¿Qué filtros se requieren para aceptar nuevos profesionistas?

 en Rodolfo Morán Quiroz

Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Para una buena parte de los estudiantes de las licenciaturas y de los posgrados, el proceso de certificación como profesionistas conlleva cubrir requisitos que parecen haber sido pensados por un equipo de sádicos con toda la intención de hacer sufrir a los aspirantes a integrarse en el mercado laboral. Quien quiera ser parte del conjunto de profesionales de determinadas disciplinas debe mostrar una serie de capacidades y habilidades que no le fueron evaluadas durante su proceso de formación.
Los profesionales cursan varios semestres en un proceso de aprendizaje que debe convertirlos en especialistas. Y sólo hasta el final de muchos semestres las instituciones les exigen que demuestren que saben lo que corresponde a su especialidad. No sé de instituciones que certifiquen que se sabe algo para aplicarlo a lo largo de años de vida profesional sino hasta el final de todos esos cursos. No conozco instituciones en las que se certifique que determinados estudiantes cumplen con los requisitos para aplicar sus conocimientos en determinadas áreas. No, hasta que cumplen todos los cursos, en muchas ocasiones cuando las habilidades que debieron aprender no necesariamente se han articulado con las siguientes. Así, por citar un ejemplo frecuente, hay cursos de análisis de información que, años después de acreditados, debe demostrarse que se comprenden y que se utilizan las estrategias aprendidas ahí. En vez de demostrar esa habilidad como complemento de otros cursos posteriores o anteriores y acreditarla.
Es frecuente que la tortura de conseguir un título universitario implique tal tensión que los egresados de determinadas licenciaturas o posgrados tarden años o décadas en conseguir sus títulos porque no pudieron generar los documentos recepcionales antes o inmediatamente después de terminar los cursos. Terminan sus cursos formales, ejercen bien que mal la profesión en la que fueron entrenados, pero sin contar con un título universitario.
Y pasan años sin contar con el título universitario. Algunos vuelven a la escuela después de varias décadas de actividades laborales, de haber formado una familia y haber apoyado la educación de sus hijos, con la intención de, ahora sí, cumplir con los requisitos que se convirtieron en obstáculos para ejercer “oficialmente” una profesión. Quizá no es que no supieran aplicar su mirada a la realidad de acuerdo con la formación que recibieron. Para muchos es, simplemente, que los obstáculos a superar para obtener un título, desde los costos de los trámites, la elaboración de los documentos y conseguir los salvoconductos necesarios, fueron demasiado engorrosos en un mundo de credenciales que al mismo tiempo les exigía aplicarse en el trabajo.
Parecería que la certificación que dan las universidades y centros de formación superior se genera para eliminar desconfianzas de parte de quienes emplearán a los egresados de esas instituciones. Aunque también refleja la posibilidad de que los egresados no sean TODAVÍA dignos de confianza con haber llevado todos los cursos y haberlos aprobado. Lo que implicaría que habría que desconfiar de los docentes que los evaluaron y de los estudiantes que demostraron saber, pero a quienes no les cree nadie que sepan, hasta que cubran los últimos requisitos burocráticos para contar con contar con una cédula y un título. ¿Será que nuestra tradición de certificación comienza a ser un estorbo para reconocer nuevos profesionistas? ¿Bastaría hacer evaluaciones en los campos en donde se desempeñarán los nuevos profesionistas?

*Doctor en Ciencias Sociales. Profesor del Departamento de Sociología del CUCSH de la UdeG. rmoranq@gmail.com

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