Tengo un sueño

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Han pasado 56 años y algunos días de aquel discurso multicitado proveniente de una voz en cuello que recogía el alma y el sentido de un sector del pueblo estadounidense.
El discurso “tengo un sueño”, un conjunto de palabras constituidas en plegaria y exigencia legítima.
Tengo un sueño, como voz de alerta ante el horizonte cerrado de un lugar de obscuridad, donde el sueño americano estaba reservado sólo para quienes tenían la piel blanca.
Quede este texto como homenaje a aquellas líneas que hoy de nueva cuenta vale la pena releer, hoy que el sueño es extensivo como imaginario de esperanza en otras trincheras.
7 años después del asesinato de Martin Luther King en los Estados Unidos de América y mientras cursaba preadolescente el primer grado de secundaria, por invitación de la maestra de Español, memorizaba en primer grado de la entonces llamada Educación Media Básica la poesía “Dolor por la muerte de un negro”.
La propuesta de contenido quitaba algunas vendas, era un poema coral para interpretar junto con otros catorce compañeros de manera conjunta en los entonces encuentros de estudiantes.
Era el primer encuentro con el personaje, el reverendo bautista Martin Luther King, el primer acercamiento a una significación diferente del concepto de libertad, más allá del icono ilustrativo del cura Hidalgo rompiendo las cadenas coloniales en los cromos y banderas tricolores característicos de la fiestas patrias escolares y pueblerinas.
Con el poco acceso a información en aquel momento, de voz de la maestra y de un texto complementario de historia en la biblioteca, me enteré que Luther King es figura señera de la lucha por los derechos civiles de los negros en el poderoso y estresado país de El Norte; ese país de idioma diferente, que no terminaba de construir congruencia en materia de libertad para todas las razas, para todo el mosaico de sus pueblos.
El momento histórico era de tensión internacional, tal vez por el constante embate belicista de la década de los sesentas en las que Estados Unidos asumía protagonismo.
Era la etapa que se identifica como Guerra Fría, el sueño de la paz se volvía endeble: Vietnam, Corea, Cuba, Alemania Federal y Alemania Democrática, etcétera.
El poema “Dolor por la muerte de un negro” de igual manera propició un acercamiento a conceptos entonces poco asibles a mi estructura de pensamiento como los de segregación, ausencia de justicia e igualdad.
El contenido del poema dejaba en claro también el problema social del racismo en aquellas latitudes; el destino diferente que otorgaba en una misma nación, el hecho de tener el color de la piel distinto.
Ser negro, ser blanco, ser amarillo, ser indio, como determinantes de la oportunidad de cursar la escuela, de cubrir espacios laborales, de convivir en las mismas iglesias, de votar y de ser tratados con decoro, como lo otorga el sólo hecho de ser hombre o mujer, esto es con dignidad humana.
Este 28 de agosto que se celebran 56 años de aquel discurso titulado “Tengo un sueño” leído elocuentemente ante el monumento de Abraham Lincoln en Washington por Luther King, cabe hacer un homenaje al personaje y a su mensaje, que hizo latir los corazones de 200 mil manifestantes congregados en la manifestación aquella a favor de los derechos civiles de los negros.
Discurso que aún hoy hace latir el corazón de los excluidos y hace batir las alas por la libertad en muchas latitudes.
Nunca será poca cosa recordar las épicas gestas que ha vivido la humanidad en pro de la construcción de una sociedad más inclusiva y en pro de la conquista de las libertades que sospechosamente se distribuyen inequitativamente por distintas razones.
El orador de aquel momento, hablaba a un lado del monumento de Abraham Lincoln, figura simbólica de la proclama de la emancipación y afirmaba que a cien años de la abolición de la esclavitud obtenida con grandes dificultades, y después de la Guerra de Secesión entre los estados del norte y los estados del sur en la Unión Americana, muchas de las cuestiones relativas a la libertad y justicia eran aún inalcanzables, eran aun programa de lucha.
Martin Luther King, líder visible del pueblo norteamericano negro aludía a la necesidad de hacer valer los principios de libertad y búsqueda de la felicidad, explícitos en la Declaración de Independencia y en la Constitución de la nación norteamericana.
Su liderazgo aglutinaba los varios matices en los que se pintaba el descontento del pueblo negro, y en su demanda de ejercicio de los derechos de ciudadanía era enfático al subrayar la necesidad de tomar distancia de la tentación de la violencia, la amargura, el odio, la desesperanza y la violencia física.
Su lucha era legítima y enarbolaba la paloma blanca de un movimiento pacífico pero enérgico.
El discurso “tengo un sueño” alineaba el perfil de su movimiento en las fortalezas de la disciplina y dignidad de su pueblo, en la búsqueda de la justicia, en el marco de la demanda racional y en la rectitud como valor universal.
La lucha organizada como alternativa al resentimiento y el odio.
Ante una masa manifestante eufórica convocaba a los negros, veteranos del sufrimiento creativo, a no caer en el valle de la desesperanza.
A los grupos y personas diseminados en lugares como Mississippi, Alabama, Georgia, Louisiana, New York, entre otros, recomendaba prudencia.
Manejaba con elocuencia la metáfora del sueño, como un ideal para transformar el estado de cosas en materia de segregación y discriminación.
La lucha por la libertad y sus mártires.
Luther King fue asesinado en 1968.
Hace casi un siglo también Abraham Lincoln había sido asesinado.
Hace más de dos siglos Hidalgo y Morelos se convirtieron en próceres de la libertad de nuestro país al ser asesinados.
Hace más tiempo, en el imperio romano, la muerte de Espartaco.
Y así, como una historia interminable, para el logro de la preciada joya llamada libertad, la civilización humana se hace y se reconstruye, se baña de odio, de rencores, para legitimar la dominación de un pueblo sobre otro, de un sector de la sociedad sobre otra, en devoción de las leyes del mercado, de la posesión de riqueza, en pro de la legitimación de las reglas de explotación del débil, del ignorante, del pobre.
Hombres creados iguales como lo establece el documento fundacional del país vecino del Norte, solo en un sueño.
Las metáforas del discurso, la voz aún presente, que suena como inspiración de los oprimidos, de los pueblos, hombres y mujeres relegados.
Mesa de la Hermandad pedía, donde los hijos de esclavos y esclavistas se sienten a compartir juntos y tomados de la mano el banquete del progreso.
Oasis de libertad y de justicia proclamaba como búsqueda, en un país donde los descendientes tengan las mismas oportunidades independientemente del color de la piel.
Los ideales de lucha por los derechos civiles de los negros, la raza injustamente esclavizada y traída a América, la deuda enorme que aún no se salda.
El líquido valor de la libertad determinado por una cuna, un sistema construido sobre las bases de la explotación y las inequidades, las leyes, las instituciones, las democracias a veces ficticias, las mentalidades que perpetúan el status quo.
La libertad por conquistarse todos los días, las mil cadenas reales e imaginarias que acosan a los hombres y las sociedades, el sueño de romperlas.
Educar como una vía larga y segura de emancipación.
Educar-nos como una oportunidad de construir alas de libertad, balanzas en equilibrio de la justicia social.
El sueño de Luther King.
El sueño educador.
El sueño del hombre.

