Solidaridad internacional

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Los ojos atentos del mundo se enfocan en la transición presidencial de Estados Unidos el día de hoy. En un marco de militarización Trump concluye su período y Biden inicia como sucesor. Cambio de rumbo y toma de decisiones internas son ineludibles.
En México, en enlace con los estados del país los secretarios de educación –así es– hoy iniciaron el diálogo con directivos y supervisores de Educación Básica en una estrategia denominada Conversaciones Magisteriales. Aún con la frase “De nada va a cambiar” que emitió la nueva Secretaria, escuchar a los actores del servicio educativo viene bien.
Después de estos dos apuntes al tema:
Uno de los valores trascendentales que promueve la educación mexicana es la formación del sujeto capaz de hacer práctica de la solidaridad con el otro y en este marco cooperar con los seres humanos que lo necesitan.
A las nociones que alimentan el proyecto de educación Cívica, de Unidad Nacional del sexenio del presidente Manuel Ávila Camacho, hay que sumar el de solidaridad internacional con los mecanismos de paz y con el desarrollo social y económico en el marco de la Segunda Guerra Mundial y subsecuente posguerra.
Formar al hombre y mujer solidarios en una condición de subdesarrollo tecnológico y de sistemas educativos y culturales emergentes que reproducen las inequidades, visibles de un injusto modelo económico, es todo un reto para la Pedagogía periférica que escolariza con valores de currículum oculto de masas que siguen y se inmolan ante el “Becerro de oro”.
El mínimo aceptable lejano de una sociedad comunitaria solidaria.
Los tipos de solidaridad desde la Sociología Funcionalista que propone el francés Emile Durkheim, la solidaridad comunitaria, orgánica y mecánica.
El agotamiento de los países ricos por sus prácticas altruistas culposas, su solidaridad cómo empresa y corporativo, la metáfora del Ogro egoísta del cuento de Óscar Wilde, el Ciudadano Kane representado en el cine por Orson Welles en 1941. Aislamiento y riqueza.
Formar al ciudadano vigilante y garante de la paz, objetivo siempre amenazado en el que concurren los sistemas educativos después del trauma de la Primera Guerra Mundial.
Alfabetizar, educar, extender la oferta y generar oportunidades a la mujer para asistir a la escuela, son parte de las políticas internacionales en la materia.
Solidaridad, cooperación, coexistencia pacífica, ideas fuerza de la relación entre las naciones, tan caras a la historia universal reciente cuando hay brechas, sobre todo de índole económico, que se ensanchan en crisis como la actual pandemia de Covid-19.
Voluntad textual de los países en ruedas de prensa y conferencias de instituciones como la ONU, UNESCO, OMS. Las dificultades de su práctica en este contexto, donde la enfermedad y la muerte son oportunidades de buenos negocios.
Solidaridad internacional manifiesta en la presencia de los cascos azules de la ONU y en beneméritas instituciones como la Cruz Roja o la Media Luna Roja internacional.
Solidaridad Internacional no aprobada cuando los países más pobres se privan de las vacunas por poder adquisitivo.
Solidaridad Internacional fracturada por actitudes egoístas, cuando los ciudadanos de los países ricos van primero en la vacuna, que por razones humanitarias debiera ser universal y cubrir primero a los de mayor riesgo.
En nuestro surrealista país la alharaca de los partidos ahora de oposición y de cierto sector de la prensa, que gastan presupuesto público en el ataque a los esfuerzos gubernamentales para hacer gestión pública del derecho a la salud y la distribución de las vacunas.
La política enana, en manos aún de un grupúsculo de ambiciosos de poder que no dejan de mentir, la ausencia de solidaridad con el México vivo, visto como votantes para sus aviesos fines.
Las masas cosificadas y alienadas.
La extensión de los medios de comunicación como la radio y la televisión que asignan el inútil rol de espectadores del dolor humano ante el hambre, la guerra y las desgracias, los cortes de caja diarios del número de fallecidos.
Los ojos cada vez más curados de sorpresa, las inteligencias anestesiadas, la práctica social reducida al individualismo que extingue la débil planta del espíritu de equipo, del espíritu comunitario.
