Un buen momento para recordar a Eduardo Galeano

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es común en este mes de octubre traer como tema de discusión, mis compañeros de posgrado son un ejemplo, a Eduardo Galeano, uno de los más grandes escritores y pensadores latinoamericanos de todos los tiempos. Sujeto polifacético de mirada profunda, de cabello escaso lo cual veía con sabiduría: “prefiero que se me caiga el cabello a que se me caigan las ideas” era una de sus frases habituales. Intelectual capaz de despertar el lado inocente y sensible de cualquiera a través de algunos de sus cuentos, apasionar a otros con su forma de describir el fútbol, así como despertar el análisis y reflexión con su forma de abordar la historia; había una complicidad sumamente creativa entre él y una hoja en blanco.
De origen uruguayo y cercano políticamente a la izquierda, tenía un arraigo y una identidad evidentemente latina y una cercanía con sus coterráneos del continente, de ahí que en muchos de sus escritos aparecen escenas y paisajes americanos, de todos los niveles, de todas las etnias, de todos los barrios y pueblos, de todas las épocas… y es aquí donde cobra sentido evocarlo en este mes.
Su forma de contar la historia, en especial la relacionada con la conquista, muestra una postura clara que duda, cuestiona y denuncia las acciones que ejercieron aquellos que llegaron con claras intenciones, de actitud banal y carente de ética, que saquearon una riqueza que pudo haber posicionado de otra forma a cada pueble latinoamericano, pero, por el contrario, fueron sobajados y destinados a la pobreza. Es difícil leer “Las venas abiertas de América Latina” sin sentir que algo se remueve en el interior y en el pensamiento: tendría que ser, definitivamente, una lectura obligada para revisar con alumnos de nivel medio Superior, o incluso de secundaria, en un afán de ayudar en la construcción y consolidación de su identidad, en donde podría ayudar a entender la necesidad de hermanarnos sin importar fronteras… por una historia y un origen que se comparte. Su forma de describir el origen de la localidad de “Salvador Allende” en Nayarit patentiza así una de sus más grandes ideas.
Hay también en él una definida postura epistémica: a través de su narrativa intenta desarrollar una forma de pensar, una forma de sentir, en una integración inconcebible para diferentes teóricos de la razón que llama sentipensar, retomada de los pescadores colombianos, categoría de estudio que emerge de las lógicas del pueblo, no de aquellos que, además del dinero, acaparan también el saber.
En un mes en el que actualmente se polemiza sobre la celebración o no del 12 de octubre, Galeano siempre nos dará material para debatir. Sin importar cual sea la razón por la que uno se encuentra con sus textos, no me queda duda que siempre quedaremos seducidos por su palabra. Leamos pues al gran Eduardo, tal vez alguien pueda redescubrir su identidad latina.

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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