*Doctor en educación. Supervisor de Educación Secundaria del sistema federalizado. zatarainr@hotmail.com

  • Ángel Cervantes Lara

    Excelente; la añoranza de ser como el ave que vuela y surca libre los espacios o el felino que sin frontera cruza a su antojo por los bosques, y las ballenas y los peces que como reyes del mar navegan de polo a polo….
    Es una posibilidad latente más no libre de la mano del mismo hombre, quien limita o libera según sus intereses. Pero mientras exista voluntad en el hombre, su sueño será cada vez más posible, de otro modo seguirá siendo su propio insomnio interminable.

  • Griselda Gómez de la Torre

    Tener un sueño se vislumbra como posibilidad de proyectar un horizonte posible, una visión prospectiva.
    En el imaginario colectivo prevalece aún el sueño idealizado del “freedom”.
    Nuestra sociedad ávida de transformaciones sociales en el que el imaginario colectivo plantea la necesidad de un horizonte posible, igualitario , libre.
    Este sueño o visión compartida es la inspiración de la utopía , de lo que nos permite avanzar, busquemos la reflexión y la posibilidad de que en un futuro próximo se posibiliten las aspiraciones .
    “No me importa la piel, ! es cáscara!… Afuera el prisma descompone la luz y en el violeta se pierden las células… Seres endebles buscan las placentas. Desean encontrar en el centro de ellas, la maldición de las células negras” (De la Torre)

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