Reprobar y aprender a ser responsable

 en Marco Antonio González

Marco Antonio González Villa*

Es interesante analizar las diferentes formas, intentos, en las que se busca fomentar e inculcar la responsabilidad en las personas, sobre todo porque básicamente se parte del supuesto de que ésta aparece de forma natural, automáticamente, casi sin hacer nada, pero la realidad nos demuestra que no es un proceso, rasgo o condición presente en todas las personas, así como es claro que no hay estrategias didácticas completamente eficaces que aseguren su aprendizaje. Es más complejo y, evidentemente, multifactorial.
Sin embargo, es un hecho que asumir las consecuencias de los actos y las decisiones siempre será un factor que ayude y abone en su desarrollo y/o instauración; así, en sentido contrario, saber que no hay consecuencias ante cualquier decisión y acción que se tome social e históricamente nos ha mostrado que se fomenta la irresponsabilidad y/o los malos resultados. Aquí unos ejemplos.
Mucho se ha dicho que la liga mexicana de fútbol ha bajado su calidad y ha incrementado su mediocridad a partir de que se eliminó el descenso: disminuyó la competitividad al igual que el rendimiento, sabiendo que no habrá consecuencias. Cuando un político, en México, tiene claro que por sus actos ilícitos e irresponsable no habrá consecuencia alguna, actúa con total impunidad y con el cinismo de saber que no pagará nunca nada. Dentro de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, Derechos Humanos en todas sus letras, se encuentra que se les brinde protección, cuidado y una vida digna, por tanto, si alguien falta a un Derecho de esa magnitud debería tener una sanción: en México son cada vez más los padres y madres que abandonan, física, económica o psicológicamente a sus hijos o hijas y no reciben ningún tipo de sanción por su irresponsabilidad. Y podríamos seguir dando más ejemplos.
En el caso de la educación, en México también específicamente, la OCDE ha exhibido al país en diferentes ocasiones para enfatizar los malos resultados que ofrecen las y los educandos y, pese a que Loret de Mola ya responsabilizó al magisterio hace años, la verdad es que no siempre es así.
Es por lo hasta aquí descrito que retomo una noticia de la semana pasada, ya que puede ser vista como una medida adecuada y necesaria la posibilidad y opción que se da a cada docente de decidir reprobar o no a sus estudiantes, con justificación obviamente, porque se puede comprometer así tanto a estudiantes como a padres y madres a esforzarse y comprometerse más con la escuela y la educación, si no quieren que una reprobación ocurra. Se fomentaría la responsabilidad ¿o no?
Reprobar, lejos de su connotación social negativa, puede ser la oportunidad de adquirir y consolidar aprendizajes necesarios para la vida que pudieron quedar frágiles por saltarlos, no considerarlos o aprobarlos sin estar presentes; es también oportunidad de involucrar más a madres y padres con la educación de sus hijos; da también la posibilidad de un mejor trabajo psicopedagógico por parte de la institución, al permitir realizar diagnósticos y proponer alternativas para quienes no tenían aún la madurez cognitiva para adquirir ciertas competencias. Reprobar es una prueba de que cada estudiante logra saltos cualitativos en tiempos distintos, no necesariamente igual a los demás. Así que debatamos el asunto, pero desde una óptica académica y pedagógica: reprobar ¿pérdida de tiempo o aseguramiento del logro de aprendizajes y madurez cognitiva? Opinemos.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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