Un grito… que debe esperar

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Parece repetitivo, lo es, pero este año ha cambiado no sólo las formas de interactuar, sino también las formas de celebrar cualquier festividad, en donde el 15 de septiembre no fue la excepción. Por primera vez en muchos años, los espacios frente a las diferentes casas de gobierno a lo largo del país mostraron un singular vacío, producto del confinamiento y la necesaria sana distancia, que nos lleva a reflexionar en torno a la importancia de lo social obviamente, pero también del sentido que tiene cada festividad.
En este sentido, es un hecho que la postura del presidente vigente ha mostrado una tendencia a recuperar y ensalzar la figura de diferentes héroes de la historia de nuestro país, con lo que se ha buscado fortalecer la identidad nacional y el sentido patriótico entre la población. En un mundo caracterizado por la globalización, este tipo de perspectivas permiten tener un mayor arraigo y sentido de pertenencia con el espacio físico geográfico que posibilita también, junto con los aspectos ya referidos, una hermandad con las personas que comparten la misma nacionalidad, cultura e historia. El festejo del 15 de septiembre es una muestra clara de esta situación.
Sin embargo, ahora El Grito debe ser contenido; seguramente habrá una transmisión del grito a través de televisión, radio o internet, pero la sugerencia es permanecer en casa. Resulta obvio también pensar que puertas adentro, en cada hogar, se llevarán a cabo festejos y celebraciones que permitan, aún en la limitación, conmemorar la fecha y mantener la tradición festiva y culinaria.
La fecha del 15 tiene un sentido simbólico de profundas implicaciones entre las personas, porque se celebra la independencia, lo cual genera la convicción de no encontrarse bajo ningún tipo de yugo o dependencia ante otra nación o persona, teniendo garantías y derechos que nos permiten actuar con autonomía, en un marco de respeto y reconocimiento de los derechos y garantías de los demás. No obstante, la condición generada por la pandemia ha derivado en la sensación de una pérdida de la libertad que no ha sido fácil de asimilar y llevar para varios. Y es aquí donde cabe la reflexión: somos totalmente independientes y libres de decidir respetar las medidas que se han impuesto por una cuestión de salud, no olvidando que el cumplimiento de estas implica actuar por el bien común, por respeto a los demás. Es lamentable que, aún a pesar de las evidencias que hay en la escena internacional, haya personas que mantengan la postura de incredulidad ante la situación, con una consecuente decisión de no seguir y respetar las medidas referidas. Como individuo toda persona es libre e independiente de actuar como así lo decida, sin embargo, como miembros de una sociedad, la situación cambia, porque las significaciones que los demás hagan de nuestras conductas regula la forma de relacionarnos y de mirarnos, lo cual puede ser un factor que genera mayor tensión aunada a la ya provocada por la propia contingencia. Pensemos siempre en el otro, como dependencia o autoritarismo, sino como un semejante, como un igual que también tiene derechos.
El Grito, su celebración, nos recordará siempre lo que otros hicieron para garantizar nuestras libertades actuales. Honremos entonces la fecha haciendo algo que garantice las libertades de las futuras generaciones. Tal vez algún día lleguen a celebrarlo ¿no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

Comentarios
  • Antonio Lira Rangel

    Pienso en una pregunta que cada celebración de las fiestas patrias ha rondado mi cabeza desde hace unos años: ¿Independencia de quien?, ¿Independencia de qué? y probablemente pueda extender este cuestionamiento hacia diversas coordenadas del ámbito social. Me refiero a que los seres humanos, hoy más que nunca, hemos sido sujetados por medio de determinaciones estructurales y culturales, como lo describiese Foucault hace ya algunos años. Somos dependientes de la norma social dictada por el sistema económico, y lo que hacemos en las escuelas (por decir sólo un ámbito) tiene tendencia a reproducirlo. Ejemplos hay muchos, pero por el momento sólo puedo mencionar las indicaciones de las autoridades educativas que deben ser acatadas sin cuestionamiento alguno. Festejamos y enseñamos independencia, promovemos el pensamiento crítico, pero por medio de las prácticas lo que reproducimos es dependencia… ¿o acaso estaré equivocado?

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