Un asesino bastante escandaloso

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Suele decirse que la tensión psicológica (conocida más comúnmente por el término en inglés, STRESS) se ha convertido en un asesino silencioso. Al igual que lo sería la hipertensión, o la diabetes, o algunas otras enfermedades crónicas. En realidad, esa tensión es bastante evidente… para quien logra verla. Lo que suele suceder es que quien sufre de esa tensión suele desarrollar una adicción a sus causas y sus consecuencias y entonces sigue y hasta provoca algunas de las situaciones que le causan tensión.
He escuchado afirmar, con un rostro que refleja una profunda tensión: “soy capaz de trabajar bajo presión”, porque ha logrado desvelarse toda la noche para entregar determinados productos, diseños, proyectos o ideas a tiempo. Y al día siguiente sufre las consecuencias de la falta de sueño, con constante somnolencia diurna, y dificultades para conciliar el sueño por las noches. Tras una larga serie de desvelos, el cuerpo ha desajustado sus ciclos de descanso y de vigilia y la persona acaba por volverse irritable con las personas que le rodean. Ya sea en la escuela, el trabajo, la familia, la calle.
Es frecuente que esas personas hagan esfuerzos por concentrarse en las actividades que les causan tensión, con la esperanza, a veces, de que ésta disminuya cuando las resuelvan. Sólo para dar paso a más tensión porque se involucran en otra serie de actividades en las que se sienten presionados. Sea tensión o presión, el caso es que comienzan a tener problemas en la vida cotidiana porque chocan cuando manejan, pierden el apetito y cuando tienen hambre no encuentran la oportunidad para comer, dejan de hacer ejercicio regular, duermen mal, se obsesionan por el dinero y el trabajo. Joe Dispezia, en su libro You are the Placebo. Making your Mind Matter (2014), plantea que la gente bajo tensión acaba haciéndose egoísta, más preocupada por su interés propio que por su amor propio. Por resolver sus problemas de emergencia, acaban por postergar los asuntos que podrían significarles más satisfacciones, como la interacción amorosa o amistosa, la presencia de sus parejas o de otras personas que piden o exigen su atención les resulta irritante, se desesperan porque no pueden continuar con las actividades que les causan tensión y se vuelven irascibles.
Suele suceder que la tensión psicológica derive en “ira del camino” (road rage) y que cualquier conductor que mínimamente se atraviese en su camino los haga enfurecer y proferir palabrotas o incluso los ponga en disposición de agredir de una manera más grave de la supuesta falta que algún incauto cometió en su perjuicio. Puede derivar en agresiones y críticas feroces a las personas cercanas, en exigencias y en una constante necesidad de que todo se resuelva pronto según sus intereses (y no por la vía amorosa).
Aparte de las manifestaciones externas, que afectan las relaciones con los demás, la tensión afecta a los mecanismos internos de operación del cuerpo de las personas que la sufren. La adicción a “trabajar bajo presión” se convierte a en un medio para conservar altos niveles de sustancias estimulantes de la acción y las reacciones de emergencia. Eso deja satisfacciones al cumplir con algunas tareas, pero deja secuelas en el metabolismo del cuerpo y del ánimo. Y si esa tensión se prolonga durante días, semanas, meses, años, ello deriva en la ruptura de relaciones, en generar una identidad personal irritable y enferma, en establecer un tren de vida que acaba por agotar su resistencia física y psicológica. En enfermedades diversas y, de no tratarse adecuadamente, la muerte.

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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