Toda la educación a la federación, el fracaso del modelo de descentralización educativa salinista

 en Jaime Navarro Saras

Jaime Navarro Saras*

De las ideas sobre educación que han emanado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, llama la atención la posible federalización de todos los servicios de educación y salud de los estados, por supuesto que a los gobernadores no les cayó nada bien esa idea, sobre todo al gobierno de Enrique Alfaro, principalmente porque esa maniobra política les quita margen en la administración de los recursos que significan casi la mitad del presupuesto que reciben. En lo que va del sexenio sólo el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, quiso regresar los servicios educativos a la federación por considerarlo más un problema de orden político que una oportunidad para gobernar, para todos los demás, dicha propuesta de López Obrador, les reduce la maniobra del manejo de muchos recursos y posibilidad de utilizarlos como caja chica para impulsar otros proyectos a costa del dinero de la educación.
Los últimos cuatro sexenios, y más durante el último gobernado por Enrique Peña Nieto, los gobernadores de los estados (a pesar de haber vuelto a centralizar la nómina magisterial como excusa por la supuesta venta de plazas del sindicato) hicieron con los recursos destinados a la educación lo que se les vino en gana, lamentablemente se caracterizaron por ser más opacos, de hecho, a la fecha hay deudas graves con la nómina magisterial, con los proveedores y el desfalco a las escuelas es más que evidente, en este fenómeno Jalisco no fue la excepción, fueron lamentables las escenas de maestros durmiendo en el suelo queriendo cobrar uno, dos, tres y hasta diez meses de trabajo ya realizado, sin decir agua va, de pronto dejaron de pagarse interinatos, ascensos, premios nunca pagados y un sinfín de linduras provocadas por las prácticas de la administración del mal recordado Francisco Ayón (unas acciones provocadas por la ignorancia, la soberbia y el desconocimiento de los procesos por los directivos, y otras, “la mayoría”, por la avaricia y el hambre de funcionarios que con toda la alevosía y la ventaja hicieron de los recursos públicos negocios particulares).
Aun recordamos de cómo, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, los gobiernos de los estados recibieron (sin su consentimiento y opinión), la administración de los servicios educativos que la federación tenía a su cargo, en un santiamén tuvieron que empatar prácticas y en algunos estados fue contraproducente, ya que, en la mayoría de ellos vinieron a la baja los niveles de calidad que tanto presumían las escuelas federales en contraste con las del estado.
Lo cierto es que se cometieron muchos errores desde la federación con la complacencia y complicidad de los gobernadores (rápido encontraron muchas oportunidades de negocio para sí, los amigos y el SNTE con tantos recursos recibidos sin tener la obligación de dar cuentas a la federación, de alguna manera ésa era la maña). A pesar de la descentralización, nunca dejaron de ser dos sistemas con vida propia; en 22 años y casi 5 meses que tiene de firmado el Acuerdo de Integración (en Jalisco se firmó el 19 de noviembre de 1996), las plazas nuevas salían con el sello de “estatales” o “federalizadas”, unas bajo el esquema de seguridad social de Pensiones del Estado y otras del ISSSTE, igualmente unas controladas por la Sección 47 del SNTE y otras por la 16, siempre fueron y son de culturas diferentes y a veces opuestas, se quiera o no, son más los elementos que las hacen heterogéneas que homogéneas. Las prestaciones y esquemas de pensión son diametralmente diferentes, mientras los maestros federales tienen un tope en la pensión (10 UMAs, hace tres años eran salarios mínimos), con los estatales no sucede eso, en la actualidad hay maestros estatales que ganan en su pensión hasta 4 veces más que un federal (26 mil pesos mensuales contra 120 mil aproximadamente).
Lo más probable es que la iniciativa de López Obrador no encuentre oposición alguna y terminemos el sexenio con un sólo sistema educativo controlado por la federación, posiblemente con un sólo esquema de pensiones y con un catálogo de plazas más homogéneo en donde un maestro de primaria, por ejemplo, tenga salario, prestaciones y posibilidades de desarrollo similares, independientemente si su escuela es de la costa, la sierra, la ciudad, la selva o del desierto.
Visto así, estaremos siendo testigos del fracaso neoliberal a la educación que inició Carlos Salinas de Gortari a finales de la década de los ochenta y que, a la fecha, lo único que trajo para los maestros y las escuelas fue devastación y denostación a todo lo público en materia educativo.

*Editor de la Revista Educ@rnos. jaimenavs@hotmail.com

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