Unas cuantas ideas, unos cuantos amigos

 en Rodolfo Morán Quiroz


Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Tras muchos años de machacar, de levantarse temprano, de asistir a la escuela, de cumplir con tareas y disciplinas, lo que nos queda de valioso se reduce a unas cuantas cosas: una disciplina para la vida cotidiana, algunas cuantas ideas medianamente claras (muchas más serán olvidadas o relegadas) y unos cuantos amigos. Del conjunto de experiencias, académicas, sociales, políticas, sean positivas o negativas, nos quedará muy poco para el resto de nuestra vida.

La cuenta asciende a miles de horas dedicadas a la escuela. Varios miles dentro del plantel, y otros miles dedicados a trasladarnos a él, o a hacer tareas y reflexiones dedicadas a lo aprendido o acontecido en ese espacio. En esas horas interactuamos con nuestros compañeros, aunque no tanto como quisiéramos, porque los profesores o profesoras se empeñan en llamar nuestra atención a información y actividades que no siempre son más atractivos que los temas que tratamos con nuestras compañeras y compañeras de banca. E interactuamos con los docentes, que se empeñan en creer que la asignatura que imparte cada uno de ellos es más vital que las demás.

Y de cada interacción, lectura, producto, rescatamos algunos recuerdos, algunas notas, algunos consejos útiles para las tareas a la mano o para las tareas futuras. Lo malo es que es frecuente que para la mitad del periodo lectivo ya hayamos olvidado los propósitos y los diálogos del inicio del año escolar. Que olvidemos cuáles eran las ideas principales de cada curso y de cada producto por realizar es cosa más frecuente de lo que desearían nuestros profesores.

Pasados los años, quisiéramos también ser capaces de recordar la relación entre distintas porciones de información. En la calle, cuando alguien nos saluda con gusto por habernos reconocido, a veces nos quedamos estupefactos al no recordar la cara que se ha escondido detrás de las arrugas que ahora nos ofrecen su sonrisa. Hasta que esas experiencias compartidas, esas pocas ideas que nos quedan de tantas asignaturas cursadas, reaparecen para dar un contorno más definido a esos rasgos que nos recuerdan lo que habíamos olvidado. Las tareas que hicimos juntos, los cursos a los que asistimos o dejamos de asistir, las dificultades que tuvimos para captar los secretos de determinadas disciplinas.

Algunas de las estrategias para resolver los problemas las seguiremos recordando. A veces explícitamente, a veces intuitivamente. Porque recordamos que determinados docentes o determinados compañeros nos mostraron cómo funcionaban las relaciones entre unas ideas y otras. Desde cómo amarrarnos las cintas, cómo abordar a la persona que tanto alegraría nuestra estancia en la escuela o cómo evitar a quienes nos complicaban las interacciones personales o el aprendizaje. A la larga, ni nuestra libreta de contactos ni nuestro grimorio pueden ser infinitos. Hemos de seleccionar para poder llevar con nosotros unos prontuarios de conocimientos y de “conocencias” lo suficientemente ligeros para acceder a ellos de manera eficiente y expedita.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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