La extensiva escolarización realizada como proeza en el sistema educativo nacional mexicano durante más de un siglo y la permanente evangelización en más de medio milenio no han sido suficientes para formar al ciudadano ni al cristiano generoso y solidario con el prójimo.
La solidaridad cómo valor tiene determinantes externos más allá de la conciencia del sujeto.
Las circunstancias críticas en varios planos de la convivencia humana así lo manifiestan, aunque hay también buenos ejemplos de la capacidad de reacción, como fue es el caso de la respuesta social al terremoto de 1985.
Para formar en el valor de la solidaridad hay mucho trabajo por hacer en los entornos escolares, para formar a los niños, niñas y adolescentes en este valor y en otros, hay mucho trabajo de investigación educativa y de práctica reflexiva para encontrar respuestas.
Los momentos de crisis que nos ponen al filo de la sobrevivencia relativizan esta práctica y exhiben la enorme brecha que hay en la formación del hombre y la mujer con fortalezas en el ámbito de la solidaridad.
La crisis de coexistencia que plantea el confinamiento y el temor ampliado al contagio y sus consecuencias, nos exhibe de nueva cuenta egoístas, de nueva cuenta deformados, de nueva cuenta insensibles y atados de las manos para prodigar asistencia al otro.
En el ámbito de la gestión de gobierno y la consecuente y deseable gobernabilidad, los indicadores tampoco son gratificantes. Casi un año de Covid-19, casi dos años de inmovilidad y de gobernanza ególatra y mercantil en algunos líderes de pantalla.
Entidades federativas desalineadas de las circunstancias y erráticas del plan que impone una estrategia nacional. Mínima concurrencia, mínima colaboración, sistemas de salud que exhiben como en radiografía sus fallas.
El regateo por la ministración de las vacunas, el agandallle vergonzoso y el influyentismo que ya se observa normal como práctica en la política poquitera y enana.
Y dentro del submundo hospitalario el poema de misión social de médicos y enfermeras que trabajan sin descanso.
Los hay que a riesgo de su propia salud asisten a sus pacientes en casa, utilizando las tecnologías, gestionando medicamentos en la escasez y proveyendo palabras de fuerza ante la desesperación progresiva de quienes están conectados a un tanque de oxígeno.
El médico y la enfermera, al contrario de algunos políticos “modernos” no pueden vivir de la promesa, de la retórica hipócrita, del cálculo político burdo y de los deseos inmediatistas de lucrar electoralmente con la vacuna, que antes que nada es portadora de esperanza de salud y vida.
Las mentalidades de la generación de políticos ayunos en la asignatura de ética, ajenos al tratado de deberes del político, del tratado y deber de sus diversas profesiones; de los profesionistas reconvertidos que pululan en las cámaras, en los palacios de gobierno municipales y en los pasillos de las instituciones de gobierno estatal y federal.
Los egoístas carentes del valor de solidaridad con sus conciudadanos, con los habitantes de su barrio.
La solidaridad ausente.
Lo inhumano del trato inmediato y cercano imposibilita en realidad, una práctica más compleja como es la solidaridad internacional.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

  • Griselda Gómez de la Torre

    Sin duda esta experiencia de vida experimentada a raíz de la pandemia, nos direccional a la práctica de la empatía y a equiparse la solidaridad como valor personal que supone la capacidad que tienen las personas que pertenecen a una comunidad de actuar como un todo. Esto se produce porque los miembros comparten intereses y necesidades entre sí, gracias a los lazos sociales que les unen, por tanto , aprender a vivir en la incertidumbre demostrando nuestra generosa solidaridad, permitirá fortalecer los lazos de ayuda y la vida en comunidad, buscando ante todo, el buen vivir en comunidad.

  • Arturo Salazar

    Doctor Zataráin, me encantó este articulo. Es una lástima que toda esa parafernalia -eufemismo por basura- política no se enteren del sentir de los que pensamos así o, en el peor de los casos, poseen una concha de cinismo que envidiaría Diógenes -ya sabemos cuál-, y asimilan todo lo que el pueblo mexicano piensa y dice de ellos.
    Por suerte ya pasó la época de que aquéllos capaces de pensar amanecían en el mítico canal de aguas negras de la hoy CDMX.
    Un fuerte abrazo mi estimado Rubén.

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