¿Por qué los niños no quieren aprender?

 en Alma Dzib Goodin

Alma Dzib Goodín*

En México se está a unos días de concluir el ciclo escolar, sorprendentemente, los niños de primaria tendrán menos de un mes de vacaciones, mientras que los de secundaria y algunos estudiantes de preescolar ya concluyeron.
Recuerdo cuando las vacaciones eran dos largos meses, que los padres aprovechaban bastante bien para hacer trabajo en casa, pasar tiempo con ellos y estudiar en las áreas en que no se era hábil. En aquellos años no había cursos de verano, ni clases de regularización, así que los padres nos cuidaban y nos impulsaban para no dejar las letra o los números en la mochila.
Es cierto que las madres aún no trabajan tiempo completo fuera del hogar, y quienes tenían jornadas largas, procuraban trabajar en casa, para estar al pendiente de las ocurrencias vacacionales.
Ahora las cosas son distintas. Los cursos de verano se ofrecen como alternativas para mantener a los niños lejos de casa, pero bien cuidados. No importa demasiado la planeación, o las metas, lo importante es tener a los niños ocupados un rato.
Sería lógico pensar que a mayor cantidad de días activos del ciclo escolar y mayor oferta de cursos de regularización, mejor debería ser el desempeño de los estudiantes en los contenidos escolares y aprenderían con más motivación, pero los datos muestran lo contrario.
Los niños tienen por lo menos tres grandes problemas al momento de enfrentarse a los aprendizajes escolares y todos son reflejo del momento cultural en que se vive.
El primero es una idea malsana de medir la magnitud de la labor por el número de letras antes de conocer la tarea. Esto es una respuesta a la vida tan ajetreada en que se vive donde todo debe ser deprisa. Comemos deprisa, manejamos deprisa, compramos deprisa, sin importar si hay alguien más esperando a ser atendido. Todo debe ser ahorita. Más de una página es demasiado para sus mentes que solo pueden captar el aquí y el ahora.
Quizá esto se deba atribuir también a que los mensajes de texto son escritos cortos, por lo que cuando ven una extensión mayor a ello, simplemente no son capaces de procesarlo.
El segundo gran problema es la falta de autorregulación de los niños, hablan sin respetar si alguien más está hablando y buscan a toda costa la atención, aunque no es extraño en momentos en que los selfies están de moda, los comentarios sobre un tema se desbordan y los padres ignoran lo que los niños dicen por atender las redes sociales.
La consecuencia es que los niños no escuchan indicaciones, opiniones de los compañeros, y por ende, surge un fenómeno curioso: las madres se preguntan unas a otras sobre las tareas o información relevante, porque los niños jamás escuchan correctamente indicaciones que los maestros dan en el salón de clase.
El tercer fenómeno es que los niños son sordos. Pueden leer mensajes cortos y hacer copias, pero cuando se les dicta son sordos a las diferencias entre letras como d y b, v y b o no separan palabras, por ejemplo escriben alas en lugar de a las.
Esto se explica porque están más familiarizados con los mensajes de texto, que por ser un medio de comunicación informal, parece no estar sujeto a las leyes de la gramática convencional, lo cual permite las faltas de ortografía. El problema surge cuando quiere un extraño entender lo que escriben, lo cual sin duda frena la participación del estudiante en la vida escolar.
Los niños necesitan que uno esté sobre ellos leyendo y poniendo atención a lo que hacen, borrando y corrigiendo constantemente. Dicha tarea no puede ser realizada por el maestro, pues tiene demasiados alumnos que atender. Tampoco puede ser una tarea de los padres, pues están ocupados trabajando. Así que se envía al niño a los grupos de tareas o de regularización, asumiendo que ahí le presten la atención que requiere.
Sin embargo, estos centros se enfrentan a niños que no “quieren” leer, que no tienen habilidades metacognitivas, sin motivación y con la firme intención de que alguien les haga la tarea. Reflejo de una vida solitaria y sin atención, convencidos de que todo lo merecen y que los papás les solucionarán cualquier problema.
Ojalá los padres y las escuelas se sentarán a analizar los problemas de los niños y trabajen en estrategias específicas y viables para solucionarlas, porque en un mes comienza el nuevo ciclo y lejos de que las vacaciones sirvan para mejorar todas esas fallas, las hacen más marcadas, pues los niños tienen menos acceso a las letras y los números y siente que no necesitan o tienen la obligación de aprender.

*Directora del Learning & Neuro-Development Research Center, USA. alma@almadzib.com

Comentarios
  • Luis Alberto Navarro Calderón

    Muy buen texto; conciso y breve, por lo tanto doblemente bueno. Felicidades a la autora y a la revistaeducarnos.
    com

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