Reconocer la dimensión socioemocional de los padres

 en Rubén Zatarain

Rubén Zatarain Mendoza*

Particular complejidad representa el ejercicio de la paternidad y de la maternidad en condiciones de confinamiento y anormalidad laboral y económica; en condiciones de obligación de colaborar en la educación a distancia como la que se propone en esta fase inicial del ciclo escolar.
Menudo reto de educar en el gobierno de las emociones. Menudo círculo no virtuoso, de una generación privada de una afectividad integral y saludable, generación cuya dimensión emocional es a veces invisible por reproducción social.
La convivencia en casa de niños y adultos, durante el tiempo que se destina a la escuela es ya una cultura, una forma de organización de impacto en la vida productiva; es ya una estructura del uso del tiempo en la vida de todos.
La permanencia de tiempo extra en casa representa habilidades sociales diferentes en donde el núcleo emocional es determinante.
No ir a la escuela genera estrés y ansiedad a ese binomio hijo-padre, que teóricamente sólo debieran construir relaciones de amor y asistencia tutelar.
La responsabilidad de formar, asesorar y de asistir en el cumplimiento de las tareas, que impone la escuela, viene a complicar aún más el entorno de relaciones entre niños y adultos en el seno familiar.
Las familias de niños pobres, privadas de las condiciones materiales mínimas de subsistencia, son las que presentan mayores riesgos de no cumplimiento de los objetivos educacionales establecidos oficialmente, de los cuales la escuela es portadora a nivel de variadas formas de exigencia.
En la escuela pública, direccionada a la educación de los niños más pobres tendríamos que tener respuestas al cómo subsanar este tipo de debilidades. Tendríamos que amortiguar la privación de saludables relaciones emocionales, necesarias para los objetivos de una educación armónica e integral.
Por supuesto que en la red que escolariza a los más privilegiados el problema no es inexistente, pero está determinado por otros factores.
La política pública en el sector –lo hemos dicho en otra colaboración– no está discriminando y actúa de manera improvisada y apresurada. Actúa con poca eficacia.
Son insuficientes telefonitos de orientación y apoyo celeste sobre crisis emocional o sobre angustia, ansiedad y depresión; por Covid-19.
No basta que sendas instituciones gubernamentales y universitarias que tendrían que hacer más presencia social y científica, gasten presupuesto en debates mediáticos de pseudociencia que sólo confunde, campañas cansinas de uso de cubrebocas y filtros sanitarios teatrales.
Está en crisis la forma como se entiende y se hace educación con un modelo clase mediero, urbano y evangelizador, sobre el éxito por esfuerzo individual.
Apostar a las benditas y pedagógicas redes sociales, una estrategia sentada en juguetes y gracias digitales, tecnológicas y audiovisuales pega a los más privados cognitiva y culturalmente.
Pega en el área emocional, en las formas relacionales como se realiza la convivencia cotidiana en casa.
Los padres y madres refieren entre sus mayores debilidades la impaciencia.
Refieren también que a veces es imposible construir el puente entre la instrucción del profesor o el libro y la ejecución esperada por parte del niño.
El lenguaje de la escuela no siempre es asequible. Su lejana educación básica, –trunca en muchos casos– tenía otras formas, otros procedimientos y contenidos.
Los padres de familia requieren asistencia y apoyo para su rol educador ahora.
Requieren, sobre todo, de aprender sobre emociones y resiliencia, de alternativas de comunicación asertiva.
Pequeños ejercicios de mano no castigadora y escucha activa, necesarios para mejorar la relación afectiva al interior de los hogares.
Es difícil conocer las distintas maneras como se ejerce la paternidad y maternidad al interior de los hogares; un poco de lo que sabemos es el perfil vertical del ejercicio de la autoridad, de las mesas rectangulares y cuadrangulares donde nadie sabe qué hacer, donde la obediencia y el silencio son los comportamientos valorados.
Familias donde es natural el esquema de castigo y coerción como medios disciplinarios, pese a toda la norma e institucionalidad que pena la violencia intrafamiliar.
La poca escolaridad promedio que presentan muchos padres fue insuficiente para romper el paradigma reproductor de violencia y obediencia transmitidos generacionalmente y exacerbado ahora por la condición de privación de condiciones materiales adecuadas, por el territorio de casa acotado y negador del espacio vital necesario.
La escuela no puede ignorar estas realidades. La ceguera sobre las condiciones materiales de los otros puede conducir a una de las formas utópicas más absurdas, a guisa de efecto Pigmalión invertido: la utopía de que con Classroom y Televisión, educamos y proveemos a los más excluidos.
Si la sobrevivencia es un reto para una amplia franja de familias mexicanas, la formación establecida en planes y programas es inviable a lo que atañe a algunos aprendizajes esperados.
Como prioridad y antes de cualquier plan de mejora de asignaturas y campos de formación se torna necesario trabajar emociones de manera conjunta entre profesores, padres y alumnos.
¿Qué margen de acción tenemos los educadores para paliar la enorme problemática que viven los niños de las familias más pobres?
La respuesta natural pudiera ser que poca, pero en el área emocional tal vez la respuesta pudiera ser diferente.
Tal vez la comprensión de las dificultades que se viven en este momento pudiera ser la diferencia en el enfoque, tal vez la alianza con sus procesos, de la calidad que sean.
Tal vez el ajuste curricular con las coordenadas emocionales que nos manifiesta el educando de múltiples maneras, en la interacción mediante mediaciones como el Classroom o los diálogos por WhatsApp.
Tal vez haciendo objeto de análisis y reflexión del perfil de relaciones comunicativas entre padres, madres e hijos.
Sobre todo, siendo empáticos con la problemática socioemocional de los padres y madres para materializar el puente necesario, hoy que se les involucra activamente en los propósitos que corresponden en primera instancia a la escuela.
A los apagones de luz y los costos del servicio, al ruido cotidiano de nuestro musical pueblo, al libre mercado del costo de los datos y a las voces inacabables que comercializan a luz de sol por las calles, hay que agregar que en el acto de aprender en casa hay también obstáculos emocionales y actitudinales de padres y tutores por conocer y comprender.

*Doctor en educación. Profesor normalista de educación básica. zatarainr@hotmail.com

Comentarios
  • Griselda Gómez de la Torre

    Comprender y ser empáticos con la realidad que se vive en los hogares, es el primer paso para poder construir un ambiente de comunicación asertiva entre la casa y la escuela. Enseñar y fortalecer la tarea educadora del padre de familia es una prioridad que se asentúa aún más en este tiempo. Tarea de la escuela será comenzar por fortalecer ese aspecto, cuidando en que no se vuelva una nueva forma de colonización el uso de las redes sociales y la tecnología para la generación de alumnas y alumnos en tiempo de Covid -19. Agradeciendo como cada semana la lección y el espacio de análisis crítico de nuestra práctica educativa Dr. Rubén , sus aportes representan un asidero donde aplicar el pensamiento crítico.

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