Seis años de vacaciones

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Tras haber cursado la escuela primaria, podríamos sospechar que los jóvenes de buena parte del mundo tendrían la oportunidad de pasar a la escuela secundaria y al bachillerato. Sin embargo, según datos de hace un par de años del Instituto de Estadística de la Unesco, un total de 617 millones de niños y adolescentes en todo el mundo carecen de un nivel mínimo en lectura y matemáticas; más de 387 millones de niños con edad para estar en primaria (56%) y 230 millones de adolescentes con edad para cursar el primer ciclo de secundaria (61%) no cursan ese nivel.
El rezago resulta aun más alarmante si consideramos que en el mundo existen varios casos de sociedad en donde los niños no hablan el idioma en el que son educados. Es decir, hablan una lengua distinta de la “oficial” en su escuela. México se encuentra entre esos casos en que las lenguas indígenas no son la principal lengua de enseñanza, ni siquiera en las zonas de población indígena predominante. Cabe señalar que 40% de la población mundial no tiene acceso a la educación en una lengua que los educandos entiendan (según el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO). Este informe señala que “la enseñanza impartida en una lengua distinta de la materna puede tener un efecto negativo en el aprendizaje de los niños”, en especial para quienes viven en la pobreza. El informe señala que son necesarios cuando menos seis años de enseñanza en la lengua materna para consolidar los beneficios de la enseñanza.
Para mayor preocupación, cabe recordar que solo el 70% de los niños de los países de bajos ingresos terminarán de cursar la enseñanza primaria en 2030, un objetivo que se había planteado alcanzar hace ya un lustro. En México, aun cuando la enseñanza primaria está totalmente cubierta para los niños en el rango de edad correspondiente, e incluso se cubre parte del rezago para niños que han superado la edad normativa, la cobertura para la secundaria es de 85% y de 51.5% para el bachillerato.
Los estudiantes que alcanzan el nivel universitario en México es de apenas el 17% de las personas de entre 25 y 64 años (y de apenas el 1% para posgrados). Lo que no significa que esos estudiantes que ingresan a la universidad tengan la mejor de las formaciones. En una reunión reciente, un docente expresaba su preocupación ante el comentario de una estudiante que señaló que en la universidad requeríamos de habilidades que no habían utilizado desde la primaria. Es decir, parecería que en los seis años cursados en secundaria y bachillerato no habían ayudado a reforzar habilidades básicas como la lectura y la redacción. Ese docente comentó que una buena parte de los estudiantes llegan al primer semestre de universidad de unas “vacaciones” de seis años durante las cuales no echaron mano de estas habilidades básicas. Ni la ortografía, ni el vocabulario, en muchos casos, ni siquiera el registro del lenguaje alcanza siquiera el nivel medio.
Podríamos afirmar que los estudiantes de secundaria y bachillerato cursan esos niveles en una época de su vida en la que escribir y leer no es su prioridad. La prioridad es, quizá, adquirir habilidades sociales, conocer su entorno aprovechando una mayor autonomía (en comparación con los niños de educación básica y preescolar), comenzar a participar en algunas actividades económicas, desarrollar algunas aficiones que podrían derivar en un trabajo gratificante. Cuando llegan a la universidad, empero, parecería que su capacidad de escribir y leer estuvo latente y se detuvo, muy probablemente, en el nivel que tenían en sexto año de primaria.
Visto que para muchos estudiantes resulta difícil aprender incluso en su lengua materna, es importante estar conscientes de la importancia de promover el aprendizaje de los diferentes usos del idioma, desde la escuela, y no suponer que, solo porque tienen un manejo cotidiano relativamente funcional, estos estudiantes no requerirán un apoyo para acceder a la información y para comunicarse. Cabe señalar que existen algunos casos de aspirantes a los posgrados que parecerían haber prolongado esas “vacaciones” a diez años, pues egresan de la licenciatura tras lograr una comunicación relativamente funcional (escrita u oral), pero que todavía deja mucho qué desear en cuanto al uso del lenguaje (en su idioma materno) y, aun más, en otros idiomas que requerirán en sus campos de especialidad (por lo general, pero no exclusivamente, el inglés).

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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