PosMéxico

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

En la era de la posverdad todos cambian el sacrificio existencial por la fugacidad de lo placentero. El paradigma en uso corriente es el hedonismo y su variante comercial: las marcas a las que se tiene acceso. Las cosas que aportan bienestar y son susceptibles a la presunción. El individualismo asumido y exhibido como régimen de vida. Una vida sola que se vive por vivir, con camisa Hugo Boss.
No importa la identidad del ser sino la apariencia gustosa. Ser es parecer. Las redes fomentan la impostación y aplauden lo chistoso y lo efímero. Es más atractivo el “reel” de perritos o las fotos de pies que la fenomenología de Heidegger. El placer y su satisfacción son la religión del siglo XXI.
Interpretar a nuestra propia especie –y a nosotros mismos– es un acto de contrición endémica y necesidad de respuestas.
Qué somos. Nos preguntamos en septiembre, con banderitas sin ondear, de plástico mugroso y espantasuegras tricolor. La discusión sobre nuestro origen ha perdido interés y actualidad. Nuestro mestizaje resulta cómodo, exento de diatribas. El pasado se remonta al sexenio anterior y al último campeonato mundial de futbol donde nos fue mal (y también en el futbol).
Como en un espejo colectivo, Instagram nos refleja nuestra idiosincrasia con platillos de comida rápida y podcast que describen playas, medallas olímpicas que no ganamos, música con trompetas excesivas y tequila derecho.
Las adelitas y los bigotes de zapatista metrosexual representan nuestro folklore actualizado (reinventado) en septiembre. Camisetas de la selección, aunque perdamos, durante el Grito. “¡Viva México, viva Hidalgo, viva Vicente Fernández, viva Javier Aguirre!”
El 16 nos abrazamos con afecto etílico panistas y morenistas, ricos y rappis, atlistas y escépticos… Todos los que encontramos un estereotipo que no nos representa del todo. México es un territorio cambiante; un concepto actualizable que la historia no aprehende.
Los mexicanos no somos los mexicanos de ayer. Ni los de la sierra son los de la costa. “Como México no hay dos”. Hay cien.
Detrás de los discursos proselitistas, de Latinus y “los otros datos”, existe una comunidad en busca de identidad que los colores de los partidos y los memes no abarcan por completo.
La nacionalidad está más allá de los apetitos de los influencers y los comentarios académicos de los catedráticos “wannabe”. Los que protestan por la reforma judicial sin entenderla (y los que la votan sin convicción). Los que no compran boleto para la selección. Los que apuestan contra el Canelo. Los que añoran un Tesla nacional y los que van de “shopping” a San Antonio.
El México de la posverdad se yergue, subterráneo, en cada acto secreto de patriotismo: respetar el semáforo, decodificar la Reforma del siglo XIX, escuchar a Caifanes, comer pozole… El PosMéxico que contrarresta la posverdad.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalencia@subire.mx

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