Violencia filio-parental

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Escuché el concepto en un coloquio de doctorado. Imagino que ha de tener mucho tiempo ya en circulación. Para mí resultó novedoso e iluminador. La expositora explicó que esta violencia suele derivar en el síndrome del niño emperador. Es decir, un niño que está acostumbrado a que lo obedezcan todas las personas a su alrededor, comenzando por los progenitores, a los que violenta si no cumplen sus caprichos.
El concepto resultó novedoso para mis oídos porque es más común que escuchemos el sustantivo “violencia” acompañado de adjetivos como “organizada” o “generalizada”, o de complementos como “de género”, “de pareja” o “en la escuela”. Este tipo de violencia parecería encontrarse entre las poco frecuentes (como la violencia de género de las mujeres hacia los hombres), pero existentes. También resultó iluminador porque de algún modo comprendí cómo es que algunas personas van por el mundo haciéndose las princesas o los príncipes y son capaces de descalificar las cuitas de los demás al estilo que se le achaca desde el siglo XVIII a diversas princesas: “si no hay pan, que coman pasteles”.
Ya sea como niños o como adultos, quienes abusan de los propios progenitores, según deja entrever el calificativo “filio-parental”, también pueden ser agresivos y exigentes con otras personas mayores en edad o de su propia generación. El mencionado síndrome en realidad describe un doble maltrato: son los niños que reciben poca atención de parte de sus padres y que son cubiertos de mimos, objetos y caprichos para compensar esa escasa atención, los que luego maltratan a sus padres y los presionan para que los sigan mimando y obedeciendo. Es su manera de saber que existen para los progenitores.
Según entiendo, estos niños que son maltratados al no prestarles atención descubren, eventualmente, que ser tiranos y agresivos con sus padres les servirá para conseguir esa atención. La consecuencia, sin embargo, es que nadie está feliz: el niño maltratador sigue sin encontrar atención y cuidados adecuados, mientras que los adultos se convierten en objeto de la agresión del monstruo que ellos contribuyeron a crear por falta de límites y diálogos. Los miembros de la familia se frustran en sus expresiones de afecto y de necesidades reales; para, en el futuro, tener adultos que no lograron madurar su expresión afectiva ni ser adecuadamente asertivos.
La implicación es que cuando estos niños mandones y exigentes llegan a la escuela intentarán reproducir la dinámica que vivieron en sus hogares. En algunos casos, los compañeros y algunos de los docentes se ajustarán a sus exigencias de aristócrata que siente que los demás deben servirle y obedecerle. En otros casos, compañeros y docentes serán capaces de enseñarle a “su majestad” que hay límites sociales en lo que puede pedir y también hay reglas y maneras de expresar lo que quieren. En algunos casos, en la escuela llegarán a enterarse de que no son los reyes del mundo y el universo y de que existen otras personas que también necesidades y deseos.
Habría que explorar en qué medida algunos de estos aristócratas se convierten en funcionarios que se hacen obedecer bajo amenazas, o con el mero argumento de que así decidieron que debe ser. Si en sus hogares de niños y en sus familias nucleares se los han permitido, quizá generalicen y se conviertan en personas que piensan que su autoridad es incuestionable. Lo que en el aula o en la escuela puede derivar en que encarnen en tiranos que no admiten crítica, titubeo ni desobediencia.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Gaby

    Esta tipología es muy comercial, igual que el síndrome del niño difícil, no son tipologías ni trastornos. Este tipo de clasificaciones confunde a los padres ya que ye piensan que ellos tiene un niño así porque nació con esa característica. Niños cristal, es otro ejemplo, estos son los que desde la Dianetica salvarán al mundo. Muchos niños así son inteligentes y obtiene lo que quieren a pesar de sus padres:

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