Una educación diferenciada

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Estoy convencido, por las evidencias de la vida diaria y en la actividad docente, de que las mujeres son mucho más inteligentes que los hombres. Ellas logran resolver problemas mucho más complejos y expresar verbalmente los procesos por los que los han resuelto, de maneras mucho más articuladas y organizadas que los hombres. Y aunque estoy a favor de la igualdad y de la equidad de género, pues se han cometido muchas injusticias a lo largo de la historia con esa porción de más de la mitad del género humano, creo que el tratar de hacer iguales a las mujeres es condenarlas a un ritmo de pensamiento mucho más lento del que son capaces.
He leído una sugerencia para la expresión oral: que en los discursos que pronuncian las mujeres es mejor que se ajusten a la lógica lineal masculina, pues si hablan como piensan las mujeres, los varones no podrán seguir su tren de pensamiento. Así que muchas de las mujeres que tienen éxito ante auditorios de hombres lo hacen reduciendo la complejidad de su pensamiento. En buena parte porque los hombres nos quejaríamos de no alcanzar a visualizar todas las relaciones que ellas sí perciben. Los hombres solemos preguntarnos al escuchar a las mujeres: “¿y eso qué tiene que ver con lo otro de lo que estábamos hablando?” Efectivamente, si no encontramos una relación directa pensamos que no es una relación pertinente. Pero en la percepción más amplia de las mujeres seguramente hay algunas conexiones que convendría hacer aún más explicitas, pues a ellas pueden parecerles “lógicas”, “naturales” y “evidentes”.
Algunos investigadores han sugerido que algunas asignaturas se enseñen por separado a niños y a niñas pues suele suceder que los varones se sientan frustrados por la rapidez con que ellas aprenden y resuelven los laberintos de distintas asignaturas. Mientras que ellos tardan en aprehender los conceptos y los procesos asociados. De ahí que no se trate de separar a las escuelas en un “lado de niños” y un “lado de niñas” (como en la que muchos estuvimos en nuestros años de primaria o secundaria), sino de generar espacios en los que el intercambio y el aprendizaje sea diferenciado, sin que la presencia del otro sexo resulte, más que un desafío, un obstáculo al no poder alcanzar las cotas que marcan los cerebros femeninos.
Por otra parte, parece que la presencia de personas del sexo contrario estimula a los hombres a que nos esforcemos por demostrar que no somos tontos, que queramos lucirnos, que quisiéramos impresionar a las mujeres (aunque ellas saben que lo pueden lograr mejor). Mientras nosotros tratamos de presumir, es frecuente que ellas tengan que hacer lo que los ingleses llaman understatements, es decir, tratar de mostrar que sus méritos de inteligencia no son para tanto como parecería. Habría que pensarlo. Lo que no sé todavía es si convendrá pensar en grupos de hombres y mujeres por separado. ¿Cómo resolverían las mujeres este problema de aprendizaje diferencial? ¿Cómo lo resolveríamos los hombres? ¿Ha predominado hasta el momento una solución masculina en la administración de la vida académica?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Hector Garcia barba

    Muy interesante Dr. Rodolfo Moran, reciba un afectuoso saludo

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