Sepulcros blanqueados

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

En la narrativa cristiana (Mateo 23: 13-37) Jesús lanza siete maldiciones contra los fariseos, a los que repetidamente tilda de hipócritas: “ustedes limpian por fuera copas y platos, cuando por dentro están llenos de envidia y avaricia… ustedes son semejantes a sepulcros bien pintados que tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre…”
“Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas” es una frase que sigue vigente no sólo para ese grupo bíblico que cierra las puertas del cielo a los hombres. Ni entran ellos ni dejan entrar a quienes lo desean. Esa actitud hipócrita la hemos visto, una vez más, en los noticieros y en los discursos de los políticos, funcionarios y hasta en los familiares de las víctimas de los tiroteos en diferentes espacios en Estados Unidos, aunque también la vemos en otros países y en otros gobiernos. “Estamos con ustedes, no están solos”, claman refiriéndose a las personas cercanas a las víctimas de los tiroteos. “No merecían morir”, afirman en una sociedad que sigue ensalzando las hazañas militares para defender (supuestamente) la democracia y la libertad en el mundo y en su propia demarcación (no escribí el término “circunscripción” en la frase anterior para no dificultar en exceso la lectura a algunos políticos mexicanos a los que les resulta muy difícil pronunciar esa palabra o la de “epidemiólogos”). Esa misma sociedad estadounidense de toda su vida independiente ha sido un modelo no solo para el patriotismo, sino para la libertad de portar armas o de ingerir sustancias, aunque sean ilegales en México por sus efectos en la salud y en la calidad de vida.
Los políticos estadounidenses que sugieren que dotar de armas a “los buenos” para que disparen cuando “los malos” comiencen a disparar en centros comerciales, parques o escuelas no son los únicos hipócritas que quieren disimular la cantidad de dinero que se mueve por el trasiego de armas y drogas en su país y en otros más, entre ellos el nuestro. Las edades de los agresores en esos tiroteos, buena parte de ellos menores de 18 años, muestran que el afán de disparar y de consumir y de “ser alguien” no es privativo de los contextos militares y policiacos. Un político tejano, Ted Cruz (el mismo que dejó a los tejanos en plena crisis de energía eléctrica durante la pandemia y en un crudo invierno para viajar a Cancún “porque sus hijos lo necesitaban”) hizo una observación que él considera “genial”, tras el tiroteo de hace unos días en una escuela de Uvalde, Texas. “La puerta trasera estaba sin llave”, y achacó a ese hecho que alguien hubiera podido ingresar a la escuela sin ser visto ni controlado. Más allá de la estúpida retórica que pretende negar que el fácil acceso a las armas como “un derecho” es parte de la posibilidad de que se multipliquen los tiroteos en espacios públicos, cabe reflexionar en la hipocresía de buena parte de nuestras sociedades que niegan que acceder a drogas o armas puede ser una cosa de simple “recreación”. Lo vimos en el sonado juicio por difamación de Johnny Depp contra Amber Heard: el alcohol y otras drogas “de diseño” se ven con tanta naturalidad en esa sociedad y en los medios de comunicación y en la industria fílmica (también llamada “del entretenimiento”) que comienza a verse como parte de la vida cotidiana en la cultura global. Entrenar a los jóvenes para disparar no es un camino muy lejano al de entrenarlos para participar en grupos delincuenciales en los que se ve como natural matar y disparar, ingerir alcohol o atropellar y matar con un coche como si fuera un arma (asociado a nuestra adicción al petróleo y a las pilas/cápsulas de litio).
Han sido pocos los comentaristas o “anclas” de los noticieros que se han atrevido a señalar esa hipocresía de nuestras sociedades. Entre ellos, Stephen Colbert ha mostrado que la estrategia de cerrar puertas podría derivar en el absurdo de tener “puertas cerradas” con las leyendas de las fechas de nacimiento y de muerte de las víctimas de los tiroteos, todas alineadas, pintadas de blanco y bien cerradas (aquí: https://www.youtube.com/watch?v=1kYxb9hfPCQ). Jordan Klepper, desde una perspectiva que resalta las consecuencias de llevar a la práctica el entrenar y armar a “los buenos” (aquí: https://www.youtube.com/watch?v=MCI4bUk4vuM) plantea la enorme dificultad de distinguirlos de “los malos”: si solo el 3% de los tiroteos se resuelven con la participación de un “bueno” que evita que aumente el número de víctimas, matando al perpetrador, ¿podríamos armar al 97% de la población para que ya no hubiera más tiroteos en los espacios públicos? Mientras tanto, algunos, como Lawrence O’Donnell (aquí: https://www.youtube.com/watch?v=kOIvRoVO4RM) aluden a posibles “reformas” que podrían ayudar a reducir la posibilidad de morir en espacios públicos y aulas.
Cabe mencionar que tan solo en Estados Unidos se han suscitado 504 casos de violencia con armas de fuego en escuelas primarias y secundarias desde el 2020, cifra que supera el número de casos entre 2012 y 2019. En el tiroteo de Uvalde fueron asesinadas 21 personas (19 niños y dos maestras) cuando un adolescente de 18 años irrumpió en la primaria con una pistola de mano y un rifle AR-15. Se estima que en Estados Unidos, en el año 2018 había 120,5 armas por cada 100 habitantes, frente a 88 por cada 100 en 2011. Eso implica que, tan solo en ese país, existen cerca de 400 millones de armas (más datos de tiroteos en EUA aquí: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61578820)
Alternativamente, podemos plantear que el acceso a drogas y armas se sigue permitiendo por la hipocresía de muchos actores individuales y grupales en la sociedad; por ejemplo, la National Rifle Association de EUA, los fabricantes de armas en el mundo, los gobiernos empecinados en equiparar en sus discursos el aumento de armas con el aumento en la seguridad de los habitantes, además del ensalzamiento de quienes han formado parte de las fuerzas armadas, policía y carteles. ¿Son sepulcros blanqueados los políticos que afirman que la corrupción se acabó cuando sólo limpian por fuera copas y platos mientras por dentro siguen llenos de envidia y avaricia?

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. rmoranq@gmail.com

Comentarios
  • Víctor Ponce

    La industria de las armas es un buen negocio. Se alimenta del mercado interno (e EU) y del mercado externo. Atrás del discurso propagandístico de la guerra en Ucrania se esconde una de las razones de la guerra: vender arma a todos los países europeo, incluyendo a Ucrania. La presión en contra de que los países de la OTAN aumenten sus inversiones en armas (al menos al 2% del PIB) es una razón poderosa de la industria armamentista norteamericana para que la guerra continúe. Probablemente esa sea una razón para gestionar el narcotráfico en EU y en México. Políticos hipócritas, sepulcros banqueados, que se pintan de blanco para ocultar sus manos y sus rostros llenos de sangre. Qué importa que muera miles de personas, mientras que la industria de la muerte no decaiga.

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