Terminar una carrera ¿y después?

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Cuando uno ve películas del cine mexicano de las décadas anteriores a los setenta y las imágenes mostraban siempre que si una persona tenía una carrera profesional con ella venían el reconocimiento, la bonanza y una vida sin privaciones. Lejos estamos hoy de esas épocas.
Todavía muchos de los profesionistas que tenemos más de 40 años encontramos un escenario en el que pudimos encontrar un espacio laboral en el cual pudimos desplegar nuestros conocimientos y habilidades adquiridas durante la formación a cambio de un salario aceptable y digno en la mayoría de los casos, pero con una estabilidad laboral que generaba cierta tranquilidad y daba la posibilidad de realizar planes a futuro para la compra de bienes y prepararnos para la vejez cuando llegara el tiempo.
Sin embargo, poco a poco las condiciones fueron cambiando y empezamos a escuchar, primero rumores y después noticias, de egresados que trabajaban de taxistas o de barman despachando bebidas ante la falta de empleos profesionales y con la necesidad de llevar dinero para sus familias.
Hoy en día el panorama luce complicado. Para los que somos padres, madres, abuelas o abuelos la preocupación reside más en nuestros descendientes, es claro que enfrentarán mayores dificultades para encontrar estabilidad y un salario justo.
El crecimiento del indigno outsourcing, que solamente les niega la posibilidad a los trabajadores de generar antigüedad y derechos en una empresa y que obliga a aspirar a un salario menor por emplear un intermediario, es uno de los inventos del mundo neoliberal. El influyentismo, el nepotismo y la venta de plazas fueron otros de los fenómenos sociales que han debilitado el futuro de muchos estudiantes que aún no egresan.
Además del esfuerzo que implica terminar una carrera, ya sea el económico para pagar la colegiatura en una institución privada o los estudios y desvelos por ingresar y mantenerse hasta el final en una universidad, cada egresado enfrentará una competencia salvaje por ganar una plaza con otros en su misma situación. Les exigirán más estudios y mucha experiencia a pesar de su edad, les ofrecerán menos sueldo y menos prestaciones, además de que estarán obligados a ahorrar para gozar de una vejez digna o, de lo contrario, como todas las personas hoy en día, trabajar hasta que el cuerpo no pueda más.
Tener una carrera ya no es suficiente, ni siquiera un posgrado. Estamos viviendo momentos en los que el esfuerzo y el sacrificio no son valorados ni bien remunerados, sin importar el compromiso y el bien que se puede ofrecer a la sociedad. Los normalistas, por ejemplo, pueden hablar mucho al respecto. El futuro del país depende mucho de los profesionales, la responsabilidad es mucha, es necesario que se les brinde el trato que merecen ¿o no?

*Maestro en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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