no se sepa todas las tablas de multiplicar es calificado de burro e incluso se le impedirá seguir más allá de determinado grado escolar si no se las sabe de memoria todas, del 1 x 1 hasta el 10 x 10, en desorden, al revés y al derecho. Y el que no pueda, pues ni modo. Ni cómo ayudarle.
Algo similar ocurre con las estructuras y los equipamientos escolares. Hasta hace muy pocos años, los zurdos tenían que bregar como pudieran para utilizar los mesabancos diseñados para diestros. La altura del mobiliario escolar, las distancias que haya que recorrer, los trazos que haya que diseñar, todos tienden, con honrosas excepciones, a que han de mantenerse determinados niveles y no se vale ayudarse ni con un cojín, ni con un equipo de trabajo.
Hace unos días, esta actitud de “sálvese y lógrese sólo el más apto y el más fuerte”, se nos presentó a un grupo de académicos. Y esa coyuntura me hizo recordar a mi sabio amigo (sociólogo y comunicólogo) Miguel Casillas, quien, tras un accidente en el que perdió la posibilidad de caminar suele recordarnos que no tenemos que pasar por un accidente sino que a muchos nos bastará con la fortuna de llegar a viejos para ver reducida nuestra movilidad. Y para enfrentarnos a los retos que el equipamiento urbano y de muchos de los edificios de nuestras ciudades nos presentan.
Ante la necesidad de realizar una reunión de académicos de varias instituciones, nos encontramos con que dos de ellos se habían roto recientemente una pierna. Lo que evidentemente les limitaría las posibilidades de moverse sobre las inhóspitas aceras de nuestra ciudad, les dificultaría subir y bajar escalones y les generaría problemas para pasar de muletas o silla de rueda a otros asientos o para abordar algún vehículo. Triste ha sido descubrir que esa misma actitud de que sólo los más aptos pueden llegar a las mejores calificaciones, se muestra en las instalaciones de las propias instalaciones académicas.
Quizá quienes caminan con toda la soltura y agilidad no lo han notado. Pero en muchos edificios de instituciones locales como la Universidad de Guadalajara no es posible llegar a determinadas aulas en pisos superiores porque no existen elevadores. Y en instituciones como El Colegio de Jalisco, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, por mencionar algunas y seguramente son muchas más, no es posible acceder a sus edificios en silla de ruedas pues no hay rampas a las entradas de esos edificios.
Lo mismo sucede en muchas otras instituciones, centros comerciales, casas, fraccionamientos, parques, aceras de nuestras ciudades. Llega un punto en el que no es posible avanzar. A menos que se sea apto, fuerte, sano. Como si el tener problemas de movilidad descalificara a la persona entera de la posibilidad de participar en los procesos sociales. En muchas de nuestras instituciones académicas, asociadas en tantos casos con los discursos de inclusión, ni siquiera su propio personal, los académicos o los estudiantes, pueden ingresar si no son capaces de competir en el desempeño atlético que muchas de sus infraestructuras requieren.
Resulta patético que en las instituciones de educación de todos los niveles, se siga descalificando, literalmente obstaculizando, discriminando, a tantas personas del acceso a bibliotecas, salas de reunión, sanitarios, sólo por ahorrarse (o birlarse) unos pesos o porque se contrató a arquitectos y constructores que quisieron ahorrarle unos cuantos pesos al presupuesto de la obra.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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