Vigencia del método Dekanscho

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Será porque sentimos que queda tiempo. Que, si hacemos todo de una vez, luego nos aburriremos. O será porque no nos entusiasma la tarea. O no estamos decididos a obtener los beneficios de realizarla. El caso es que solemos dejar las cosas para el último momento. A veces, incluso, para después del último momento. Y llegamos tarde. O entregamos tarde. O caemos tarde en la cuenta de que ya es demasiado tarde.
Benjamín Coriat narra de qué manera contrastan el método JIT y el método Dekanscho. En el JIT (Just In Time), los fabricantes de determinados productos tienen la materia prima disponible a tiempo. Ni demasiado tiempo antes, para que no estorbe o se pudra, o se pierda; ni después del instante en que se le necesita. Los organizadores de la producción se encargan de tener a mano los recursos que se requieren, en el momento en que se requieren. En cambio, explica Coriat, el método Dekanscho recibe su nombre de la frecuente práctica de los estudiantes de filosofía de dejar para la noche previa al examen el estudio de Descartes, Kant y Schopenhauer (las primeras letras de esos apellidos ilustres se unen para identificar el método).
Así nos pasa con las compras navideñas, el pago de impuestos, la preparación de la cena, la revisión del vehículo en el que saldremos de vacaciones, la reservación del hotel. Especialmente sucede con las tareas de los cursos. Aun cuando haya algunos productos que se pidan desde el inicio del semestre, es común que los estudiantes esperen hasta el último momento para ponerse a pensar acerca de qué tema abordar en un ensayo con tema libre, o cómo se va a organizar el equipo para tener listo lo que presentarán juntos.
El método Dekanscho puede encarnar en distintas disciplinas y recibir distintas apelaciones, según los autores clásicos o populares. Podría ser Duwema para los estudiantes de sociología (Durkheim, Weber, Marx), o Freskimas para los estudiantes de psicología (Freud, Skinner, Maslow). El nombre no es tan importante, sino la capacidad de postergar, olvidar convenientemente los deberes (o procrastinar, dicen otros) para después realizarlos apresuradamente.
El Dekanscho suele acompañarse de quejas por el escaso tiempo que tuvimos para realizar las tareas, por los márgenes escasos entre el momento en que recibimos la información o los insumos de materiales o textos y el momento en que debemos entregar el producto. A veces, recurrimos al Dekanscho precisamente porque estuvimos esperando la orden de salida y ésta se produce en los últimos instantes de las fechas señaladas para lanzar la convocatoria. ¿Para qué convocar con tiempo, parecen razonar quienes dan el disparo de salida, si los participantes esperarán al último momento para ponerse en la línea de arranque?, ¿para qué avisan con tanta antelación, razonan los participantes, si todavía tenemos tareas previas por resolver?
Así, cada semestre o cada curso, los estudiantes esperarán para realizar y entregar sus trabajos hasta el último minuto del último día del periodo de vigencia de la convocatoria. Los docentes esperaremos hasta el último día para entregar el titipuchal de documentos y constancias que emite la burocracia para que luego vayamos a entregárselos en determinado orden. A veces, los estudiantes y los docentes mejor esperaremos al extraordinario, o al siguiente curso, o a la prórroga de la convocatoria ante la escasa participación. Algunos esperarán sentados hasta el momento en que se anuncie la prórroga de la prórroga para comenzar la lectura del tan vigente Discurso del Método.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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