Una inspiración lateral

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

El corredor irlandés Eamon Coghlan narra que, a sus quince años de edad, al ver correr al kenyano Kip Keino en las olimpiadas de México, en 1968, decidió dedicarse de tiempo completo al atletismo. Detrás de la preparación del corredor kenyano se encontraba un mentor y entrenador irlandés, Colm O’Connel, un sacerdote católico que trabajó durante décadas en la escuela de San Patricio. Esta escuela, ubicada en el pueblo de Iten, a 2,600 metros de altura y poblado por cerca de cuatro mil personas, se convirtió en el semillero de generaciones de corredores kenyanos.
Ser corredor sería un oficio al que aspirarían muchos de los pobladores de Iten y la expectativa de los kenyanos estaba en ser corredores de excelencia. En parte como una forma de salir de la pobreza de esa región de Kenya, en parte por ser la tradición de la escuela local. La consistencia, la negativa a presionar demasiado y promover la confianza de los corredores que entrenaba Colm O’Connell serían las marcas de esta búsqueda de la excelencia. Uno de los secretos de esta escuela era, según O’Connell, que no sólo se trataba de un campo de entrenamiento, sino de aprendizaje. Él, como entrenador, aprendió de los corredores mismos. La tarea le fue asignada por el director y, según confesaba, “yo aprendí de los atletas, no había hecho cursos, leí algunos libros. Como entrenador aprendo observando a los atletas y espero a que ellos hagan lo que sea que tengan que hacer”.
El estilo de este entrenador, según narra Eamon Coghlan, es amable y sereno. En contraste con entrenadores en otras organizaciones en donde son bastante irritables, que gritan y presionan a los atletas, Colm O’Connell establecía un vínculo personal con cada corredor, medía sus rendimientos de tiempo y se enfocaba en entrenamientos que se basaban en los rendimientos de los propios atletas. Entre los corredores kenyanos de renombre en años recientes se encuentra David Lekuta Rudisha, hijo de un medallista olímpico y a su vez plusmarquista mundial.
O’Connell no era un corredor. Pero se dedicó a observar a los atletas para aprender de ellos y retroalimentarlos respecto a cómo mejorar sus logros. Con sesiones de entrenamiento en las madrugadas, su énfasis no estaba en comenzar por entrenamientos duros y por la velocidad, sino que iniciaba por lograr la confianza, con pasos cortos, en los aprendices de esta disciplina. Un elemento que comparte esta escuela y esta tradición kenyana con otros grupos de corredores célebres, como los originarios de Jamaica, es la existencia de un sistema escolar que promueve la actividad física y la posibilidad de entrenar y competir como parte de las actividades regulares en la escuela.
De alguna manera, la tradición no se centra únicamente en producir atletas, sino en establecer las oportunidades para que quienes los entrenan establezcan lazos de confianza, ambientes de solidaridad y de conocimiento de las familias e incluso la posibilidad de ver estas actividades como algo para lo que no se requiere tener niveles de élite, sino un interés constante por desarrollar una habilidad y ponerla a prueba frente a otros. En estos casos, no se trata de pistas profesionales, sino de los caminos habituales que recorren otros habitantes del pueblo de Iten en su vida cotidiana, de algunos circuitos abiertos al acceso de cualquier niño que quiera recorrerlos y de una visión que excluye presionar a que cada uno de los estudiantes compita con los demás. En todo caso, además de los atletas, existen quienes los observan y los retroalimentan sin presionar en cuanto a las capacidades por desarrollar. No en vano en algunas carreras de mi ciudad está especificado que no se inscriban extranjeros, para evitar que, una vez más, sean los kenyanos quienes se alcen con el triunfo, dada su tenacidad, disciplina y tranquilidad al correr… mucho más rápido que buena parte de los corredores locales.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

  • Mónica Villa flores

    Mucha personas se pregunta al final de los maratones o carreras, porque casi siempre ganan los kenianos , es de considerar que ellos al correr lo hacen en parte como la mayoría por deporte y lo mas importante y en donde radica la diferencia es que al correr sus ojos y su mente ven un cambio de vida , nuevas ilusiones; ellos en realidad ven un inicio en donde los demás corredores ven un final. Exelente e inspirador artículo Rodolfo.

  • Martha Romero

    “la diferencia es que al correr sus ojos y su mente ven un cambio de vida , nuevas ilusiones; ellos en realidad ven un inicio en donde los demás corredores ven un final.” Esta frase me gustó, me llegó como una revelación, una respuesta a un proyecto, gracias.

    El artículo me hace reflexionar que cuando hay una persona que avala nuestro valer persona, también es como una revelación a si mismo de la certeza de lo valioso que soy como ser humano, el respirar al correr con la confianza que puedo hacerlo, con el movimiento de mi cuerpo están trabajando los dos hemisferios en coordinación, los cinco sentidos motivados en su máxima expresión, me doy cuenta que me estoy dando cuenta de todo mi potencial. Más el entorno, las condiciones de vida y saber que tengo oportunidad de un cambio significativo para mí y los míos, son suficientes para muchas personas y lograr sus propósitos.Tal vez los Kenianos también tengan una experiencia espiritual que los complementa, así como la física y la mental.

  • Mónica Pérez Hinojosa

    Wooooow, me encantó el artículo!!!! Colm O’Connel con una visión formativa y humana…ojalá nuestras autoridades del deporte tuvieran dicha inspiración de formar a nuestros deportistas de verles y tratarles como personas…pero bueno, mientras hagamos lo que podamos a nuestro alcance y apostarle a la formación de valores a través del deporte desde nuestra trinchera

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